miércoles, 19 de agosto de 2009

Cromañón

Algunas reflexiones sobre la tragedia de la discoteca República de Cromañón. El propósito aquí no es hacer un balance ni análisis sobre el fallo del juzgado, sino tratar de entender cuáles fueron las causas simbólicas de dicho siniestro, cuyas consecuencias dieron como resultado un claro beneficiario: Mauricio Macri.

Empecemos por el principio, quien pagó primero por el incendio del local donde se realizaban asiduamente recitales de rock fue el entonces Jefe de Gobierno de la ciudad autónoma de Buenos Aires, Aníbal Ibarra. Injustamente, el ex mandatario tuvo que dejar su cargo tras un juicio político realizado a complacencia del ánimo exacerbado de los familiares de las víctimas de la catástrofe del 30 de diciembre de 2004 y también de la tribuna mediática que pedía a gritos la cabeza del encargado del poder ejecutivo porteño. Digo injustamente porque Ibarra no fue quien prendió las béngalas que ocasionaron el incendio ni fue quien bloqueó las puertas de emergencia para que la gente no pudiera abandonar el lugar. Este castigo fue en sintonía con el discurso de la antipolítica que suele responsabilizar de todos los males que ocurren en la sociedad a los políticos profesionales eximiendo de culpas al resto de los ciudadanos que, pobres de ellos, cumplen siempre a rajatabla con sus deberes cívicos. Ibarra pudo haber tenido responsabilidad en no controlar adecuandamente, inspeccionado los centros nocturnos donde se realizan espectáculos para públicos masivos. Sin embargo, si una disco tiene capacidad para entre mil y mil quinientas personas y concurren dos mil más de lo permitido, entonces la responsabilidad es exclusivamente de los organizadores del evento y del dueño del boliche. Aunque para ser más claros y concisos, debemos decir que la responsabilidad le cabe a todos aquellos involucrados en dicho show, pues si tanta gente quería ver a la banda Callejeros tocar en vivo, se podrían haber organizado más funciones así nadie quedaba afuera, y era más cómodo para todos. Si lo único que imperaba era recaudar la mayor cantidad de dinero posible en una noche, entonces este acontecimiento atroz tuvo lógica. La ambición arruinó una vez más el espectáculo popular, dejando casi 200 muertos.
Volviendo a Ibarra, lo que pasó en Capital Federal pudo haber sucedido en cualquier parte del país. Ibarra podrá haberse movido negligentemente, ineficazmente. Empero, ¿qué deberíamos decir de los atentados a la embajada de Israel y a la AMIA durante la primera presidencia de Carlos Menem? Aquí sí hubo una notoria intencionalidad, el objetivo era atacar a la comunidad judía argentina; y en estos actos terroristas, encubiertos por el propio menemismo, muchos apuntan hacia la complicidad del riojano.

Si medimos con la misma vara, así como Ibarra fue destituido de su función como gobernante de la ciudad de Buenos Aires, entonces Menem debería estar condenado a cadena perpetúa.

No es casual que tras la tragedia, Ibarra haya sido depuesto y la fuerza política de Mauricio Macri, el Pro, primero ganara las elecciones legislativas en la ciudad en el año 2005 y luego llegara a la gobernación del municipio en el 2007.

Sin embargo, como no queremos caer en reduccionismos, no es pertinente echarle la culpa de este horroroso incidente a Omar Chabán, la banda Callejeros, los funcionarios públicos, los miembros del público que llevaron pirotecnia y la utilizaron en un lugar cerrado como se sabía que era Cromañón.

