A un año de la muerte de Raúl Ricardo Alfonsín, se pueden decir un montón de cosas sobre él, uno de los políticos más relevantes en la historia argentina y latinoamericana contemporánea. Fue un personaje que intentó cambiar el cruel porvenir que signó el atroz proceso que comenzó en nuestro país a partir del fallecimiento del General Juan Domingo Perón en 1974. A fines del año 1983 con el líder radical a la cabeza, Argentina restauró el Estado de derecha y el sistema democrático, que había sido fatalmente interrumpido por la dictadura genocida de las Fuerzas Armadas comandadas por Videla y Massera, aliadas a la oligarquía criolla con el imprescindible sostén del imperio occidental.
Alfonsín venía con su proyecto socialdemócrata que se proponía democratizar una sociedad que había sido arrojada al oscurantismo, vía golpe cívico-militar en 1976. El primer presidente de la restauración democrática intentó romper con la lógica terrorista que instalaron los uniformados y a su vez instaurar un nuevo orden basado en la justicia y la paz social. Para esto contó con el apoyo de varios sectores de la sociedad civil que no aguantaban más el clima autoritario de la época, y que también estaban decepcionados por la pérdida definitiva de las Islas Malvinas en 1982. Se trataba de volver a un sistema democrático, ir fortaleciéndolo, instalarlo como modo de vida cotidiano para todos los argentinos. Lamentablemente, este proyecto se tropezó una y otra vez con las corporaciones que no se cansaron de ponerles palos en la rueda. Estas eran: la militar, la sindical, la económica (donde se destacaba la Sociedad Rural) y la Iglesia Católica. Los gremios dirigidos por Saúl Ubaldini hicieron lo imposible por debilitar al Gobierno, pero a ésto hay que sumarle la poca predisposición para el cambio que tenía la Unión Cívica Radical (partido gobernante por aquel entonces), que por su visión conservadora no facilitó el camino para concretar el sueño del primer mandatario: poner a la Argentina a la vanguardia de América Latina en Derechos Humanos (emblemas esenciales de libertad y justicia).
Alfonsín no pudo llevar a cabo sus ideas transformadoras por haber formado parte del partido político equivocado. Aunque, tampoco hizo demasiado para conseguir nuevos aliados que fomentaran la democratización total de la sociedad. Se dejó comer por los buitres que le hicieron la vida imposible y que hoy, algunos de ellos, lo recuerdan como Padre de la Democracia. Este uso de la figura del ex presidente es con el fin de oponerlo a la actual gestión gubernamental del Frente para la Victoria. Así, Alfonsín (gracias a las lacras que lo desgataron en la década de 1980) es ahora sinónimo de Democracia, libertad e igualdad. Y por el contrario, los Kirchner son el demonio autoritario que hay que derrocar.
Alfonsín fue un buen gobernante, dentro de los límites del período pos dictatorial. Sin embargo, en los últimos años pasó a ser, producto de su actuar, un miembro más de la obsoleta dirigencia política que pactó con el neoliberalismo en la década de 1990). Terminó junto a Eduardo Alberto Duhalde y toda la corporación política que fue la destinataria del "que se vayan todos". Quizás los tiempos de esta Argentina tan cambiante, tan volátil, pudieron con el popular caudillo que vino a renovar la política para el bienestar de la población y de la civilidad que lo acompañó en su presidencia.
Por Mauro Reynaldi
1 comentario:
Soy peronista y respeto al radical que restableció la democracia.
Aprecio lo que ha realizado y lo que deseó hacer. Estimè su gobierno, con aciertos enormes, y también con errores. Sé que lo limitaron desde diversos sectores... Pero se ve que no hemos aprendido de su experiencia de restaurador de la república, porque hoy se sigue dificultando la gobernabilidad, como cuando Alfonsín tuvo que irse seis meses antes del gobierno porque ni siquiera obtenía el respaldo de la mayoría de los que hoy se rasgan las vestiduras.
Alfonsín tenía una idea democrática que sobrepasaba a la de su partido y la oposición justicialista y también a la del promedio de la sociedad.
Pero parece que la muerte transforma el recuerdo. Lo que están haciendo muchos políticos es ensuciar la figura de Alfonsín. Se han apropiado del modelo del líder radical, el cual recorre los pasillos de la televisión, y los discursos de partidos propio y ajenos. Ponen en boca del fallecido, todas las teorías, hasta las conspirativas…
Dijo Natanson que “cada uno tiene el Alfonsín que quiere y sólo el tiempo dirá qué Alfonsín se merece”.
Saludos
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