No tan distintos

La palabra berreta resuena y acompaña a la oposición política argentina desde hace ya bastante tiempo. Lo más temible es que la calidad opositora no sólo recurre a muletillas uniformes para criticar a un gobierno que, de por sí, hace agua en muchos aspectos. Dentro de las frases hechas se encuentran palabras como "república", "institucionalidad" y "gobernabilidad"; collage de fonemas agradables que sin la consecuente aplicación tienen la fuerza del Indec en las góndolas de los supermercados. Igualmente siempre los opositores se caracterizaron por prometer gestiones con palabras bonitas, mimetizándose con un poeta enamorado que utiliza lo mejor de su prosa para seducir a la bella dama. Pero últimamente la prosa elegante se fue mutando hacia un discurso bélico que busca siempre el malo de la película: y en el capítulo actual, el malo es Néstor. El ex presidente es el elegido, tanto por Elisa Carrió como por Eduardo Duhalde, para compararlo con nefastos ejemplos del autoritarismo mundial. Lilita fue la pionera en esto al considerar que "los campos de concentración son la única diferencia entre Néstor Kirchner y Adolf Hitler"; eran tiempos pre-eleccionarios donde la líder de la Coalición Cívica largaba toda su artillería pesada (perdón la redundancia). En esa época ella nunca iba a imaginar que otro de sus tantos enemigos, el ex presidente Duhalde, utilizaría la misma comparación para el ahora ex presidente Néstor Kirchner. El cabezón dijo el jueves que "me hacía recordar a esos oradores como fue el führer, como fue Mussolini" al hablar del último discurso del pingüino en la plaza de los dos congresos horas antes de la no aprobación a la ley de retenciones móviles.
La falta de originalidad ahora no sólo se trasluce en lo que prometen opositores, sino que también se copian las comparaciones históricas. Las cuales son propiamente patéticas, ridículas y humillantes a la víctimas de esos trágicos regímenes autoritarios. Pero lo más lamentable es que, luego del vendaval político surgido por el conflicto rural, las oportunidades para las diferentes opciones políticas, que estaban en disidencia con el gobierno, estaban renovadas. Pero en vez de utilizarlas con proyectos positivos volcados hacia la ciudadanía, lo único que demostraron es miseria política y el famoso "no sé de qué se trata, pero me opongo" (Aerolíneas y movilidad jubilatoria son buenos ejemplos).
La cosmética política sigue con frases como "estamos en el final de fiesta... y en la Argentina los finales de fiesta se pagan muy caros" hechas por Carrió el lunes pasado en Rosario cambiando el tono mesurado que se autoproclamaba Lilita, claro que la mesura se debía a su ausencia mediática por vacaciones. Sus frases apocalípticas no son una novedad, justamente a Duhalde le había augurado en 2002 que no llegaba a fin de año como presidente y anunciaba "se viene el cuarto y último huracán". Aunque todos sabemos que luego Eduardo eligió el fin de su mandato en 2003 y le entregó el bastón de mando a Néstor (no Adolf ni Benito).

El panorama está difuso en cuestiones económicas, políticas y sociales. El descreimiento en las estadísticas oficiales y la falta de acciones concretas para evitar especulaciones inflacionarias con su consecuente descontento social no es el mejor escenario. No obstante, lejos estamos de la anomia generada al estallar el modelo neoliberal en el 2001. Las tibias reacciones que mostró en las últimas semanas el gobierno nacional pueden llegar a buen puerto, pero deben ser acompañadas de políticas concretas consolidadas por cambios que beneficien a esa masa de trabajadores que hasta hace un par de años habían logrado mejorar su situación o bien recién se habían incorporado al sistema (como empleados, productores, comerciantes o jubilados).
Por supuesto que éstas políticas nada tienen que ver con predicciones inconsistentes, comparaciones absurdas y mucho menos con concordancias de cotillón. Utilizado para ser opositores no tan distintos.

Por Coco Alvarez