martes, 18 de octubre de 2011

“El rol del docente de educación técnica en la construcción de una Argentina para todos”

Panel: ¨La Educación Técnica: Oportunidades y Desafíos¨

Ponencia de Fernando Pisani

Rosario, 4 de octubre de 2011

Buenos días a todas y todos. Gracias por invitarme. Y más gracias aún por generar un Encuentro como este. No es cualquier tema el que se proponen abordar. Y menos hoy y aquí.

Y digo hoy y aquí porque como saben, hace ya seis años desde que se aprobó la Ley de Educación Técnico Profesional y en Santa Fe aún seguimos con los mismos planes de estudio de la Ley Federal y sin los títulos técnicos que son tan necesarios para la Argentina que queremos. Y por ende sin la formación de técnicos y técnicas de la calidad y compromiso que necesitamos.

Demasiados años perdidos. Y muchos chicos y chicas que podrían haber tenido una educación mejor ya no la tendrán. Y aún está por verse en qué terminará esta historia. Y gran parte de “en qué terminará” esta historia dependerá de gente como ustedes, pues su compromiso y su lucha por la educación técnica será quien llene los huecos de las malas implementaciones, y se oponga a los errores más gruesos.

Porque a esta altura de la vida no podemos darnos el lujo de ser ingenuos. Si en este Encuentro se plantea como objetivo nuestro rol docente en la construcción de una Argentina para todos, debemos tener en cuenta que hay gente con poder que no quiere esa Argentina.

Quiere una Argentina para pocos.

Y sino piensen por qué se eliminaron las escuelas técnicas bajo la ley federal. Que si no pudieron hacerlo del todo fue por nuestra resistencia, de los docentes y directivos de escuelas técnicas de todo el país. Pero lo intentaron y en parte lograron. ¿Para qué escuelas técnicas en un país que se debía dedicar principalmente a producir y exportar alimentos y materias primas sin mayor valor agregado e importar lo demás?

Pero ahora estamos en otra situación. Hace un rato, hablando con María Rosa[1], me decía, recordando turbulentos y estimulantes tiempos, “ya se terminó la etapa heroica”, aquellas muchas batallas que tuvimos por las escuelas técnicas. “Ahora viene otra etapa importantísima, pero muy distinta”

Y es cierto, podrán dilatar más tiempo o menos tiempo, podrán poner algunos palos en la rueda o trata de retacear cosas (como bajar las horas de taller de 12 a 10, como lo está haciendo el gobierno socialista), podrán demorar que aparezcan los títulos técnicos eliminados por la ley federal, como Técnico Mecánico, Electricista, en Refrigeración y Aire Acondicionado, Químico, pero no lo podrán impedir. Tenemos una ley que no pueden seguir ignorando indefinidamente. Y lo mismo si pasa en otros lugares del país, pues buena parte de ustedes son de otras provincias. Todos tendrán que implementarla.

Y … disculpen si hago una digresión. Pero el clima que hay aquí, en todos ustedes y lo que estamos tratando, me hacen sentir muy bien y me dan ganas de contarles algunas cosas.

Porque por esas cosas de la vida, yo tuve la posibilidad de participar de todo el proceso de elaboración de los borradores de esa ley.

Un día me llaman por teléfono pues alguien había leído una ponencia que había hecho yo en la Universidad de Córdoba en un congreso “A diez años de la Ley Federal” y allí planteaba en gran daño que se había hecho a la educación técnica con la ley federal y la necesidad de hacer una ley que la modificara.

Y quien me habla me dicen que lo que había expuesto estaba en consonancia con lo que pensaban hacer y me invitó a ir a hablar con ella y luego a integrarme a su equipo. Esa persona que me hizo esa invitación está sentada allí, es María Rosa Almandoz, directora del INET, y sin su concurso es muy difícil que la ley hubiera salido como salió y con la rapidez que salió.

En ese momento le dije que me moría de ganas de estar allí, pero que tal vez iba a ser convocado en Santa Fe y que podía ser más útil desde las escuelas, desde la provincia. Y así fue. También por esas cosas extrañas de la vida me designaron Director Provincial de Educación Media y Técnica.

Y cuando reunidos con todas las provincias planteamos la necesidad de hacer una ley para modificar la Ley Federal, para hacer aparecer a las escuelas técnicas, hubo jurisdicciones que se opusieron: Capital Federal, Río Negro y Neuquén no habían aplicado la Ley Federal, en los hechos la desconocían, por lo que no estaban de acuerdo de hacer una ley que la modificara porque en los hechos era reconocerla. Otras como La Rioja y La Pampa estaban a favor de la Ley Federal, por lo que no veían necesidad de modificarla. Y otras provincias con dudas. A todas las que aplicaron la Ley Federal les había costado hacerlo, habían como se dice “pagado un costo político” y no estaban seguros de cómo reaccionarían quienes estaban arriba de ellos. Y por supuesto también había provincias que sí querían una nueva ley.

Arribar a un acuerdo parecía una tarea imposible.

