Mutaciones

Algunas cosas cambian tan rápido, casi sin que nos demos cuenta, y acá si que no hay retenciones que valgan. Por ejemplo: el periodista “progre” que ayer nomás fundaba diarios y revistas de periodismo político con posturas de izquierda, ubicando los ideales democráticos por encima de todo, hoy en cambio, desde su nuevo medio gráfico despotrica (en sintonía con aquellos comunicadores que antes criticaba) contra los gobiernos populares que están surgiendo en la región latinoamericana. Se sabe, hay más de una persona que cuando las papas queman muestra la hilacha, y es mejor estar del lado de los “ganadores” del sistema. También tenemos a los que antes respondían a consignas como “piquetes y cacerola; la lucha es una sola” y ahora evitan cualquier tipo de contacto con “esos negros ignorantes”, quienes según esta visión, no quieren trabajar, vagabundean y votan al aparato pejotista, a esa “loca”, “mentirosa” que nos gobierna. Además, hay gente que dirige una importante entidad agraria y solía sostener, hasta apenas un tiempito atrás, que sus intereses eran totalmente distintos y contrapuestos a los de la oligarquía rural, y consecuente con esto, había integrado, allá por el 2001 antes de la mega crisis, el Frenapo (Frente Nacional contra la Pobreza). Como se pregunta y contesta, con la genialidad y claridad que lo caracteriza, el periodista Orlando Barone en su diaria carta abierta del 06/11/2008 en el programa radial La mañana que conduce Víctor Hugo Morales y se emite de lunes a viernes de 9 a 12hs por AM Continental:

“¿No era que los piqueteros eran solamente los pobres? Ya no.
¿No era que el campo era el lugar más tranquilo y apacible? Ya no.
¿No era que los taxistas eran hinchas de Macri? Ya no.
¿No era que con la crisis de combustible iba a ver menos autos en la calle? Ya no.
¿No era que la publicación de la revista de Susana Giménez iba a ser un fracaso y que su vuelta a la Tevé no iba a tener rating? Ya no.
¿No era que la escarapela y la bandera argentina no eran de un sector o de un bando sino de todos? Ya no.
¿No era que el Gobierno era hegemónico? Ya no.
¿No era que Los Medios no eran oficialistas ni opositores? Ya no.
¿No era que los economistas de los noventa habían sido superados por las nuevas condiciones de época? Ya no.
¿No era que venía el fin del peronismo? Ya no.
¿No era que en la derecha solo quedaban cuatro locos? Ya no.
¿No era que la Federación Agraria era de izquierda? Ya no.
¿No era que a la gente no le interesaba más la política? Ya no.
¿No era que Reutemann apoyaba al Gobierno? Ya no.
¿No era que con una mujer presidente la sociedad iba a estar más sensible y tranquila? Ya no.
¿No era que Cristina Fernández ganó la elección por más del 22 por ciento? Ya no.
¿No era que la Oposición hacía crítica constructiva? Ya no.
¿No era que los argentinos son democráticos y no se impacientan por cambiar al gobierno elegido? Ya no.
¿No era que la soja era un ‘yuyito’ de porquería? Ya no.”

Para quienes piden que pasen cosas constantemente, tener temas de conversación en la mesa familiar de los domingos, podrán observar con amplía nitidez que lo que acontece diariamente en nuestro país va tomando diferentes formas según los estados de ánimo colectivos. Si nos levantamos a la mañana temprano de buen humor, seguramente al mediodía ya no será lo mismo, estaremos crispados. La actualidad se vuelve cada vez más vertiginosa, y debido a esto, se necesita, imperiosamente, ir contra la corriente y sentarse a reflexionar para pensar quiénes somos, de dónde venimos, y por qué llegamos hasta acá. ¿Por qué hoy decimos algo que seguramente vamos a contradecir y desconocer mañana? “Cambia, todo cambia”. Del conflicto entre el Poder Ejecutivo nacional y los empresarios agravios, emergió un nuevo actor sociopolítico. Se trata de una nueva derecha progresista modelo 2008, cuya versión es un federalismo new age, mezcla de Fashion TV(IP) con el Martín Fierro de José Hernández (aunque más cercano a Hilario Ascasubi y a Estanislao del Campo). ¿Vio Doña Rosa? Hay novedades positivas, lo que ayer era negro ahora es blanco, ¡que bueno! ¿No?
Por Mauro Reynaldi