domingo, 20 de julio de 2008

Crónica de un intento de robo

Sábado caluroso de julio en la ciudad de Rosario; estaba lindo para comprarse unos chorizos, ponerlos a la parrilla y poder disfrutar de esa extraña temperatura en pleno invierno. Decidimos ir al supermercado para lograr este cometido y ya que estábamos pasear y (sólo) mirar vidrieras en el shopping de la zona norte rosarina. Dentro de este predio se encuentra la firma chilena Jumbo, la cual desembarcó con la llegada del primer gran centro comercial de la ciudad. Este supermercado es conocido por presentar en sus góndolas productos importados y delikatessen únicas para este tipo de comercios, requeridas para "gente como uno".
El problema comenzó al notar que el shampoo que decidimos comprar tenía varios precios: primero vimos que la impresión aclaraba el monto de $5.40, elevamos la mirada y el mismo producto tenía un precio de $5.05; ante la duda decidimos corroborar el precio real en el controlador digital y éste arrojaba la suma de $6.03. La decisión fue clara, exigir que nos respeten alguno de los precios indicados en la góndola (eran dos, por lo menos uno). Fuimos a la caja con esa certeza y con la convicción de hacer respetar los derechos del consumidor. Durante la larga espera en la línea de cajas, observábamos a un productor agropecuario (con su coqueta prenda de La Martina) cómo llenaba sus 3 changos con productos de primera necesidad (chocolates importados, vinos de bodegas francesas, etc.), éste lucía contento por la compra y bromeaba con su mujer al notar que se olvidaron las luces prendidas de la 4x4.

Finalmente llegó nuestro turno, esperando el momento para aclarar nuestra humilde problemática en cuanto a la confusión que genera estos "errores" del supermercado. Pero no llegamos siquiera a advertir a la cajera esto, cuando empezamos a notar que los productos que habíamos elegido para la compra habían cambiado de precio mágicamente. Por ejemplo el tan deseado salamín (para la picada) había variado el precio en casi un peso, lo mismo con el pan y otros productos. Asombrados, hacemos notar esto y vemos como la empleada pasaba por el scanner el código de barras del embutido y éste aparecía con el aumento en la computadora aunque en la etiqueta del producto tenía otro. ¡Qué cosa seria! Lo mismo pasaba con el pan, cambiaba el precio que estaba impreso en la etiqueta autoadhesiva que llevaba pegada al que finalmente te cobraban. Habían sido 3 (en nuestro caso) los artículos que inexplicablemente metamorfoseaban su valor del impreso al digital (¿fraude electrónico?). Al notar esto, tuvieron que modificar directamente desde la caja los precios que se alteraban y luego vino un supervisor para que le hagamos saber donde estaba la góndola del bendito shampoo (que ante el asombro nos habíamos olvidado). Todo continuó con la cajera queriéndonos descifrar un ticket de compra imposible de entender que denotaba una suma total de $43.64. Ya cansados de tanta fiscalización, fuimos al Control Cajas para fotocopiar el ticket porque lo exigía la empresa. Mientras otra supervisora realizaba la tarea empezamos a sacar cuentas y era imposible haber gastado tanto, ayudamos nuestras dudas con una calculadora del Control y de esa manera comprobamos que nos estaban cobrando casi $14 de más. Automáticamente la chica de cajas nos devolvió el dinero, disculpándose por el "malentendido". La entendimos; ella es una empleada que seguramente no es muy bien remunerada y que debe salir del shopping a las once de la noche, esperando que se digne a pasar el colectivo (justo en Rosario donde pasadas las 22 la frecuencia de muchas líneas es de 1 hora) y tuvo que dar la cara por sus jefes, los verdaderos ladrones.
Volviendo a casa pensaba en el productor agropecuario, con sus 3 changos llenos de productos finolis. ¡Cómo lo habrán currado con los sobreprecios! Pero parecía que contaba con una buena vaselina porque la rotura anal que le había propiciado el supermercado no le dolía en absoluto. ¿O será que sabía que la semana siguiente iba a festejar con Barrionuevo, Chiche Duhalde, Carrió, Miguens y compañía la negativa a la 125?. Nunca se sabe, lo seguro es que le mandó a Cleto un mensajito por el día del amigo.










Así pasó otro intento de robo de estas gigantes cadenas de hipermercados. No sólo ganan remarcando de manera elevada los precios (y por otros vericuetos legales que nunca nos enteraremos), sino que mediante estos fraudes (errores, seguro que no son) logran sacarnos otra tajada más a los consumidores; los cuales muchos somos trabajadores asalariados que hacemos malabares para llegar a fin de mes, y muchas veces pagamos los "errores" de otros.


Por Coco Alvarez

3 comentarios:

El anónimo dijo...

El otro día me quisieron cobrar 3 pesos de mas en el Coto, un rico vino, me quede hasta que me cobraron el precio de gondola, ottra gente se cansa y se va. Yo me quede y le dije hasta que no me cobren el precio de gondola no me voy, sabiendo que cuando tienen abierta una caja, no pueden cerrar la operacion hasta que esta abonada. por eso a fijarse bien

Al centro y adentro dijo...

Asi es Sin Dioses, calculá la cantidad de gente que compra y no se fija (que es la mayoría) deben currar incalculable guita por estos errores, los cuales si uno se dan cuenta te dicen "disculpen" y ya está. Me parece que más allá de lo que uno tiene que controlar acá es importante marcar la presencia del estado y que cuando los que manejan la alimentación de la Argentina quedan solos hacen lo que quieren.
Saludos Coco

Unknown dijo...

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