La política argentina muestra una novedad a la que hay que tomar con cuidado, sin dejar de ser meticulosos para llegar al fondo de la cuestión. Se trata de la nueva forma en que aparece y se expresa la derecha en este país. Ya no es propiedad exclusiva de curas, milicos y empresarios llevar y materializar este pensamiento. Conservadores y reaccionarios se han aggiornado, cambiando su discurso y puesta en escena. Una de sus prácticas más comunes en este momento es victimizarse y responsabilizar al gobierno nacional por no "aprovechar" la coyuntura económica mundial. Las estrategias del PRO, del PJ disidente, del radicalismo y del socialismo van en esa dirección. Están orgullosos de oponerse al kirchnerismo porque entienden que éste no es "republicano", ya que altera la "calidad" institucional de nuestra democracia.
El nuevo lenguaje de la derecha refiere a la moderación y la tolerancia. A la paz, a que nos llevemos todos bien, no confrontemos, no nos "crispemos". De aquí la negación de Mauricio Macri de debatir con Daniel Filmus en torno al ballotage en la ciudad capital.
Entonces, lo que pretende este sector político es la ausencia de conflictos (lo cual es una falacia). En esto se basó la campaña electoral de Macri, y es lo mismo que están haciendo su partido y el Frente Progresista en la provincia de Santa Fe.
Así, el respeto y el trato amable es la consigna de esta nueva derecha (que avaló la movida destituyente de las patronales agropecuarias en 2008) que representan los llamados PROgresistas. Macrismo, radicalismo y socialismo coinciden en el mismo discurso. A falta de propuestas, se suben al tren de las corporaciones mediáticas para denostar al Gobierno sin ofrecerle una alternativa consistente a la sociedad argentina que no sea otra que volver a décadas pasadas de fulgor neoliberal. Por ende, hay que pegarle al kirchnerismo porque encarna el Mal, ya que osó crisparse con los milicos genocidas, con los curas cómplices de ese genocidio, con los dueños del "Campo", con el monopolio comunicacional y con el monopolio siderúrgico.
Este nuevo conservadurismo da en la matriz constitutiva de toda democracia entendida como tal, régimen político que a diferencia de las dictaduras y tiranías, se basa tanto en la búsqueda de consensos pero también en de disensos. Precisamente, la democracia real (no ese maquillaje que tuvimos desde el derrocamiento de Juan Perón en 1955 hasta su vuelta en 1973) se caracteriza por visibilizar los conflictos, la pugna de los distintos intereses que hacen a la sociedad. Podríamos hablar de pacificación tal cual lo hace el gobernador santafesino Hermes Binner si viniéramos de una guerra o estuviésemos saliendo de un proceso dictatorial. Pero esto no sucede hoy en la Argentina ni en el continente.
Lo que está en juego en nuestro país, y es lo que quieren ocultar los principales referentes de la oposición, es la puja entre dos modelos económicos de desarrollo. Uno, el que intenta plasmar el Gobierno, es el industrial agregando valor a lo que producimos, apostando al crecimiento tecnológico y científico, y a ensanchar el mercado interno. El otro, el que todavía predomina, es el agroexportador (cuya estructura es similar a la de las últimas décadas del siglo XIX) que está asentado en el monocultivo de soja y su extraordinaria rentabilidad. Representantes de este último modelo son dos de los candidatos a la gobernación santafesina: Antonio Bonfatti del Frente Progresista y Miguel del Sel del PRO. Ambos desde posturas parecidas hacen hincapié en promover el diálogo entre los ciudadanos santafesinos, sin hacer remitirse a la ideología de cada uno. Buscan así hablarle a la mujer/hombre "común" que no le interesa la política para captar su voto. No importa aquí la discusión de ideas, pensamientos, modos de representación que deben estar presentes en toda contienda democrática. Ergo, la fórmula es hacer política negándola, presentándose como alguien que no viene del mundo político, como es el caso del comediante del macrismo, y entonces por eso será más honesto y mejor gobernante que quienes vienen de años, décadas, de formación y militancia política.
De este modo, podemos concluir que desde los grandes medios comunicacionales y los políticos que sostienen el status quo, las campañas electorales están logrando su objetivo de despolitizar a la ciudadanía para así mantener los privilegios de las privilegiadas clases dominantes.
Dicho esto, el mensaje para Binner y el espacio que él conduce es: si no rompemos los huevos entonces es imposible que podamos hacer la tortilla. Lo que es similar a señalar que: si no nos enfrentamos a los poderosos (la cúpula de la Iglesia, los grandes empresarios, los dueños de la tierra) no tiene sentido hablar de progresismo, mejor digamos que somos conservadores, lo cual se ajusta más a la realidad.
Por Mauro Reynaldi
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