Después del aluvión mediático que produjera el tándem inauguración de la Exposición Rural- Primera conferencia de prensa de Cristina Fernández de Kirchner como Presidenta de la Nación, nos queda una sensación amarga, escéptica, porque todo sigue igual: pasan los años, cambian los emisores aunque las voces son las mismas y los discursos son meros decorados de un escenario donde no se distinguen colores, todo se ve en blanco y negro. Sin embargo, nuestra capacidad de asombro se mantiene intacta al escuchar los dichos del Presidente de la Sociedad Rural, Luciano Miguens. Este año en la exposición de la gente rica del agro, desfiló toda (toda) la oposición al mandato K, nadie faltó a la cita (bueno, excepto algunos ex presidentes que hoy en día se encuentran exponiéndose en el limbo). No sabemos si hubo muchas vacas, pero sí hubo muchos dinosaurios. Hasta el Cleto autentico se dio un paseo por Palermo.
Volviendo al dirigente empresarial de la entidad agraria, que tiene “apenas” siglo y medio de vida, según él, ellos son “una vanguardia transformadora”. O sea, ellos son el cambio, el futuro prometedor de grandes emociones. Lamentablemente hay que recordarle al señor Miguens que la institución que él preside fue desde sus comienzos mentora del régimen oligárquico conservador que gobernó nuestro país desde mediados del siglo diecinueve hasta fines de la década de 1930, cuyo sistema económico estaba organizado en torno al modelo agroexportador que generaba dependencia y sumisión a la Gran Bretaña imperialista. De ahí Argentina fue conocida como “el granero del mundo”, vivíamos de exportarles materias primas a los países desarrollados e importábamos productos manufacturados. No había industria nacional ni aparecía en el horizonte cercano una idea de Nación autónoma y libre como sí ocurría en América del Norte, quienes ya habían estado bajo el yugo de los ingleses. La soberanía era una falacia, como también lo fue la supuesta neutralidad argentina ante las guerras mundiales, puesto que participábamos en éstas en calidad de país dependiente que actuaba según los pasos de las naciones que nos subordinaban y expropiaban nuestros recursos.
El mimado modelo agroexportador es el que se ha reinstalado después de la caída de la convertibilidad neoliberal del dúo dinámico Menem- Cavallo, gestora de la destrucción del aparato industrial. Ahora la consigna versa en que unas pocas empresas y productores rurales cobren sus exportaciones a precio internacional y las viertan al mercado local al mismo valor omitiendo la asimétrica relación entre el peso nacional y el dólar. Ellos obtienen altas rentas gracias al dólar alto y hacen que la economía gire a su alrededor. Para hablar de políticas estatales en serio nunca el precio de los productos de la canasta familiar puede valer lo mismo para un ciudadano argentino que para alguien que vive en un país de Europa Central, por dar un ejemplo. Hay que proteger el mercado interno, y para ello se necesita la intervención del Estado con políticas activas que cubran el bolsillo de los sectores más postergados del sistema. Los ruralistas quieren que todo quede a manos del mercado, que no haya regulación y continúen embolsando capitales de a montones. En dicha lógica no existen pequeños, medianos y grandes productores, todos piden lo mismo: ultraliberalismo económico. La intervención estatal vale solamente para tapar sus pérdidas. Miguens, Llambías, Buzzi, De Angeli no están en busca de una política agropecuaria a largo plazo, esperan que todo se mantenga de la misma forma, sin retenciones móviles. No son enemigos de los Kirchner, se han venido beneficiando ampliamente con estos últimos dos gobiernos. Empero, se niegan a discutir su balance comercial, su rentabilidad. Ellos creen que están siendo perjudicados a causa de los altos índices de inflación, entonces le muestran a la ciudadanía mediante la ayuda de los periodismos independientes que su saldo es deficitario.
Para no caer en más trampas, hay que remarcar que la verdadera vanguardia será la que afecte los intereses de los más pudientes, de aquellos que vieron incrementar en medida gigantesca su caudal durante estas últimas tres décadas de neoliberalismo pornográfico.
Tocar las altas rentas es un deber existencial del Gobierno que dice representar los deseos de las mayorías vulneradas y quiere un país donde todos estén incluidos y gocen de buena salud física y psíquica. No obstante, no alcanza únicamente con discutir la rentabilidad, también hay que recuperar lo que le pertenece al Estado argentino, que somos todos los habitantes de este suelo. YPF tiene que ser una empresa pública, no privada. Hay que volver a pensar en propiedad colectiva. Todavía estamos saliendo del abismo en que nos metió la patria financiera de Martínez de Hoz, la cual reinó hasta De la Rua incluido. Hay que industrializar el campo, generar un gran desarrollo agropecuario que garantice la provisión de alimentos a la población en términos de accesibilidad adquisitiva.
