lunes, 21 de junio de 2010

Talking cure


Durante las primeras décadas del siglo pasado Sigmund Freud descubría y sistematizaba la teoría psicoanalítica, que por aquel tiempo revolucionaba el campo de las ciencias. El descubrimiento del inconsciente fue quizás, lo más relevante de la teoría freudiana, que ha tenido tanta repercusión y consenso, que se ha incorporado al lenguaje habitual de la sociedad. Para dar con las manifestaciones del inconsciente, Freud utiliza la técnica terapéutica de la escucha, a la que le atribuyó poder curativo; para ello es necesario practicar el silencio y dejar que el paciente hable. Al hacerlo los resultados pueden ser magníficos, y al mismo tiempo pueden causarnos absoluta sorpresa.
No siempre es el terapeuta quien puede propiciar el ámbito para que el paciente hable, también lo hacen los borrachos de forma autodidáctica. El más común de los sentidos, indica que éstos siempre dicen la verdad. Cuando determinados temas poseen el consenso mayoritario de la sociedad, y cuando se oculta algo tan importante, se puede producir una alguna manifestación del inconsciente.
No estoy seguro que las declaraciones de Mirta Legrand dando a conocer que tuvo una sobrina detenida en dictadura y que el marido de la misma aun sigue desaparecido, hayan significado la expulsión de algo escondido que involuntariamente salió durante un almuerzo de otoño. De lo que si tengo certeza es de que Mirtha nunca hubiese contado tal experiencia, si no hubiese consenso mayoritario en la sociedad argentina en repudiar la última dictadura militar y en apoyar los juicios a los responsables del terrorismo de estado, que propiciaron los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. También es necesario repudiar a quienes decidieron callar y ocultar, a los que no hicieron o no dijeron, a los que no ayudaron al esclarecimiento de las causas por las que luchan los organismos de Derechos Humanos desde hace 34 años.
Mirtha manifestó que conversó con el General Harguindegui, Ministro del Interior de la dictadura, en ocasión de la detención de su sobrina para que ésta sea liberada; cuestión que finalmente sucedió. Ante estos dichos me pregunto si acaso Mirtha no sabía que hubo miles de detenidos y desaparecidos, o si nunca pensó que si ella relataba los acontecimientos sucedidos, dado la repercusión que podía tener su testimonio, ayudaría a muchísimas familias y detenidos para que sean liberados. Su sobrina fue liberada, gracias a la figura publica de Mirtha, pero miles de argentinos no lo fueron, 30 mil están desaparecidos. Julio, el marido, aún lo esta.
Es una paradoja que la causal de su confesión haya sido la presentación y adelanto de la película Cómplices del Silencio, protagonizada por Florencia Raggi. También es llamativo, en el historial patético y contradictorio de la señora de los almuerzos, que hace unos meses reclamara mayor seguridad y manifestara que no se podía vivir y que sentía miedo. Sorprende el silencio y la anacronía del reclamo, dado que no existen registros de la actriz y conductora, manifestándose a favor de la libertad de expresión o bregando por la seguridad de los argentinos cuando el terror y la ausencia de derechos eran una realidad que se imponía desde el estado. Lo mas grave de esta zaga, es su silencio en democracia, su apatía, su negación. En vez de reclamar justicia en tiempos de democracia, donde no existe la excusa del miedo, prefiere subirse al tren de la desestabilización y con voz de resfrío crónico, reclamar justicia y seguridad. Nunca fue capaz de vincular las consecuencias del terrorismo de estado con la desintegración y asimetría social que ésta produjo, nunca se arrepintió de almorzar con Massera, nunca nombró a su sobrina y nunca reclamó por Julio ni por el resto. Siempre calló, siempre ocultó, siempre fue cómplice; porque lo son aquellos que sabían y no hicieron o no dijeron nada. Mirtha Legrand sabía.
Las manifestaciones espasmódicas y de poca cuantía de algunos comunicadores y algunos medios son habituales en estos tiempos donde la coyuntura reclama definiciones estructurales sobre diversos temas de importancia, que muchos no están dispuestos a asumir. La definición contraria a los intereses populares y las indefiniciones de estos actores, llevan a ejercer la hipocresía serial. Tanto en la postura sobre los Derechos Humanos como en la ley de medios o el futbol para todos se da este fenómeno. Por un lado Mirtha preguntándole a Kirchner en el 2003 si con su presidencia se venía el zurdaje y por otro lado expresando con tibieza cierto descontento sobre la dictadura, a la que siempre avaló de hecho siendo instrumento propagandístico. Varios medios incluido el grupo Clarín, descubriendo por primera vez que a los mundiales viajaban barras bravas de distintos clubes, como si no lo hubiesen hecho en otras ocasiones, también abonan a la hipocresía serial. El grupo Clarín en particular se encargó de denostar y criticar a los hinchas de fútbol, marcando que todos ellos eran barras bravas vinculados con la política, siendo que hasta hace muy poco, el canal deportivo TyC (grupo Clarín), tenía en su grilla un programa hecho por hinchas y para los hinchas exclusivamente, llamado El Aguante, Siendo esto a la lógica del grupo, una apología del delito. Pareciera que para los directivos de Clarín, no basta con desprestigiar a la política, ahora tampoco, ningún argentino puede elegir ser hincha de un cuadro de fútbol, porque esto representa un hecho de gravedad y automáticamente el simpatizante pasa sin escalas, a ser barra brava.
Las declaraciones de la Chiky han perdido capacidad de sorpresa, no innovan, no cambian, van siempre hacia el mismo lugar ideológico sectorial, quizás con esto rompa la tradición de uno de sus principales axiomas televisivos, que dice "El publico se renueva", pero la que no renueva ni sorprende es la Señora, con quien no hace falta raspar para llegar a su inconsciente. Ella dice las barbaridades más tormentosas, sin la noventista anestesia. En ocasión de justificar la complicidad de su silencio, Mirtha dijo: "No hay que renegar de lo que hemos vivido". No alcanza no renegando, es necesario denunciar, repudiar, no olvidar, no ocultar y reclamar justicia.

Por Juan Cabandié

Soy Juan, nací en la ESMA en marzo del 78, lugar donde mi mamá y yo compartimos sólo 20 días. Viví casi 26 años con un nombre que no era propio y creyendo que mis padres eran un policía y su mujer. Gracias a la ayuda de Abuelas, supe que era hijo de desaparecidos. Damián, mi papá, tenía 19 cuando fue secuestrado. Alicia, mi mamá, tenía16 y estaba embarazada de cinco meses. Así es mi historia, la que despertó el deseo de involucrarme, porque no podemos dejar que se pierdan dos generaciones, la de nuestros viejos y la nuestra, donde el individualismo nos alejó de ser protagonistas.

2 comentarios:

Jorge Devincenzi dijo...

Bah, estaba en pedo!

renault 12 dijo...

Si estaba en pedo no se pero que gentuza como ella se creen intocables e impunes si lo se y lo percibo en muchos de nuestros ex funcionarios .
"LA VERDAD NO TIENE REMEDIO" y tarde o temprano aparece y para estos crapulas con pinta de viejitos chochos ,en su peor momento LA VEJEZ DECADENTE aparecio
Paso tal vez sin que le dieramos demasiada bola bussi asesino inexorable dueño de vidas y hacienda LLORANDO Y PIDIENDO CLEMENCIA!!!
Sentemonos en la puerta de nuestra casa y veremos pasar los cadaveres vivos de legrands,grondonas,duhaldes,clarines etc etc arrastrandose