Por Carlos del Frade*
En la lucha de los que son más y los que son menos, ganan los menos.
Pocos sobre muchos.
Minorías sobre las mayorías.
Las matemáticas al revés.
Espartaco es solamente una película. Cristo apenas una iglesia. Los camellos pasan con mucha facilidad por el ojo de una aguja.
Marx, un desconocido y, próximamente, en las mejores salas, también será una película su obra maestra, “El Capital”.
Los privilegiados ganan.
Los que son más, aplauden y bailan por el sueño del señor televisión.
Algunos festejaron mucho más el bicentenario pero no estuvieron en las calles.
Semidioses que remarcan aquellas intentonas por construir una realidad distinta y que, sin embargo, terminaron para otro lado.
Señales que marcan el sendero del camino que imponen las minorías sobre las mayorías.
Mariano Moreno pedía “descontentar” al puñado de mineros que se quedaba casi con todo. “Las riquezas agigantadas en pocos individuos son como el agua estancada que pudre los demás sectores de la vida”, escribió en la plataforma política de 1810. Su cuerpo terminó en el fondo del mar. Macabro prólogo de lo que harían con los otros cuerpos de los otros revolucionarios de los años setenta del siglo veinte.
“Repartición de la riqueza”, gritaba y escribía como si fuera un poseso, Manuel Belgrano, para lograr el objetivo de la revolución, “la felicidad del pueblo”. Dejó todo a cambio de una patria de iguales, sin señores feudales, sin abusos ni injusticias. Ni siquiera le pudo pagar a su médico de cabecera.
El himno lo grita. En la Argentina se vivirá con gloria el día que en el trono del presente esté la noble igualdad.
Los que son pocos, los privilegiados de siempre, se sonríen. Ellos saben el resultado. La noble igualdad pierde por goleada y, para colmo, ellos controlan las reglas de juego y el cronómetro.
En la Argentina del tercer milenio, una vez más, los que son menos tienen más y los que son más, tienen menos.
El suicidio de Pitágoras.
La realidad argentina.
Dicen los datos que “el crecimiento no alcanzó para corregir la polarización social” y que “la nueva pirámide muestra que un cuarto de los argentinos se lleva el 65 por ciento de los ingresos del país”.
"Si bien hubo una mejora muy marcada en los ingresos en los últimos ocho años y un avance en la distribución, está claro que la sociedad argentina está estructuralmente fragmentada y cada vez es más parecida a lo que sucede en el resto de América latina", señaló Guillermo Oliveto, director de W, la consultora que elaboró el estudio.
Como diría Rául Scalabrini Ortiz, los números son las vísceras de la sociedad. De tal forma, estas cifras marcan una Argentina que todavía no logró hacer realidad su sueño colectivo inconcluso de igualdad.
Por eso las minorías viven y las mayorías apenas zafan.
Porque la concentración de riquezas continúa siendo la matriz de un país que, más allá de los discursos edulcorados del oficialismo, hace cada vez más fuertes a los que son menos y cada vez más vulnerables a los que son más.
Fuente: Pelota de Trapo
* Carlos del Frade: Periodista de investigación, escritor y diputado electo por 60.426 voluntades que quieren acompañar a Del Frade en la construcción de una Argentina nueva, donde se descontente a los menos y reine la noble igualdad.
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