Que haya fracasado la resolución 125 no significa que el Ejecutivo cese en sus facultades de control y regulación de la economía abarcando a todos los sectores. Le queda como lección para la próxima vez, que deberá memorizar para no cometer los mismos errores, un cambio cualitativo en la comunicación de sus medidas hacia los actores económicos involucrados, así también considerando a gobernadores y jefes municipales como a otros organismos sociales. Sería auspicioso que el Gobierno no le vuelva a dejar servido semejante postre a la derecha política para que incinere el espacio público y aparezca vestida de salvadora de la patria (los verdugos saben perfectamente disfrazarse de héroes).
Para culminar, consta señalar que las conferencias de prensa de los gobernantes no son el sitio donde se definan los rumbos trascendentales a recorrer. Las más importantes decisiones de Estado por lo general se cocinan en privado y no tienen efecto inmediato en la sociedad. Recién ahora se está enjuiciando a los capataces del terrorismo estatal, a los halcones que acabaron con todas las palomas (si bien muchas de ellas no eran “inocentes” tampoco se merecían el fusilamiento a mansalva). Los hombres de verde sembraron el miedo y, de acuerdo con las órdenes del Poder Económico, dejaron a más de la mitad de la población en la miseria y la pobreza, sin empleo, y sobre todo, sin esperanzas. Algo está empezando a cambiar, deseamos que otro de los poderes fácticos (la Prensa) también siga ese camino. Si no hay democracia comunicacional muy difícil será que se puedan mantener en pie firmemente la institucionalidad y el Estado de Derecho.
Por Mauro Reynaldi
Licenciado en Comunicación Social de la UNR
Volviendo al dirigente empresarial de la entidad agraria, que tiene “apenas” siglo y medio de vida, según él, ellos son “una vanguardia transformadora”. O sea, ellos son el cambio, el futuro prometedor de grandes emociones. Lamentablemente hay que recordarle al señor Miguens que la institución que él preside fue desde sus comienzos mentora del régimen oligárquico conservador que gobernó nuestro país desde mediados del siglo diecinueve hasta fines de la década de 1930, cuyo sistema económico estaba organizado en torno al modelo agroexportador que generaba dependencia y sumisión a la Gran Bretaña imperialista. De ahí Argentina fue conocida como “el granero del mundo”, vivíamos de exportarles materias primas a los países desarrollados e importábamos productos manufacturados. No había industria nacional ni aparecía en el horizonte cercano una idea de Nación autónoma y libre como sí ocurría en América del Norte, quienes ya habían estado bajo el yugo de los ingleses. La soberanía era una falacia, como también lo fue la supuesta neutralidad argentina ante las guerras mundiales, puesto que participábamos en éstas en calidad de país dependiente que actuaba según los pasos de las naciones que nos subordinaban y expropiaban nuestros recursos.
El mimado modelo agroexportador es el que se ha reinstalado después de la caída de la convertibilidad neoliberal del dúo dinámico Menem- Cavallo, gestora de la destrucción del aparato industrial. Ahora la consigna versa en que unas pocas empresas y productores rurales cobren sus exportaciones a precio internacional y las viertan al mercado local al mismo valor omitiendo la asimétrica relación entre el peso nacional y el dólar. Ellos obtienen altas rentas gracias al dólar alto y hacen que la economía gire a su alrededor. Para hablar de políticas estatales en serio nunca el precio de los productos de la canasta familiar puede valer lo mismo para un ciudadano argentino que para alguien que vive en un país de Europa Central, por dar un ejemplo. Hay que proteger el mercado interno, y para ello se necesita la intervención del Estado con políticas activas que cubran el bolsillo de los sectores más postergados del sistema. Los ruralistas quieren que todo quede a manos del mercado, que no haya regulación y continúen embolsando capitales de a montones. En dicha lógica no existen pequeños, medianos y grandes productores, todos piden lo mismo: ultraliberalismo económico. La intervención estatal vale solamente para tapar sus pérdidas. Miguens, Llambías, Buzzi, De Angeli no están en busca de una política agropecuaria a largo plazo, esperan que todo se mantenga de la misma forma, sin retenciones móviles. No son enemigos de los Kirchner, se han venido beneficiando ampliamente con estos últimos dos gobiernos. Empero, se niegan a discutir su balance comercial, su rentabilidad. Ellos creen que están siendo perjudicados a causa de los altos índices de inflación, entonces le muestran a la ciudadanía mediante la ayuda de los periodismos independientes que su saldo es deficitario.
