Simplemente Che

Con motivo de cumplirse el octogésimo aniversario del nacimiento de Ernesto Guevara de la Serna, uno de esos personajes históricos que no necesitan presentación, se realizarán en la municipalidad de Rosario diversas actividades, entre las que se destacan como más significativas la inauguración de una plaza y un monumento que llevarán su nombre, además de la participación de varios artistas, entre ellos: músicos, escritores, periodistas y gente del ámbito de la cultura y la política. Rosario se transformará por unos días en una fiesta guevarista y el Che tendrá por fin su merecida estatua en su ciudad natal, lo que era una gran deuda pendiente.
Aquí, en esta columna, interesa, por sobre todas las cosas, hacer referencia sobre la emblemática figura del líder revolucionario que desde su praxis política, allá por fines de la década del 50’ y gran parte del 60’, ha trascendido las fronteras latinoamericanas para convertirse en un icono de la historia universal. Encarna la idea del sujeto, a- priori antropológico, por el cual podemos comprender y tratar de entender toda una época: el siglo veinte. Objeto de inagotables debates, discusiones y polémicas intelectuales e ideológicas; como así también, en otro sentido completamente distinto y hasta antagónico, imagen cosificada y banalizada, desligada de la esencia de lo político, al servicio de la reproducción del ethos capitalista de voracidad consumista.
La “utilización” del Che (deberíamos hablar de apropiación), la cita permanente, que se suponía que era algo propio e identitario de las izquierdas, de las organizaciones del campo popular. Sin embargo, hoy en día, también lo es de las derechas, de los sectores más retrógrados de la sociedad. Y no podemos señalar que esto sea una contradicción (sí impensable e inimaginable en el periodo en el que vivió Guevara), algo que escape a lógica política contemporánea. En tiempos del derrumbamiento de los grandes pensamientos emancipadores y pérdida de los vectores que marcaban los caminos colectivos de la humanidad, partiendo de las luchas populares donde el horizonte de la revolución social estaba relativamente próximo, al co-conductor junto a Fidel Castro de la Revolución cubana se lo puede ver de muchas formas; como guerrillero revolucionario que murió solitariamente peleando en Bolivia sin claudicar sus convicciones pero lejos del acompañamiento popular, como legítimo continuador de los ideales independentistas y de unidad latinoamericana expuestos a principios del mil ochocientos por los venezolanos Simón Rodríguez y Simón Bolívar, como emblema que influyó en el imaginario de los jóvenes que hicieron el mayo francés, o como símbolo actual de la resistencia a la globalización del capitalismo de mercado que se refleja en cada manifestación de las clases populares que bregan por sus derechos arrebatados.
El retrato del Che debe estar vinculado con el mejoramiento de las naciones en cuanto a igualdad social y desarrollo productivo; a las rebeliones de los pueblos ante el sometimiento de las clases dominantes; a acabar, de una vez por todas, con el hambre y la pobreza en América Latina, el continente más injusto con respecto a la distribución de las riquezas. No tenemos que caer en las propagandas supermercadistas que hacen de él un héroe superficial o un producto de góndolas que se vende al peor postor. Fue, es y será un ser humano más, que se caracterizó, e hizo la diferencia sobre el resto, por optar emprender un viaje en pos de la transformación material y espiritual de la sociedad capitalista. Buscaba construir una sociedad nueva con un hombre nuevo con una nueva concepción del mundo, desechando todas las ignominias del pasado.
Hoy, la consigna es salir de la mediocridad y de los banderismos (que tan sólo son slogans marketineros) que se esgrimen cuando se trata la complejidad de los procesos políticos y sociales que se fueron produciendo en estas pampas. Quienes todavía creemos que los motivos (no han caducado, siguen vigentes y se profundizaron drásticamente) que impulsaron la acción del guevarismo - terminar con la explotación del hombre por el hombre, recuperar la dignidad para las mayorías, crear un lugar para todos donde reinen la libertad, la igualdad y la fraternidad-, deberemos llevar a cabo la ardua empresa de pensar a Ernesto Guevara y su obra, rechazando todo tipo de tergiversación y maniqueísmos, contextualizándolo sin dejar de lado, los valores, ideas, postulados, causas y procedimientos que guiaron su actuar.

Hay que recuperar al Che como símbolo de la lucha por el amor, la justicia y el bienestar general de los pueblos latinoamericanos. Dejar de emparentarlo con la violencia desmedida y desatender la sponsorización de su rostro. En cambio, es más loable y esperanzador asociarlo con la condición de posibilidad de la felicidad colectiva. Así, se puede afirmar que el cambio del status quo no es una simple quimera, la unión y acción de las fuerzas sociales más dinámicas y progresistas de la sociedad civil, siempre que estén conducidas por grandes hombres (como fuera el caso de nuestro actor en cuestión) que vean más allá del marco propuesto, de lo que está a su alcance, pueden generar otro orden de cosas más equitativo.
Por Mauro Reynaldi