De nuevo en las pistas, superando el vértigo de la información belicista de la era Bush, Beck Hansen está de regreso para mostrarles a los mortales que el rock todavía tiene cosas para decir. Su nuevo álbum, Modern Guilt, contiene diez canciones que mientras escuchamos nos invitan a un espectáculo sonoro donde la canción habla por sí sola. Sigue la línea musical de su predecesor The Information del 2006 pero aquí resume en diez tracks toda su búsqueda (o encuentro) adaptándose a los tiempos modernos, o para ser más preciso marcando el camino y señalándonos cuál es el destino del rock, tomando lo mejor de su tradición pero reformulándola y poniéndola en crisis constantemente sin caer en pastiches posmodernos.
La fórmula de Beck desde su primer éxito comercial Mellow Gold, que incluía ese himno de la posmodernidad que llevaba el ropaje de Generación X llamado Loser, hasta su más reciente Modern Guilt siempre se basó en una simple ecuación: construir algo para- luego destruirlo- y después reconstruirlo aunque siendo otro. ¿Cuántos Beck hay hoy en día después de más de 15 años de carrera y casi 15 discos en su haber? Cuanta proliferación y esquizofrenia para sostenerse como pilar e icono del rock art sin perder nunca la elegancia y su inigualable dinamismo creativo. Después de Frank Zappa es el artista que mejor ha sabido leer la cultura norteamericana y saber cómo parodiarla y cuestionarla con imaginación y talento sin ser un payaso a la moda de MTV.
Este rubio, ahora con cabello largo y sombrero de cowboy, que supo cambiarse a sí mismo, generar alter egos que dibujaran un paisaje musical donde la melancolía se convierte en un cerrar y abrir de ojos en diversión y locura extrasensorial. Beck pudo superar los años depresivos del grunge, y darle a todas sus influencias artísticas un lugar donde los diversos mundos que el mismo creó conviven caótica y armónicamente a la vez. Beck es el más digno heredero de la tradición de artistas que buscaron apropiadamente en el arte la transformación y trascendencia del ser. Beck es hijo musical de David Bowie, John Lennon, Bob Dylan, Eart Wind & Fire, Parliament, Prince y lo mejor de la new wave de los años ochenta. ¿Qué más decir? sólo que este nuevo trabajo está producido por Danger Mouse, quien reemplaza al productor Nigel Godrich.
Es un dato no menor que Beck para cada producción cambia de colaboradores, la renovación es parte neurálgica de su esencia filosófica y artística. ¿Hace falta aclarar que Modern Guilt es candidato a ser el mejor disco del año compitiendo loablemente con Diamond Hoo Ha de los inevitablemente divertidos ingleses Supergrass ? Desde Orphans a Volcano se despliega un cóctel explosivo que provoca nuestros sentidos y nos lleva de la tranquilidad folk al baile frenético.
Entonces a escucharlo y dejarse atrapar y llevar por diez intensas melodías, que contradiciendo el título del álbum, no nos harán sentir culpables. Pues, el único culpable de tanto placer auditivo sigue siendo este genio, quien naciera allá en Los Ángeles el 8 de julio de 1970. A disfrutar, a quedarnos con las ganas y volver a esperar, porque él siempre va por más.
La fórmula de Beck desde su primer éxito comercial Mellow Gold, que incluía ese himno de la posmodernidad que llevaba el ropaje de Generación X llamado Loser, hasta su más reciente Modern Guilt siempre se basó en una simple ecuación: construir algo para- luego destruirlo- y después reconstruirlo aunque siendo otro. ¿Cuántos Beck hay hoy en día después de más de 15 años de carrera y casi 15 discos en su haber? Cuanta proliferación y esquizofrenia para sostenerse como pilar e icono del rock art sin perder nunca la elegancia y su inigualable dinamismo creativo. Después de Frank Zappa es el artista que mejor ha sabido leer la cultura norteamericana y saber cómo parodiarla y cuestionarla con imaginación y talento sin ser un payaso a la moda de MTV.
Este rubio, ahora con cabello largo y sombrero de cowboy, que supo cambiarse a sí mismo, generar alter egos que dibujaran un paisaje musical donde la melancolía se convierte en un cerrar y abrir de ojos en diversión y locura extrasensorial. Beck pudo superar los años depresivos del grunge, y darle a todas sus influencias artísticas un lugar donde los diversos mundos que el mismo creó conviven caótica y armónicamente a la vez. Beck es el más digno heredero de la tradición de artistas que buscaron apropiadamente en el arte la transformación y trascendencia del ser. Beck es hijo musical de David Bowie, John Lennon, Bob Dylan, Eart Wind & Fire, Parliament, Prince y lo mejor de la new wave de los años ochenta. ¿Qué más decir? sólo que este nuevo trabajo está producido por Danger Mouse, quien reemplaza al productor Nigel Godrich.
Es un dato no menor que Beck para cada producción cambia de colaboradores, la renovación es parte neurálgica de su esencia filosófica y artística. ¿Hace falta aclarar que Modern Guilt es candidato a ser el mejor disco del año compitiendo loablemente con Diamond Hoo Ha de los inevitablemente divertidos ingleses Supergrass ? Desde Orphans a Volcano se despliega un cóctel explosivo que provoca nuestros sentidos y nos lleva de la tranquilidad folk al baile frenético.
Entonces a escucharlo y dejarse atrapar y llevar por diez intensas melodías, que contradiciendo el título del álbum, no nos harán sentir culpables. Pues, el único culpable de tanto placer auditivo sigue siendo este genio, quien naciera allá en Los Ángeles el 8 de julio de 1970. A disfrutar, a quedarnos con las ganas y volver a esperar, porque él siempre va por más.
Por Mauro Reynaldi
Licenciado en Comunicación Social de la UNR
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