Pensar en los consumos problemáticos de sustancias nos obliga a reflexionar sobre múltiples historias y complejos contextos.
Pensamos el vasto escenario juvenil sufriendo los atravesamientos de un modelo neoliberal que no termina de morir; y de uno nuevo y superador que buscar nacer. Arrasado el trabajo y las empresas públicas, profunda deuda externa y altos niveles de pobreza, fuerte clientelismo político y estructuras estatales débiles y precarias- precarizantes, son sólo algunos ejemplos de sus graves consecuencias en estas tierras.
Entonces, ¿cuál es nuestro papel ante esta problemática? En primer lugar salir del discurso del poder central que nos dice que no hay nada por hacer.
Así, las juventudes más vulnerables, son abordadas desde un Estado que no siempre sabe cómo hacerlo; que no siempre quiere hacerlo o directamente que busca otras opciones por vías represivas.
Será más y mejor Estado el que potencie experiencias territoriales innovadoras, desde la salud, lo deportivo, lo cultural, lo socio político, con dineros públicos para equipos profesionales, capacitación, equipamiento y movilidad.
Pero también hablamos de narcotráfico y punteros políticos, de redes delictivas complejas y sostenidas desde hace años, de precursores químicos que inundan el mercado, y también de la necesidad de la radarización en el país; de lo crucial de apuntalar y acompañar el trabajo de centenares de ONGs que creativamente intentan abordar este problema.
Debemos pensar juntos en la necesidad de revisar conceptos y prácticas propias y ajenas, en torno a la problemática de las adicciones, desde conceptos centrales como la intersectorialidadfundante o el anclaje territorial.
Habrá que reconstruir allí objetivos comunes, revalorizando a los sujetos y sus vínculos, encondiciones socioculturales específicas, con actores implicados en diferentes trayectos que alojen, a lo largo de todo un proceso de intervenciones en diferentes pero complementarios niveles y con un mismo sentido, en esos territorios donde para los pibes la noche es día, donde el día es más bien corto, donde una hora puede ser mera fatalidad.
Los efectores públicos en sus diferentes niveles de atención explotan frente a las urgencias y el desborde. Frente a la desolación, el silencio y la impotencia hay que avanzar desde la organización que permita resubjetivarnos y afianzarnos en un eje central: la necesidad de alojar.
El problema "drogas" no se resuelve con respuestas parciales desde el sistema bipartidista; es éste quien evade un serio abordaje respecto de las adicciones, con visiones cortoplacistas, cerradas o corporativas; sosteniendo prejuicios y estrategias fragmentadas, aisladas o superpuestas; tampoco impulsa el recambio institucional que se necesita.
El SEDRONAR por ejemplo, se ancla en lo viejo y anacrónico, en la acotada transparencia de sus fondos y en la lejanía de sus limitadas o borrosas intervenciones; muestra la necesidad de una distinta política pública integral y transformadora que no sea la mera entrega de becas de internación para jóvenes, o campañas patéticas como las de “Maldita Cocaína”, o las “Fleco y Male”.
Podemos modificar el paradigma de abordaje del consumo problemático de sustancias en nuestro país, con más articulación política, social e institucional, quebrando los múltiples mitos que giran en torno a lo jurídico y cultural, en un contexto de profunda revisión de una penalidad que ya se cae de madura y requiere ser revisada.
De las 12.000 causas que se abren por infracciones a la ley actual de drogas, sólo 3 fueron abiertas por comercio de estupefacientes y el resto por tenencia.
Despenalizando el cultivo y la tenencia para consumo personal es combatir seriamente el narcotráfico.
Por Lautaro D´Anna, Lic. en Trabajo Social de la Universidad Nacional de Rosario
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