Siempre vale la pena aclarar una diferencia que existe en el análisis político, es la que se da cuando hablamos de aquello que consideramos como conservador y aquello otro que caracterizamos como reaccionario. Los conservadores son quienes quieren mantener lo establecido tal como está, o sea, el status quo. En cambio, los reaccionarios son quienes promueven volver a un pasado supuestamente exitoso, pero en realidad dicho pasado por lo general tiene que ver con un orden muy restrictivo que favorece exclusivamente a una minoría mientras las mayorías carecen de hasta los indispensables derechos civiles. Esto sucede en las dictaduras o en los regimenes totalitarios.
En el primer caso se trata de sectores de la vida política que quieren una democracia formal donde todos participen pero las decisiones las tomen solamente los elegidos por el voto de la ciudadanía a su propio antojo, el cual generalmente no es tan propio sino que responde a los intereses de las clases dominantes, de los privilegiados por el sistema. En el segundo caso también se favorece a los poderosos, pero sin el respaldo de la mayoría de la población. Funciona a base del autoritarismo, la represión y hasta eliminación de los disidentes, tras ser disuelto el Estado de Derecho.
Por lo que podemos apreciar entonces, tanto conservadores como reaccionarios gobiernan para el beneficio de una minoría que tiene el control de toda la sociedad. Aunque los primeros actúan dentro de un orden democrático, cumpliendo sus normas, mientras que los otros lo alteran y violan e imponen por la fuerza (que suele ser lo más común, pero también pueden hacerlo por la vía electoral como pasó con el nazismo en Alemania) un régimen dictatorial que excluye a todos los que no están de acuerdo.
Lo que intento hacer con esta aclaración entre lo que son los conservadores y los reaccionarios- que al fin y al cabo no son otra cosa más que dos versiones de la derecha- es señalar que siempre es preferible para la democracia que gobierne el conservadurismo antes que el fascismo, por más que en algunos casos cuesta distinguir bien entre uno y otro, como sucede actualmente en la ciudad autónoma de Buenos Aires, donde conviven las dos modalidades derechistas. Decimos que es preferimos a los conservadores, pues a ellos se los puede vencer en las urnas. Mientras gobiernen ellos, puede existir una fuerza progresista que vaya creciendo desde la oposición generando una alternativa política que puedan elegir los ciudadanos para cambiar dentro del marco democrático. Así las minorías tienen el poder de modo transitorio y no permanente (vitalicio) como sucedería si son los reaccionarios quienes están a cargo del Poder Ejecutivo de la nación. Esto es lo que está en disputa en el ballotage para elegir presidente en dereChile, donde compiten el concertador Eduardo Frei (de la Democracia Cristiana) y el neopinochetista Sebastián Piñera de la Alianza por Chile. La izquierda, a través de la voz de su candidato Marcos Enríquez-Ominami, quien hiciera una muy buena elección en la primera vuelta sacando el 20 % de los votos, ha decidido apoyar a la Concertación para no retornar a ese pasado de penurias que representa Piñera. Obviamente que no creemos que el candidato aliancista gobierne a lo Pinochet, instalando una dictadura, esto es imposible, pero si que se retrocederá en todo lo que tiene que ver con el juzgamiento de los militares que cometieron crímenes de Lesa Humanidad en el país andino y que dicha nación estará mucho más cerca de los Estados Unidos de lo que ya está ahora, que es demasiado. Será profundizar las políticas neoliberales en desmedro de la integración regional. No llamará la atención que Piñera tenga una relación disonante con los gobiernos de Bolivia, Ecuador y Venezuela, particularmente. Enríquez-Ominami vio esto y no dudo en pronunciarse a favor de Frei. Tuvo una postura que deberían aprender políticos locales como Fernando Solanas y Claudio Lozano. No todo es lo mismo. No es igual que en las reuniones de UNASUR esté Piñera en vez de Frei, este último continuará los acuerdos que entabló la presidenta Michelle Bachellet. En cambio, el empresario seguramente, ante la presión norteamericana, vaya contra estos convenios. La izquierda sabe que con Frei va a poder seguir avanzado, ganando terreno, desde su independencia del oficialismo, logrando así llevar adelante las políticas progresistas similares a las que están produciendo los otros países sudamericanos.
Sin embargo, lo de Piñera está a tono con lo que sucede en Venezuela (que ya aconteció a mediados del año pasado con el golpe de Estado en Honduras) donde la derecha, las corporaciones de la oligarquía están desestabilizando al gobierno popular de la Revolución Bolivariana que comanda Hugo Chávez. El establishment económico, bajo la tutela del “progresista” mandato estadounidense de Obama, junto al imperio de los medios masivos de desinformación está generando nuevamente una situación de caos, yendo contra la voluntad popular, la cual viene abrumadoramente eligiéndolo a Chávez, al proceso revolucionario que está liderando, durante una década ininterrumpida. Los sectores retrógrados venezolanos y yanquis no toleran que exista una alternativa real al neoliberalismo. Esta está encarnada en la República Bolivariana, el más digno y entrañable ejemplo para América Latina, para cumplir los sueños de Bolívar, San Martín y O’ Higgins. Ante esto se alza la avanzada reaccionaria. Quiere impedir la consolidación de la patria grande latinoamericana que se viene gestando desde hace diez años. Esto es lo que está en juego: evitar que el imperio yanqui y sus cipayos sudacas sigan cercando nuestras democracias, cercenando nuestra soberanía.
¿Continuará?
