Cuando la palabra no existía en la tierra, todo eran signos.
Reinaban las leyes del universo, y el hombre, sin entenderlas, se avenía a ellas.
El sosiego, el silencio y las equivalencias destacaban.
Entonces el hombre quiso...
Quiso...
Apareció la palabra.
Irrumpió el arado, las medidas, el tarifario, la espada.
El hombre se hizo poderoso, pero ya no podía convivir con la naturaleza sin torcerla.
La consonancia se interrumpió.
La palabra copuló con el silencio, la desazón con el sosiego, lo dispar con la probidad.
El silabario se bifurcó.
Hoy, el hombre reemprende la búsqueda de lo perdido allá lejos.
El silencio, las señales, la alegoría, el sino.
La imagen acústica del laconismo.
No hubo nunca otra cosa que balbuceos... representando el germen.
Por Juan Disante
1 comentario:
Con el debido respeto, Juancito, me parece que tenés un gran kilombo en el mate. O en una de esas soy yo el incapaz de interpretarte. Hace pensar. saludos juan carlos
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