Parafraseando al General José de San Martín: "seamos opositores, lo demás no importa nada". Esta es la consigna de cabecera que caracteriza a la derecha y a los sectores más reaccionarios de la sociedad argentina. Así, lo importante es estar en contra de la gestión presidencial de Cristina Fernández, pasando por alto a su vez, que son los mismos opositores quienes se han favorecido con las políticas del Gobierno. Resulta increíble que el Congreso de la Nación esté compuesto en su mayoría (si contamos a los legisladores de la oposición y a los ex menemistas que integran las filas del oficialismo) por hombres y mujeres que dicen representar al pueblo argentino, luego de haber cooperado con el gran capital internacional en el hurto de nuestro país, en el periodo que va desde 1990 hasta el 2003. Y más, algunos sirvieron también a la dictadura y otros a la derechización del alfonsinismo en los últimos años de la década del '80.
La oposición es sinónimo de destrucción. Es un conglomerado de dirigentes políticos, económicos, eclesiásticos, judiciales, culturales, sindicalistas, que trabajan para que vuelvan a gobernar la Argentina, los más fuertes, los que tienen más poder y más influencia en la sociedad civil. Están para devolverles el mando a las minorías (que de iluminadas y vanguardistas no tienen nada, más bien todo lo contrario, son quienes sumergieron al país en la miseria material y humana) en perjuicio de las mayorías.
Ahora bien, que estemos ante un arco opositor, por inercia destructivo, esto no implica directamente que nos encontremos en la antesala de un golpe de Estado o institucional. Más bien el accionar de la oposición consiste en desgastar lo máximo posible al Gobierno, para ganar las elecciones presidenciales del 2011. Este es el fin de los opositores. El adelantamiento de los comicios no les conviene porque no pueden ponerse de acuerdo siquiera en cómo rechazar un DNU (decreto de necesidad y urgencia) del Poder Ejecutivo
El kirchnerismo por su parte, además de andar ventilando a cada rato que hay un clima golpista, se presenta como si fuera el creador de un nuevo modelo político y económico que está haciendo de la Argentina una nación pujante, como si estuviésemos en el medio de un proceso revolucionario. No somos lo peor de Sudamérica como nos quiere hacer creer la oposición ni tampoco una potencia mundial como sostienen la Presidenta y su movimiento. Estamos mejor que en el 2003, pero aún quedan muchos temas por resolver que no aparecen en los debates públicos, como lo es la falta de mención sobre la concentración de las riquezas por parte de la elite dominante y el control de los recursos naturales y de los servicios públicos en manos del sector privado .
Podemos afirmar que al establishment financiero y agromediático, el modelo redentor que dicen defender los Kirchner les favorece. Las clases medias (mediáticas) y altas están cada vez mejor gracias a la conducción económica de la primera mandataria y su equipo gubernamental. Crecen constantemen el consumo y las inversiones. Y la inflación, como siempre, perjudica a los sectores populares. Entonces, la oligarquía y gran parte de la clase media (el medio pelo) arremeten contra el mandato del Frente para la Victoria, no tanto por este modelo socioeconómico y cultural que está llevando a la práctica, sino por las formas. Por el empleo de medidas que tomó como las reestatizaciones de Aerolíneas y del sistema previsional, el enjuiciamiento a los genocidas del proceso militar (1976-83) y la sanción de la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Sin embargo, están satisfechos porque la estructura de la sociedad no ha sido gravemente modificada, a pesar de las enormes injusticias sociales que existen. Los ricos han aumentado considerablemente sus ganancias en estos siete años de gobiernos K, pagando impuestos muy bajos.
El kirchnerismo que se colorea con hermosos discursos, le sigue haciendo el juego a la derecha. Entra en los sin sentidos de la oposición y olvida, u omite directamente, ir hacia una reforma estructural del sistema económico que termine con la consolidación del monocultivo de soja e industrialice el país para la inclusión de todos los argentinos, con trabajo y buen vivir general.
Empezamos este texto nombrando a San Martín y finalizamos escribiendo sobre la muy mala calidad de la política nacional, donde los pensamientos han sido reemplazados por el palabrerío hueco que caracteriza a la mayoría de los políticos criollos. En estos casi doscientos años de vida que tiene Argentina de vida, hemos cambiado a los San Martín, Belgrano, Mariano Moreno, Castelli, Monteagudo, Echeverría, Alberdi, Sarmiento, Alem, Juan B. Justo y Lisandro de la Torre por los Aguad, Gerardo Morales, Pampuro, De Narváez, Solá, Scioli, Juez, Macri, Duhalde, Gioja, Lifschitz, etc.
Es la Argentina del Bicentenario, nos preparamos para celebrar con soja y bajo el dominio opositor impresentable. Es la nación que elije pelearse con Gran Bretaña, símbolo de civilización y progreso, en vez de tomarla como ejemplo de República. Carecemos de una gran burguesía industrial como tienen Brasil, en cambio sino tenemos una clase dominante parasitaria. En vez de partidos políticos, tenemos rejuntes de dirigentes que van de un lado para el otro con el único motivo de seguir gozando los privilegios que le otorga la política.
Por Mauro Reynaldi
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