Prólogo:
Nacionalismo.
Nacionalismo.
Figuras del pensamiento nacional.
Narrativas nacionales.
Son tres ejes o segmentos direccionales que conforman este nuevo libro en el cual escriben diversos pensadores rosarinos. Los sujetos de investigación a simple vista parecen variados: el nacionalismo antes citado, Arturo Jauretche, John William Cooke, Germán Rozenmacher, Rodolfo Walsh, David Viñas y “El Eternauta”, entre otros. Pero, ¿son tan variados?, ¿o hay algo que los une, si se logra superar esa mirada superficial que acompaña en un principio toda lectura?
Si habláramos de nacionalismo, por caso, no es lo mismo el nacionalismo de los países centrales que aquel que se desarrolla en los países periféricos. Al usar estas categorías de países, pido sentidas disculpas a los progresistas de nuevo cuño (que no son muy diferentes a los progresistas de viejo cuño que padecimos oportunamente en los 70, aquellos que decían que nunca estaban dadas las condiciones para intentar un cambio de estructuras, léase: revolución). Pero ocurre que yo me siento mejor presentando las antinomias por su nombre: liberación o dependencia, imperio o nación, colonia o Patria, pueblo u oligarquía.
Aclarado este punto que no es menor, vuelvo al tema. En el campo político, son nacionalistas las doctrinas, partidos o movimientos cuyo principal objetivo pasa por la autodeterminació n nacional. En lo que a nosotros atañe, desde nuestra Latinoamérica, la premisa pasa por las luchas contra el colonialismo y otras modalidades más sutiles de dominación. Muy diferente es el mismo término (nacionalismo) cuando se asocia a las grandes potencias, países que están muy lejos de enfrentar una disyuntiva de sometimiento nacional y, por lo tanto, el significado de nacionalismo pasa a ser totalmente distinto y se convierte en imperialismo, centralismo o chauvinismo.
No hace mucho tiempo atrás sostuve una polémica con Osvaldo Bayer, que él mismo dio a conocer en su libro Entre-dichos. Allí le recordaba que en la Argentina, cuando se habla de pueblo se habla de patria como sinónimo, porque se trata de la misma esencia: sin pueblo no hay patria y sin patria no hay nación. ¿Por qué? Porque en nuestros países latinoamericanos, nacionalismo y patria fueron (y son) siempre los últimos bastiones del pueblo, inexpugnables, contra la entrega y la dominación imperialista. La patria y la nación a través del pueblo resistieron a toda tentativa de dependencia y explotación en nuestra historia y si bien no vencieron definitivamente, tampoco dejaron –con su lucha desigual y titánica- que se instalara un proyecto oligárquico definitivo y terminal.
Resumiendo: Patria. Nación. Nacionalismo. Pero no cualquier nacionalismo: el nacionalismo popular, no de elite, y que además se potencie en nacionalismo revolucionario, para cambiar las estructuras de dominación vigentes.
Este pueblo también tuvo intelectuales comprometidos con la liberación. Intelectuales que en diversas épocas de nuestra historia contemporánea, supieron de qué lado estaban y qué valores defendían. Estudiarlos, asimilarlos y comprenderlos es el mejor tributo que le podemos hacer, para poder así continuar la lucha y el compromiso que ellos asumieron en circunstancias tan adversas como difíciles. Creo que esa es la razón esencial y fundamental de este libro, que hoy tengo en honor de prologar.
Son tres ejes o segmentos direccionales que conforman este nuevo libro en el cual escriben diversos pensadores rosarinos. Los sujetos de investigación a simple vista parecen variados: el nacionalismo antes citado, Arturo Jauretche, John William Cooke, Germán Rozenmacher, Rodolfo Walsh, David Viñas y “El Eternauta”, entre otros. Pero, ¿son tan variados?, ¿o hay algo que los une, si se logra superar esa mirada superficial que acompaña en un principio toda lectura?
Si habláramos de nacionalismo, por caso, no es lo mismo el nacionalismo de los países centrales que aquel que se desarrolla en los países periféricos. Al usar estas categorías de países, pido sentidas disculpas a los progresistas de nuevo cuño (que no son muy diferentes a los progresistas de viejo cuño que padecimos oportunamente en los 70, aquellos que decían que nunca estaban dadas las condiciones para intentar un cambio de estructuras, léase: revolución). Pero ocurre que yo me siento mejor presentando las antinomias por su nombre: liberación o dependencia, imperio o nación, colonia o Patria, pueblo u oligarquía.
Aclarado este punto que no es menor, vuelvo al tema. En el campo político, son nacionalistas las doctrinas, partidos o movimientos cuyo principal objetivo pasa por la autodeterminació n nacional. En lo que a nosotros atañe, desde nuestra Latinoamérica, la premisa pasa por las luchas contra el colonialismo y otras modalidades más sutiles de dominación. Muy diferente es el mismo término (nacionalismo) cuando se asocia a las grandes potencias, países que están muy lejos de enfrentar una disyuntiva de sometimiento nacional y, por lo tanto, el significado de nacionalismo pasa a ser totalmente distinto y se convierte en imperialismo, centralismo o chauvinismo.
No hace mucho tiempo atrás sostuve una polémica con Osvaldo Bayer, que él mismo dio a conocer en su libro Entre-dichos. Allí le recordaba que en la Argentina, cuando se habla de pueblo se habla de patria como sinónimo, porque se trata de la misma esencia: sin pueblo no hay patria y sin patria no hay nación. ¿Por qué? Porque en nuestros países latinoamericanos, nacionalismo y patria fueron (y son) siempre los últimos bastiones del pueblo, inexpugnables, contra la entrega y la dominación imperialista. La patria y la nación a través del pueblo resistieron a toda tentativa de dependencia y explotación en nuestra historia y si bien no vencieron definitivamente, tampoco dejaron –con su lucha desigual y titánica- que se instalara un proyecto oligárquico definitivo y terminal.
Resumiendo: Patria. Nación. Nacionalismo. Pero no cualquier nacionalismo: el nacionalismo popular, no de elite, y que además se potencie en nacionalismo revolucionario, para cambiar las estructuras de dominación vigentes.
Este pueblo también tuvo intelectuales comprometidos con la liberación. Intelectuales que en diversas épocas de nuestra historia contemporánea, supieron de qué lado estaban y qué valores defendían. Estudiarlos, asimilarlos y comprenderlos es el mejor tributo que le podemos hacer, para poder así continuar la lucha y el compromiso que ellos asumieron en circunstancias tan adversas como difíciles. Creo que esa es la razón esencial y fundamental de este libro, que hoy tengo en honor de prologar.
Roberto Baschetti
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