El problema para este escriba es más bien cultural, tiene que ver con un estado de cosas decadente por el cual el rock dejo de ser un movimiento artístico sociocultural que se manifestaba en contra de las injusticias del sistema capitalista, del autoritario orden establecido allá por los años sesenta del siglo pasado, cuando surgieron íconos como los Beatles, Rollings Stones, The Who, Led Zeppelin, MC5, Pink Floyd, The Kinks, Frank Zappa, Black Sabbath, The Stooges, Bob Dylan, David Bowie, entre otros. El rock pasó de ser un movimiento transformador, liberador - quizá suene osado lo que voy a expresar, pero esta movida tuvo más influencia en la juventud, en las nuevas generaciones, que los libros de filósofos importantes como Lacan, Foucault, Deleuze, Guatari, Hannah Arendt, etc. o sea, fue más influyente que cualquier voz académica de la época, fue una verdadera revolución- a convertirse en una moda, en un estilo de vida amalgamado por el mismo sistema que combatía.

Es loable que el rock se haya popularizado, que cada día llegue a más gente en distintos países del mundo. Lo negativo, lo que va en contra de su esencia, de aquello que le dio origen es lo que ocurrió en nuestro país, donde se futbolizó. El rock aun conserva, producto de sus mutaciones, un carácter novedoso, crítico y provocador. Empero, acá a través de su futbolización, es decir, de que las bandas compitan mediante sus seguidores como si se tratara de dos clubes de fútbol enfrentados de por vida, ha hecho que este movimiento perdiera su impacto creativo, su ámbito de debate de ideas sobre el arte y la sociedad en la que se produce. El caso más emblemático ha sido la eterna rivalidad entre dos grupos, ya disueltos, como Los Redonditos de Ricota y Soda Stereo. Donde según el acartonado sentido común sostenía que los primeros hacían un rock para las clases populares mientras los segundos componían para las clases altas. Tremenda falacia, pues ambas bandas han llenado la cancha de River Plate y son populares en todo el país y también son conocidos en el resto del continente, especialmente Soda. Lo que caracteriza también a ambas es que nunca le temieron al hecho de enfrentar riesgos, no cesaron en la búsqueda artística. Han ido cambiando sus estilos, sus sonidos, sin perder identidad. Siempre mutando para dar más de sí, y no estancarse en la fórmula que les dio éxitos. Estas concepciones artísticas nada tienen que ver con la decadencia actual del rock que se ha vuelto un negocio gigante, donde lo "under" no dista mucho de lo "comercial".

En Gran Bretaña, por ejemplo, Blur y Oasis, dos grupos representativos de ese movimiento musical dado a conocer como "brit pop" en los años noventa, se disputaron a través de sus producciones discográficas y de sus presentaciones en vivo, el papel protagónico en la escena del rock británico durante toda la última década del siglo XX. En esta contienda primaba lo artístico, la puesta en juego de estilos diferentes que querían "adueñarse" del rock ingles apelando a la sagacidad creativa de cada uno. Una competencia regida por la busca incansable por dejar una marca en la historia de este género. No negaban la tradición, la reconfiguraban constantemente en cada álbum. El rock dialéctico que tendía a romper con sus propias fronteras, tal como lo venían haciendo en la Argentina, como acabamos de señalar, por un lado el Indio Solari junto a Sky Beilinson y Gustavo Cerati, Zeta Bossio y Charly Alberti, por el otro.

Para cerrar esta nota, acudimos a dos letras de canciones bien significativas y simbólicas de una de las bandas más lujuriosas y riesgosas que surgió a principios de 1990 en nuestro país, nos referimos a Babasónicos y dos temas musicales, uno del disco Infame (2003), Once (track 14) y Pobre duende (track 5) de Anoche (2005). El antes y el después de la fatalidad que vivió el ambiente rockero a finales del 2004. La primera es sumamente premonitoria como quien huele algo raro.

Si no gusta este final, podemos quedarnos con que los únicos y grandes culpables de esta tragedia fueron Aníbal Ibarra y Omar Chabán, y no una sociedad que preferió el individualismo a ultranza, dejar de pensar en proyectos colectivos para querer, egoístamente, todo aquí y ahora a cualquier costo, sin importar qué pasa con el prójimo. O sea, este hecho trágico como parte de la resaca menemista.

Por Mauro Reynaldi

2 comentarios:

Rama dijo...

Buen análisis. Saludos

Al centro y adentro dijo...

Gracias Rama. Saludos.