¿Qué pasó? Será lo primero que los padres, en repentino luto y angustia, le preguntarán al médico. Esa escena trágica es la que acaban de vivir los esposos Fontanellaz en la localidad de Firmat, en la Provincia de Santa Fe. Edgar y María escuchan la respuesta con impotencia y el Dr. Darío García que los asiste les explica lapidariamente que el bebé ha muerto por intoxicación con agrotóxicos, y que deben mudarse si no quieren arriesgar a su hermano.
La gestación de gemelos significa para una familia un hecho inusual que como tal es recibido con enorme alegría. Se generan especulaciones sobre el futuro de los hermanitos, se planifica para recibir dos bebés, se arman camitas iguales, se compra todo por dos, se aventuran nombres que combinen con los que llegarán y seguramente inundarán, primero de llantos y más tarde de risas, a los felices padres que sueñan y se desvelan por el cambio de vida que les significará un nacimiento doble.
Su bebé ha muerto por intoxicación con agrotóxicos y deben mudarse si no quieren arriesgar a su hermano.
Por haber compartido la bipartición temprana de un solo embrión, el destino de los niñitos será la curiosa identidad física para toda la vida. Para toda una vida planificada de a dos. Como la falta de espacio en el seno materno les resultará incómoda, el parto se anticipará, y a más tardar en la semana treinta y siete nacerán. En ese hogar todo es ansiedad, todo es felicidad. Pero en la semana treinta y tres, en un control médico de rutina, el médico obstetra le informa a la madre que uno de los fetos está muerto. Y todo se desmorona.
¿Qué pasó? Será lo primero que los padres, en repentino luto y angustia, le preguntarán al médico. Esa escena trágica es la que acaban de vivir los esposos Fontanellaz en la localidad de Firmat, en la Provincia de Santa Fe. Edgar y María escuchan la respuesta con impotencia y el Dr. Darío García que los asiste les explica lapidariamente que el bebé ha muerto por intoxicación con agrotóxicos, y que deben mudarse si no quieren arriesgar a su hermano.
Otra vez se hace presente en nuestro país el asesino silencioso que ha llegado de la mano del éxito del llamado modelo agropecuario: el glifosato. La familia había sufrido la enésima fumigación sobre su hogar a principios de septiembre. En ese caso se quiso contratar un escribano para dejar constancia del daño y la desaprensión del grupo empresario que contaminaba el barrio entero para lograr sus rendimientos del capital, pero ninguno quiso prestarse para labrar el acta.
La policía se negó a intervenir porque no tenían patrullero para ir hasta el lugar y el Secretario del área de la Municipalidad del lugar no quiso atenderlo. Es claro que al bebé Fontanellaz, que ya no será, no solamente lo mató el glifosato sino también la indiferencia y falta de compromiso de los demás y el poder efímero y brutal del dinero.
Cuando se pidió al ente público que exhibiera los planos que delimitan la zona rural, para probar que se estaba violando el espacio urbano, se informó que el expediente que tenía el plano se había perdido. La otra hija de esta familia por consejos del mismo médico tuvo que mudarse, porque presenta frecuentes episodios inflamatorios y catarrales de vías aéreas superiores, lo que afecta sus vías respiratorias y audición.
No existe la más mínima duda de que el glifosato causa enfermedades y muerte. Pero sigue reinando en el país. Sería de esperar que los gobiernos, tanto el nacional como los provinciales, adoptaran medidas urgentes para detener este genocidio que se está llevando a cabo en nombre de los rendimientos agropecuarios, pero a nadie parece importarle.
No solamente no se toman medidas de restricción del uso de este letal veneno, sino que la Presidenta de los argentinos acaba de presentar con bombos y platillos el llamado Plan Estratégico Agroalimentario y Agroindustrial, popularizado como PEA, y en el mismo se anuncia que se tiende a llevar las cien millones de toneladas de granos de hoy a ciento sesenta millones en el 2020.
Para esto se determina que el 45% de la extensión de siembra será para soja transgénica y que el maíz será destinado para los llamados agro combustibles. Así, las semillas transgénicas, los fertilizantes artificiales y los agrotóxicos aumentarán el 60%. Es de esperar que las muertes sigan el mismo incremento. De esta manera los llamados commodities de exportación no solamente seguirán atentando contra la soberanía y la seguridad alimentaria de los argentinos sino que seguirán cobrando vidas para que los llamados éxitos de los especuladores del comercio exterior y el gobierno nacional hagan caja cuando liquiden divisas.
Un detalle no menor: para elaborar el PEA participaron numerosas organizaciones sociales y cuarenta universidades nacionales. Muchas de ellas son las mismas que con una desvergüenza ilimitada se financian con el dinero de la minería a cielo abierto que a base de arsénico se ocupa de contaminar la Cordillera de Los Andes mientras los sojeros contaminan la llanura.
Como se puede apreciar claramente, el entramado del actual panorama económico, que en palabras de la Presidenta es llamado el “modelo a profundizar”, tiene otras prioridades más importantes que la salud de la población. Y llegará el día en que se deprecie el valor de los granos por algún mecanismo especulativo de alguna movida accionaria o por algún mecanismo que aunque nos lo expliquen una y otra vez no llegaremos a entender –precisamente para eso son los análisis de los expertos- y nos quedaremos mirando los campos irremediablemente contaminados y maldiciendo nuestra pasividad y nuestra falta de conciencia.
Otra opción es –como decía Arturo Jauretche- barajar y dar de nuevo, porque así, con el mazo marcado por ellos, no tenemos chances. www.ecoportal.net
Por Daniel Tort - Abogado y periodista
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