En más de un centenar de días que lleva el conflicto agravio, el más largo e insoportable de la historia argentina, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner pronunció sus discursos a través de la cadena nacional en cuatro oportunidades, tres de las cuales fueron en esta última semana. Esto alteró la grilla de la programación de los medios de comunicación audiovisual. Durante treinta minutos como máximo de tiempo empleado por vez, hubo que “comerse” las palabras de la jefa del Estado Nacional. Los multimedios tuvieron que ceder una parte de su espacio y dejar de brindar sus “desinteresadas” y nobles informaciones a la ciudadanía. Fueron cooptados por la alocución presidencial. En tanto, la otra cadena- ésa que transmite las voces de chacareros, patrones de estancia, fracciones de las clases medias urbanas y rurales disgustadas, y miembros de ese enjambre de oportunistas e impresentables llamados oposición política- debió realizar un breve impasse en su broadcasting interminable.
Como quedo patentemente demostrado, siguiendo el observar de la gente decente que es el principal receptor de la comunicación massmediática, tenemos piquetes buenos y piquetes malos, hay manifestaciones espontáneas y manifestaciones rentadas, ciudadanos y negros villeros ladrones, y ahora nos hallamos ante extensas emisiones televisivas donde aparecen “nuestros líderes de la sociedad civilizada” y también por otra parte vemos a los funcionarios públicos “sobrecargando” la pantalla chica, haciendo uso “desmedido” de su autoridad.
Se nota que todo no se mide con la misma vara, que falta una severa autocrítica por parte de los actores en pugna, y de quienes mediatizan este conflicto. Y de acuerdo con esto último, lo que está en debate es la democracia en todos sus aspectos, desde lo informacional, pasando por lo institucional, hasta lo económico.
Ha emergido (o mejor dicho, resurgido porque latentemente está) el apolítico opositor como nuevo ser nacional, es el modelo de sujeto social que no quiere ser molestado, ni interrumpido en su quehacer cotidianos por la presencia de los políticos. A este ser cualquier forma de gobierno le viene bien mientras lo “dejen tranquilo”, es el chivo expiatorio útil para todo golpe antidemocrático. A esto se le responde con más y mejor política, o sea, con más y mejor participación civil, llamando a la convivencia pacífica sin renunciar a las convicciones y a los ideales que son funcionan como motor de la verdaderas decisiones soberanas.
Hay que combatir el sentido común que ningunea el sentido de la política como la más eficaz herramienta de transformación social para el mejoramiento de la calidad de vida de todos los individuos que componen un territorio determinado. Es loable que Cristina Fernández hable por cadena nacional, debería volverse más habitual así puede explicar y detallar las decisiones que toma el poder ejecutivo. Esto le daría mayor legitimidad a su mandato y posibilitaría un intercambio más fluido con la ciudadanía. Los medios, a su vez, tendrían que ser más justos y dar a conocer, equilibradamente, las distintas voces que se entrecruzan en la arena pública. Deberían salir por un momento de su cripta y permitir realmente la libertad de expresión, dándole también a aquellos que no coinciden con sus intereses corporativos. Algo que sólo será viable si se remplaza finalmente la ley de Radiodifusión de la dictadura de Videla y Cía.
Habrá que encadenar las ideas democráticas para poder crear un orden social más equitativo y que tolere las diferentes cosmovisiones propias de los sujetos que participan en la polis. Y no se trata de pedirle responsabilidad y cordura, únicamente, a nuestros gobernantes, también se lo debe exigir a los integrantes de la oposición y a los comunicadores que moldean la “opinión pública”.
Por Mauro Reynaldi
sábado, 21 de junio de 2008
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