jueves, 2 de octubre de 2008

Merecido

Hay que ser justos de vez en cuando y reconocer a los grandes hombres de nuestra historia.
El homenaje al ex presidente Raúl Alfonsín, a veinticinco años de la recuperación de la democracia, es un hecho que nos debe enorgullecer como ciudadanos que procuramos vivir en un país gobernado por el Estado de Derecho y sus instituciones al servicio del bienestar de todos los habitantes, sin distinción de clase social, etnia, sexo o religión. Alfonsín fue el impulsor del juicio a la Junta terorrista y genocida que encabezó Jorge Rafael Videla, y que fuera representativa de los intereses de la oligarquía urbana y rural argentina (sector social que aún hoy sigue gozando de los privilegios mal habidos que les dio la dictadura y el neoliberalismo) aliada al capital internacional. Lamentablemente, tras levantamiento carapintada de los milicos revanchistas en 1987, vinieron las infames leyes de Obediencia Debida y Punto Final, y las botas verdes volvieron a disfrutar de una impunidad que no se condice con los tiempos democráticos. Esto no fue sólo responsabilidad del ex mandatario radical, hubo una sociedad que no estuvo a la altura de las circunstancias. En todo caso, todos tuvimos algo de culpa por el debido castigo a los asesinos. Hubo una gran parte de la sociedad civil que se desentendió del tema, dando por sentado que lo peor ya había pasado y que todo se solucionaría de la noche a la mañana. Empero no fue así, llegó el golpe de Mercado vía hiperinflación, y después el menemismo, Pacto de Olivos en el medio, indultó a las maquinas de matar y destruyó la totalidad de los derechos de los trabajadores, además de regalar los recursos naturales al peor postor (dato menor).

Alfonsín tenía razón, acertó con su lema: "con la democracia se come, se educa y se cura". Es todavía una asignatura pendiente, una mochila pesada que lleva la dirigencia política. Es nuestro deber ser.

Se valora positivamente al ex Jefe del Poder Ejecutivo Nacional, por haber sido el primer presidente de la restauración democrática. Su política de derechos humanos es algo que no encontramos en los países vecinos que sufrieron las mismas atrocidades. Es una pena que haya persistido la teoría de los dos demomios, empero esto no le compete exclusivamente a él, fueron muchos, demasiados, los que miraron para otro lado, justificándose en el "algo habrán hecho" o "hay que olvidar el pasado y mirar para adelante". Es fácil juzgar la historia con el resultado a favor. Lo dificil es tener autocrítica y hacerse cargo de lo que hizo cada uno. Mucha gente democrática victorió a Galtieri y después se lavó las manos. La democracia es una construcción colectiva, donde todos cumplimos un rol. Sin política y políticos, dicha obra es simplemente imposible. Alfonsín fue un político de raza, aunque su comportamiento no haya sido el mejor durante estos últimos años, hay que saludar su iniciativa en aquellos momentos en que salíamos de la barbarie militar.
Bienvenido sea su homenaje.

Por Mauro Reynaldi.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Un homenaje leve, tampoco exageremos.