Lo expuesto viene a colación, puesto que unos días atrás, en plena hora de la siesta, me topé en la pantalla del canal Retro con un gran film, cuyo género es una mixtura de western y comedia. Me refiero a Destry rides again (1939) del director George Marshall y protagonizado por dos popes de la historia del cine mundial; el estadounidense James Stewart y la alemana Marlene Dietrich.
Como devenido amante del cine clásico, me resulta más ameno y satisfactorio concentrarme en las grandes obras del séptimo arte que intentar enfocarme en las novedades del norte que vienen cada vez más remakeadas y no dan lugar a la imaginación. Con películas como Destry vuelve a cabalgar me sucede que encuentro respuestas a preguntas que nunca antes me había planteado. En este caso se nos presenta una típica historia sitiada en un pequeño pueblo del Lejano Oeste llamado Bottleneck dominado por un grupo de bandidos encabezados por el personaje Kent que interpreta Brian Donlevy, que se reúne todas las noches en el bar que da vida a dicha localidad y en donde trabaja la encantadora y mala a la vez Frenchy (Marlene). Frenchy es socia de Kent en el juego clandestino y juntos estafan a los pobladores que van a hacer sus apuestas a la cantina. El Sheriff de Bottleneck ha desaparecido misteriosamente y como el máximo responsable de dicha desaparición es Kent, los bandidos elijen a Wash, un asiduo borracho del lugar, como nuevo alguacil para continuar con la ilegalidad y la impunidad de los malhechores. Empero, Wash sabe que no va a poder ejercer su autoridad entonces manda a llamar al hijo de un viejo amigo, Tom Destry Jr. (James Stewart), para que lo ayude en su labor gobernante.
Destry llega al pueblo para oficiar de asistente del Sheriff, pero se resiste a portar y usar armas, sólo cree en la ley y la hará cumplir sin disparar ningún tiro. Lleva consigo la imagen de su padre, quien fuera asesinado por la espalda mientras cabalgaba armado. Y por ello no está de acuerdo con el empleo de la violencia, toma partido por el diálogo y la legalidad. Aunque un hecho marcará su destino y deberá dejar atrás todo lo que pensaba hasta su llegada. El asesinato de Wash en la comisaría cuando custodiaba a uno de los delincuentes que esperaba sentencia, hará que Destry agarre su pistola y se dirija al bar para vengar la muerte de su jefe, acabar con la mafia de Kent y salvar a Frenchy de los villanos.
En síntesis, el film de George Marshall nos muestra cómo a pesar de que el héroe busca por todos los medios solucionar los problemas y terminar con la injusticia sin recurrir a la violencia, se ve desbordado ante un grupo de delincuentes que se han adueñado del lugar y no hay ley que valga. Destry deberá entrar en el juego que los rufianes le han preparado.
Aquí en la Argentina por suerte estamos muy distantes del Lejano Oeste; las instituciones funcionan y las leyes y normas por lo general se cumplen, y la presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner ni su marido Néstor Kirchner necesitan protagonizar el rol de Tom Destry Jr. (es decir, tomar las armas para solucionar los conflictos). Sin embargo, los dirigentes empresariales rurales, comandados por el señor De Angeli, sí parecen actuar el papel de Donlevy y hacer las veces de Kent y sus muchachos. Son prepotentes y se manejan por fuera de la legalidad, no respetan el Estado de Derecho, ya que están entorpeciendo el obrar de los congresistas y continúan amenazando al Ejecutivo con volver a los cortes de rutas y al lockout. Por el bien de la democracia, esperemos que los K asuman su autoridad legitimada por el voto popular y se sobrepongan a las patotas chacareras haciendo prevalecer la constitución. O sea, pidamos fervientemente que el gobierno nacional siga cabalgando por el camino de la paz cuyo derrotero es la justicia social y el fin de la pobreza.
Por Mauro Reynaldi
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