Y allí estuvo la mano de María Rosa, persuadiendo, poniendo paños fríos cuando la cosa subía de tono, argumentando y también poniéndose firme. Y ella no decidía, éramos nosotros los que teníamos que estar de acuerdo. Realmente sin ella no hubiéramos llegado tan rápido a consensuar el borrador de la futura ley ni en un tiempo tan breve.

Y también María Rosa nos alertaba de las movidas que se hacían contra la ley, porque contra esta ley en gestación se empezó a perfilar parte del grupo A: radicales, socialistas, “progresistas”, sectores de cierta izquierda, hacían lo imposible de que la ley no saliera. Y usaban a los alumnos de Capital Federal y los movilizaban para que fueran al Congreso a oponerse a la ley, haciéndoles creer que los obligaría a aplicar la Ley Federal, que destruiría a las escuelas técnicas. Y allí estábamos, compañeros de escuelas de gestión pública y de SADOP, codo a codo, polemizando con “la contra”, en la calle, en la plaza, discutiendo con docentes y alumnos, persuadiendo.

Y fue una alegría recién encontrarme con algunos de ellos, como Rafael Guirado, Martín Lucero y otros que no conozco el nombre. Son lindos recuerdos.

Pero no quiero dejar sin mencionar que en todos los obstáculos que tuvimos o que tuvo el proyecto de ley: en el Consejo Federal, en las Comisiones del Parlamento, en las Cámaras de Diputado y Senadores, y frente a los grupos de presión, hubo alguien que fue el iniciador, motor y artífice de llevar adelante nuestros reclamos, con una decisión inquebrantable: Néstor Kirchner.

Gracias a aquella participación mía en aquel proceso fui invitado a asistir de espectador a la larga sesión de Senadores donde se terminó de aprobar la ley y luego, al día siguiente, a la Casa Rosada, a donde el Presidente la promulgaría.

Y en lo que resta de mi vida quedarán guardados dos recuerdos de ese momento. El primero, cuando él, luego de terminar su discurso en el atril y va a la mesa y está por firmar la promulgación, y parece que va a poner la firma, frena el gesto, se pone a mover la lapicera en el aire y nos dice como murmurando, mirando el papel: la historia nunca me va a pedir que rinda cuentas por esto que estoy por firmar, pero -y allí nos mira inclinado y con esa mirada pícara y seria al mismo tiempo- no sé como alguien va a poder explicar alguna vez que en Argentina se eliminaron las escuelas técnicas.

Y el otro momento fue luego. Me pareció que tenía que acercarme a él -no lo había votado, no había votado a nadie- y agradecerle lo que había hecho por las escuelas técnicas. Y cuando me da la mano me dice, repitiendo algo que había dicho antes: no te confundas, yo no le estoy dando nada a las escuelas técnicas, no me deben nada, nosotros les debemos a ella, les estamos devolviendo lo que es de ellas (recordemos que esta ley entre otras implica cientos de millones de pesos por año para las escuelas técnicas).

Espero no haberlos molestado con estos recuerdos.

A mi no me extraña que haga seis años que en Santa Fe esa ley esté sin implementar. Los dos primeros años no se implementó porque la ministra de educación de turno, Adriana Cantero, era acérrima partidaria de la Ley Federa e hizo lo imposible por desvirtuar tanto esta ley como la que salió el año siguiente, la ley Nacional de Educación.

Y tampoco me extraña que durante estos cuatro años el gobierno socialista no la implementara, pues siempre estuvieron en contra, votaron en contra y pude escucharlos en esa larga jornada en el senado o polemizar con ellos en diarios, radios, tv. Y en el “ellos” incluyo a los radicales, que no sólo votaron en contra de esa ley, sino que incluso antes de la Ley Federal -que salió por unanimidad, dicho sea al pasar-, en la provincia de Córdoba, bajo el radical Angeloz, se eliminaron las escuelas técnicas, eliminaron, ni siquiera tuvieron TTP como aquí.

Por eso hay que mirar con lupa la implementación que se viene y no bajar la guardia.

Pero hoy no quiero entrar en ello, de cómo debe hacerse para implementar bien aquella ley, respetando tanto su letra como su espíritu. Quiero referirme al tema de este panel, la educación técnica, oportunidades y desafíos.

Y la breve historia que hice tiene que ver con contextualizar nuestras oportunidades y desafíos. Que en cada jurisdicción tendrá componentes propios, porque también dependerá de quién esté manejando el Ministerio de Educación y la fuerza de las escuelas y sus tradiciones. Porque les recuerdo que vivimos en un país federal, y que los planes de estudio los define cada jurisdicción, no la Nación.

Y en esta nueva etapa, como siempre, la clave es saber a dónde queremos ir, que escuela técnica queremos, qué queremos que sepan nuestros alumnos y alumnas cuando se reciban, qué actitudes y valores queremos promover.

Siempre me acuerdo de la novela “Alicia en el país de las maravillas”. Alicia, en cierto momento, se encuentra ante varios caminos y no sabe cuál tomar. Aparece el gato y ella le pregunta “¿qué camino debo tomar?”, a lo que el gato le responde “¿y a dónde querés ir?”, y ella le dice: “no sé”. Entonces el gato le dice “entonces tampoco importa mucho el camino que tomes...”