Para no caer en más trampas, hay que remarcar que la verdadera vanguardia será la que afecte los intereses de los más pudientes, de aquellos que vieron incrementar en medida gigantesca su caudal durante estas últimas tres décadas de neoliberalismo pornográfico.
Tocar las altas rentas es un deber existencial del Gobierno que dice representar los deseos de las mayorías vulneradas y quiere un país donde todos estén incluidos y gocen de buena salud física y psíquica. No obstante, no alcanza únicamente con discutir la rentabilidad, también hay que recuperar lo que le pertenece al Estado argentino, que somos todos los habitantes de este suelo. YPF tiene que ser una empresa pública, no privada. Hay que volver a pensar en propiedad colectiva. Todavía estamos saliendo del abismo en que nos metió la patria financiera de Martínez de Hoz, la cual reinó hasta De la Rua incluido. Hay que industrializar el campo, generar un gran desarrollo agropecuario que garantice la provisión de alimentos a la población en términos de accesibilidad adquisitiva.
Que haya fracasado la resolución 125 no significa que el Ejecutivo cese en sus facultades de control y regulación de la economía abarcando a todos los sectores. Le queda como lección para la próxima vez, que deberá memorizar para no cometer los mismos errores, un cambio cualitativo en la comunicación de sus medidas hacia los actores económicos involucrados, así también considerando a gobernadores y jefes municipales como a otros organismos sociales. Sería auspicioso que el Gobierno no le vuelva a dejar servido semejante postre a la derecha política para que incinere el espacio público y aparezca vestida de salvadora de la patria (los verdugos saben perfectamente disfrazarse de héroes).
Para culminar, consta señalar que las conferencias de prensa de los gobernantes no son el sitio donde se definan los rumbos trascendentales a recorrer. Las más importantes decisiones de Estado por lo general se cocinan en privado y no tienen efecto inmediato en la sociedad. Recién ahora se está enjuiciando a los capataces del terrorismo estatal, a los halcones que acabaron con todas las palomas (si bien muchas de ellas no eran “inocentes” tampoco se merecían el fusilamiento a mansalva). Los hombres de verde sembraron el miedo y, de acuerdo con las órdenes del Poder Económico, dejaron a más de la mitad de la población en la miseria y la pobreza, sin empleo, y sobre todo, sin esperanzas. Algo está empezando a cambiar, deseamos que otro de los poderes fácticos (la Prensa) también siga ese camino. Si no hay democracia comunicacional muy difícil será que se puedan mantener en pie firmemente la institucionalidad y el Estado de Derecho.
Por Mauro Reynaldi
Licenciado en Comunicación Social de la UNR
4 comentarios:
Seis transnacionales dominan el mercado cerealero a escala mundial. Facturan por año varias veces más que el PBI de algunos países de América Latina. Ellas nos hacen clientes cautivos y dirigen un proceso de encarecimiento de las producciones. (Y nuestros productores vernáculos tan contentos... creen que se trata de una "oportunidad"...)
Hay ejemplos de que estas empresas operan en combinación con organismos "de ayuda". En Etiopía les dieron a los campesinos paquetes de semillas genéticamente modificadas, tras una desvastadora sequía. Se plantó, se cosechó... y ahí la gente se dio cuenta que no podían volver a plantar, porque no tenían el gen reproductor. Si querían volver a sembrar tenían que comprarlas a Monsanto o a Archer Daniels Midland.
Está visto -a nivel mundial- que los alimentos no se dirigen al HAMBRE sino al dinero...
A esto lo comprende nuestra Presidenta; expresó en Tucumán, en el encuentro del Mercosur: "Hay una expresión muy rioplatense para nombrar las inversiones especulativas: TIMBA" Dijo también: "Lo que está sucediendo con los aumentos de los precios hoy es que los capitales especulativos dejaron de jugar al casino con los papeles inmobiliarios y empezaron a especular con la compra-venta de cosechas a futuro".
Es evidente que el mundo está ingresando en una nueva etapa de cambios económicos y sociales. La Argentina, con su potencial en alimentos, debe cuidar cada decisión y cada paso. Sobre todo, exigir que el Estado controle y regule una esfera que ya se ha convertido en instrumento de poder.
No vaya a ser que los dueños de los alimentos pasemos hambre...
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