El populismo derechista del ex senador Eduardo Duhalde complació al establishment local y, a su vez, se rigió por una lógica asistencialista con el fin de calmar las ansias de los conciudadanos que fueron arrojados, sin previo aviso, a la intemperie. Todavía hoy, le debemos al hombre que sostenía que estábamos “condenados al éxito” su amor patriótico, su gesto de grandeza al renunciar a la presidencia y llamar a elecciones para que su enemigo, Néstor Kirchner, ocupara la máxima magistratura. Aunque, más agradecidos aún, por el altruismo del cabezón, deben estar Maximiliano Kostecki y Darío Santillán. Seguramente el marido de Hilda “Chiche” González no se debe acordar de ellos, no importa: perdonar es divino, olvidar es humano.
Volviendo a los ideólogos del libremercado, podemos enumerar algunos consejos que nos daban en aquella belle epoque: para qué estudiar la Filosofía y la Historia, mejor dedicarse a la Informática, al Marketing, al estudio de los Mercados. Para qué engañarse con las problemáticas políticas y sociológicas propias de esta región, si queremos ser como los países primermundistas debemos hacer lo que ellos nos digan, o sea, copiar lo que hacen las potencias dominantes (aunque sigamos siendo siempre receptores, nunca emisores).
En la actualidad, estos sabelotodo de la cultura IN [Nota: la bautizaremos con esta nominación en contraposición a la cultura OUT que comprende a todos aquellos individuos que pregonan la integración latinoamericana, o sea, prefieren “caerse del mundo” y asociarse con sus vecinos regionales antes que pertenecer a ese maravilloso universo que representan los bondadosos lideres del G7] copan los medios de comunicación haciendo alusión a los nuevos males que acosan a los argentinos: el INdec, la INflación, la INseguridad, la INsolencia de los Kirchner por juzgar el pasado, la INocencia de la oposición por no ser lo demasiado dura con los atropellos a la “libertad” que comete nuestra Presidenta, quien además se relaciona con la cultura OUT -entabla negociaciones con Chávez, Evo y Correa, no condena al gobierno cubano por la violación de los Derechos Humanos que los seres IN tanto defienden (en especial si se trata de “pobres” ancianitos como Bussi y Menéndez), y encima, reestatiza Aerolíneas Argentinas-.
La cultura IN sigue vigente en nuestro país a pesar de la serie de colapsos que se vienen dando desde mediados de la década del setenta: golpe de Estado (1976), golpe de Mercado (1989), proceso de minimización del Estado y agrandamiento de los sectores explotadores y expropiadores de los bienes públicos (1989-2001), mega recesión y crisis más corralito financiero (2001), devaluación asimétrica (2002), y lockout desestabiliizador de los patrones campestres y fogoneo de los grandes multimedios comunicacionales limitando las posibilidades de la democracia (2008). Seguramente estaré obviando muchos hechos importantes que hacen a la esencia de esta cultura y de sus funcionarios que tanto hacen para hacernos creer que existe un pensamiento único, cuya verdad absoluta la marcan las leyes del Mercado. Entonces, si a los dueños del capital concentrado les va bien, todos somos felices, estamos Inside. De lo contrario, continuando en la misma línea ideológica, si nuestros gobernantes siguen antojados de autonomía, de mantener una posición soberana ante las grandes potencias capitalistas, entonces nos deparará un destino catastrófico y no habrá vuelta atrás. El dólar volverá a trepar a los 10 pesos como pronosticaban, acertadamente, los economistas de importantes firmas como CEMA, FIEL, y los discípulos de Domingo Cavallo.
Por suerte, no todo lo que brilla es oro ni tampoco todo lo que aparece en los medios es verdad. Cada cual puede expresar lo quiera porque estamos en democracia, aunque una cosa es lo que sucede en la empiria y otra muy distinta es lo que se dice que pasa allí. Ergo, hay veces que es mejor quedarse afuera y poder apreciar que existen muchas formas de ver los hechos. En cambio, si entramos nos quedaremos con la idea monolítica de que toda la realidad se observa en un solo color.
Por Mauro Reynaldi
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