Por Mauro Reynaldi
En el primer caso se trata de sectores de la vida política que quieren una democracia formal donde todos participen pero las decisiones las tomen solamente los elegidos por el voto de la ciudadanía a su propio antojo, el cual generalmente no es tan propio sino que responde a los intereses de las clases dominantes, de los privilegiados por el sistema. En el segundo caso también se favorece a los poderosos, pero sin el respaldo de la mayoría de la población. Funciona a base del autoritarismo, la represión y hasta eliminación de los disidentes, tras ser disuelto el Estado de Derecho.
Por lo que podemos apreciar entonces, tanto conservadores como reaccionarios gobiernan para el beneficio de una minoría que tiene el control de toda la sociedad. Aunque los primeros actúan dentro de un orden democrático, cumpliendo sus normas, mientras que los otros lo alteran y violan e imponen por la fuerza (que suele ser lo más común, pero también pueden hacerlo por la vía electoral como pasó con el nazismo en Alemania) un régimen dictatorial que excluye a todos los que no están de acuerdo.
Lo que intento hacer con esta aclaración entre lo que son los conservadores y los reaccionarios- que al fin y al cabo no son otra cosa más que dos versiones de la derecha- es señalar que siempre es preferible para la democracia que gobierne el conservadurismo antes que el fascismo, por más que en algunos casos cuesta distinguir bien entre uno y otro, como sucede actualmente en la ciudad autónoma de Buenos Aires, donde conviven las dos modalidades derechistas. Decimos que es preferimos a los conservadores, pues a ellos se los puede vencer en las urnas. Mientras gobiernen ellos, puede existir una fuerza progresista que vaya creciendo desde la oposición generando una alternativa política que puedan elegir los ciudadanos para cambiar dentro del marco democrático. Así las minorías tienen el poder de modo transitorio y no permanente (vitalicio) como sucedería si son los reaccionarios quienes están a cargo del Poder Ejecutivo de la nación. Esto es lo que está en disputa en el ballotage para elegir presidente en dereChile, donde compiten el concertador Eduardo Frei (de la Democracia Cristiana) y el neopinochetista Sebastián Piñera de la Alianza por Chile. La izquierda, a través de la voz de su candidato Marcos Enríquez-Ominami, quien hiciera una muy buena elección en la primera vuelta sacando el 20 % de los votos, ha decidido apoyar a la Concertación para no retornar a ese pasado de penurias que representa Piñera. Obviamente que no creemos que el candidato aliancista gobierne a lo Pinochet, instalando una dictadura, esto es imposible, pero si que se retrocederá en todo lo que tiene que ver con el juzgamiento de los militares que cometieron crímenes de Lesa Humanidad en el país andino y que dicha nación estará mucho más cerca de los Estados Unidos de lo que ya está ahora, que es demasiado. Será profundizar las políticas neoliberales en desmedro de la integración regional. No llamará la atención que Piñera tenga una relación disonante con los gobiernos de Bolivia, Ecuador y Venezuela, particularmente. Enríquez-Ominami vio esto y no dudo en pronunciarse a favor de Frei. Tuvo una postura que deberían aprender políticos locales como Fernando Solanas y Claudio Lozano. No todo es lo mismo. No es igual que en las reuniones de UNASUR esté Piñera en vez de Frei, este último continuará los acuerdos que entabló la presidenta Michelle Bachellet. En cambio, el empresario seguramente, ante la presión norteamericana, vaya contra estos convenios. La izquierda sabe que con Frei va a poder seguir avanzado, ganando terreno, desde su independencia del oficialismo, logrando así llevar adelante las políticas progresistas similares a las que están produciendo los otros países sudamericanos.
Sin embargo, lo de Piñera está a tono con lo que sucede en Venezuela (que ya aconteció a mediados del año pasado con el golpe de Estado en Honduras) donde la derecha, las corporaciones de la oligarquía están desestabilizando al gobierno popular de la Revolución Bolivariana que comanda Hugo Chávez. El establishment económico, bajo la tutela del “progresista” mandato estadounidense de Obama, junto al imperio de los medios masivos de desinformación está generando nuevamente una situación de caos, yendo contra la voluntad popular, la cual viene abrumadoramente eligiéndolo a Chávez, al proceso revolucionario que está liderando, durante una década ininterrumpida. Los sectores retrógrados venezolanos y yanquis no toleran que exista una alternativa real al neoliberalismo. Esta está encarnada en la República Bolivariana, el más digno y entrañable ejemplo para América Latina, para cumplir los sueños de Bolívar, San Martín y O’ Higgins. Ante esto se alza la avanzada reaccionaria. Quiere impedir la consolidación de la patria grande latinoamericana que se viene gestando desde hace diez años. Esto es lo que está en juego: evitar que el imperio yanqui y sus cipayos sudacas sigan cercando nuestras democracias, cercenando nuestra soberanía.
¿Continuará?
Por Mauro Reynaldi
2 comentarios:
Muy buen análisis, Mauro
Tienes toda la razón en muchos aspectos. Los chilenos no saben el error y la trampa en que han caído, que si o estamos alerta, puede significar años de retroceso ¿privatizar Codelco, lo poco y nada que queda pues la derecha lo privatizó todo? Si hasta privatizaron el agua, que la ONU alguna vez deberá decir que se trata de un derecho básico y mínimo para la humanidad.
Es bueno tu análisis
Lo he recomendado en mi blog
No creo que este cambio de gobierno de un volantazo como estamos acostumbrados en este pais.En cuanto a los enemigos de la "revolucion bolivariana" no son mas que sus politicas progresistas economicas que no hacen mas que generar inflacion y desabastecimientos por lanzar toneladas de guita a la gente para el consumo y por el otro lado desincentivar inversiones.
saludos allendistas
J M
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