domingo, 9 de agosto de 2009

Carta de un Director de la CABA

Al Señor
Jefe de Gobierno de la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires
I
ngeniero Mauricio MACRI
Presente
De mi mayor consideración y respeto:

Tengo el alto honor de dirigirme a Usted y a todo el elenco que lo secunda, con el fin de solicitarles rectifiquen o ratifique lo expresado ante los medios de difusión, donde fueron vertidas el pensamiento de los mismos con respecto a los docentes en general, diciendo que: “son todos Vagos”.
Lamento que tanto el señor Jefe como los miembros de su equipo de trabajo, piensen así de los maestros, porque me hacen dudar que clase de educación recibieron y si aquellos que los formaron fueron unos Vagos y ustedes son el producto y muestra o resultante de esa vagancia.
Los invito a ustedes a demostrar ante la comunidad y ante toda la sociedad, la veracidad de lo que dicen.
La escuela pública argentina ha sido y es una de las mejor consideradas a nivel internacional a través de toda su historia. Los educadores argentinos siempre han sido modelo de abnegación, compromiso y capacidad.
Para su conocimiento y el de todos sus laderos, le informo que el docente es uno de los más decentes de todos los profesionales, junto con los médicos, enfermeros y demás personal de la salud.
El que abraza la vocación por la enseñanza, jamás lo hace pensando en enriquecerse, ni en hacer fortuna con su trabajo. Lo hace, como una forma de llegar al prójimo, sobre todo al más necesitado, para brindarle por medio de un acercamiento al mundo del conocimiento y de las ideas, las herramientas necesarias para no caer en la esclavitud de aquellos que los pretenden ignorantes para poder manejarlos a su antojo y en beneficio propio.
Los docentes, esos Vagos, hacen todo lo que ustedes por negligencia, omisión o por estar atendiendo sus propios intereses dejan de hacer.
Los docentes son esos Vagos que día a día le brindan a cantidad de hambrientos de la panza y del corazón todo el alimento que está a su alcance, son los que prestan oído a esos padres desesperados por no tener trabajo y no tener con que alimentar a sus hijos. Son el paño de lágrimas de tantas madres solteras y/o abandonadas que no saben como educar solas a sus hijos sin los medios ni la preparación para hacerlo ante una sociedad llena de personajes que se encaraman en los más altos puestos del poder político, solamente para alcanzar sus más mezquinos intereses y aspiraciones, olvidándose de las promesas que hicieron a esos ingenuos, que creyeron en sus promesas y les permitieron con su voto llegar al lugar a donde han llegado.
Los docentes, esos Vagos, son los que pelean día a día con la vida y los medios para conseguir que todos sus alumnos tengan los útiles y herramientas que la familia no les puede brindar, para aproximarse al conocimiento.
Esos Vagos, son los que cuando un niño está enfermo, triste o presenta alguno de los tantos síntomas de abusos a los que son sometidos por mayores inescrupulosos, se preocupan por ellos, les brindan su apoyo incondicional y desinteresado, y se juegan ante la justicia para salvar a muchos de más humillación y más oprobio.
Los docentes, esos Vagos, son los que están permanentemente junto al niño y la familia.
Son los que se quedan fuera de horario para atender a ese niño cuyos padres no concurren a tiempo a retirarlos de los establecimientos por algún percance ocasional se lo impide, o por aquellos que consideran que la escuela es una guardería.
Son los que le sacan horas de atención a su familia para capacitarse permanentemente, para preparar sus clases, para corregir las tareas….
Si tanto odian a los maestros como para decir que son Vagos, porque no se fijan y concurren a las escuelas, con verdaderas necesidades, a interesarse por las mismas y no digitar desde sus escritorios que nuevos negociados perpetrarán escondidos detrás del lema de una supuesta mejora en la calidad educativa.
Estoy dolido, molesto y rabioso con usted y con todo su equipo, pero lo que se hace se paga de una u otra forma, en esta u otra vida, pero siempre se paga.
Y para que sepan señor Jefe de Gobierno y laderos, esta carta la estoy escribiendo en mi casa, después de una jornada intensa de trabajo esforzado y honrado, ingreso todos los días a las 07.30 de la mañana y me retiro de la escuela pasadas las 18.30 todos los días, sin contar los que he trabajado hasta las 21.00, 22.00 y hasta 23.00 horas, trabajando sin el pago de una sola hora extra, en forma silenciosa y permanente, pensando en el material humano que son mis chicos y en esa manga de Vagos que son mis maestros y de los cuales aprendo todos los días el arte de la entrega y el renunciamiento.
Yo escribo esta misiva desde el dolor que me provoca la ignorancia, arrogancia, soberbia y petulancia de los que nos “gobiernan”, que se permiten llamarles Vagos a aquellos que se entregan permanentemente y en forma desinteresada al servicio de los que más necesitan.
Escribo porque considero que si los que “Trabajan y no son vagos”, son como ustedes que no hacen otra cosa servirse del cargo que ostentan en propio beneficio y no como tendría que ser, estar al servicio de los demás desde el cargo, prefiero ser VAGO y no trabajador como ustedes.
Porque le he encontrado una nueva acepción o significado a esa palabra, que no está en ningún diccionario, pero si en el corazón de cada docente:
· V de valiente por enfrentarse en el día a día con las miserias humanas y tratar de brindar a los más necesitados la caricia de una palabra y el pan del amor sincero.
· A de audaz y de arriesgado por intentar cambiar desde ese pequeño puesto de maestro un mundo lleno de injusticias y de mezquindades.
· G de generoso porque para el que lo tiene todo ser generoso no es ningún mérito, si lo es para el que no tiene casi nada y lo da todo, sin esperar compensación alguna ni gloria vana.
· O de orgulloso por la diaria tarea, ardua y silenciosa de tratar de sembrar en nuestros niños sueños de libertad, de igualdad, de solidaridad.
Todo eso de lo que ustedes carecen.
Irrespetuosamente suyo, porque el respeto hay que merecerlo y hay que ganarlo, esperando su reparación pública a la ofensa inferida, de igual manera les saluda.
Roberto Juan Demarchi

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