Para saber cuál es nuestro rol, qué debemos hacer frente a lo que se nos vaya presentando y hacia dónde orientar nuestros esfuerzos, necesitamos tener en claro a dónde queremos ir y al respecto construir una brújula -o un gps si queremos ser más modernos- que nos oriente.

Si tuviera que resumir ello, diría que nuestras acciones, nuestros proyectos, nuestra construcción de la educación técnica que necesitamos debería estar orientado por tres consignas que no son las únicas pero tienen la virtud de ser bastante concretas, de permitir confrontar lo que hacemos -o hacen otros- con ellas y determinar si van en ese sentido o no. Y no me refiero a valores que incluso están por encima de lo que voy a decir, como la Libertad, la Justicia, la Igualdad, la ética.

Quisiera que prestáramos atención aquí a tres consignas más concretas.

Contribuir a una mejor distribución del ingreso

Muchos de ustedes son militantes del sindicato. No les digo ninguna novedad si afirmo que una de sus consignas, que los une, que va más allá de las pertenencias partidarias, es la lucha por una mejor distribución del ingreso. Lo dejaron claro los panelistas que me precedieron, analizando lo que significa una Argentina para todos y el papel de la distribución del ingreso en ello.

Pero les pediría, para explicarme mejor, que ahora no piensen en su situación particular de docentes empleados que cobran un salario y pretenden mejorarlo, y pensemos en la problemática más amplia de una mejor distribución del ingreso general, la que hace a la mayoría de la sociedad, especialmente a los sectores más postergados, pero no sólo ellos. Creo que podemos coincidir que una buena educación y formación técnica de nuestros alumnos ayuda o crea mejores condiciones para una distribución mejor del ingreso y que incluso tiene la virtud de fortalecer el incremento de la ocupación y por ende del ingreso.

Y si por el otro lado guiamos nuestro accionar para que la sociedad valore el título técnico de nuestros alumnos, los saberes que aprenden en nuestra institución, suponiendo aquí que estamos en un proceso de recuperación integral de nuestras escuelas técnicas y que se aplique bien la ley de ETP, con planes de estudios coherentes y docentes consustanciados con ellos, estamos ayudando a que nuestros alumnos no sólo consigan un trabajo (o lo generen), sino un trabajo mejor y también que el mismo esté mejor pago, pues no es lo mismo el trabajo de una persona que terminó la secundaria que una persona que aparte de ello es un Técnico, digamos un Técnico con T mayúsculas, a la manera de antes, donde normalmente se lo ubicaba como un auxiliar del ingeniero, donde incluso en ciertos aspectos prácticos sabía más que él y por ello lo ayudaba a traducir las indicaciones generales a lo que los obreros debían hacer con sus máquinas.

Lograr que nuestros alumnos y alumnas sean buenos técnicos no alcanzan, deben ser reconocidos como tales y ellos deben saber defender sus derechos y también asumir sus responsabilidades no sólo individuales sino sociales.

Contribuir a una mejor distribución del ingreso hace a eso y mucho más.

Pero haríamos una pobre brújula si nos orientáramos simplemente por una mejor distribución del ingreso. Junto a la distribución del ingreso, debemos incluir dos cuestiones tan importantes y tal vez más: la distribución del conocimiento y la distribución de la palabra.

Contribuir a una mejor distribución del conocimiento

Para que exista una mejor distribución del conocimiento lo primero y central es la producción de ese conocimiento. Quién lo produce, cómo lo produce, para qué lo produce, para quién lo produce y cómo se aplica.

El docente produce conocimiento pero esa producción es ignorada o no valorada. Todos los docentes producen apuntes, se les ocurren ideas, propuestas muy valiosas, pero nadie las conoce salvo sus alumnos. A todos nos pasa que en algún momento nos sale la clase genial, puede que no tan frecuentemente como quisiéramos, pero nos ocurre. Y esa experiencia no es aprovechada por nadie. Nos mantienen y nos mantenemos aislados, a veces incluso algunos celan a los demás, se cierran en el individualismo, protegen y retacean sus saberes como si fueran secretos comerciales o de Estado.

No podemos aceptar el rol de meros repetidores y adocenadores. Ni seguir en el aislamiento.

Nadie enseña lo que no hace. Si no leemos libros, si no tenemos placer en esa lectura, no estimularemos que nuestros alumnos lean libros. Si no producimos no le enseñaremos a ser productores. Si no producimos información y conocimientos, nuestros alumnos vegetarán como meros consumidores manejados por el mercado, o sea por las grandes corporaciones.

Y en esta sociedad el conocimiento tiene un gran valor, por eso se estimula que lo tengan unos pocos. Y que se pague y mucho por él. Y hoy en la secundaria ni siquiera aprenden cuestiones elementales que aprendíamos nosotros en la primaria. No hablemos de regla de tres compuesta: ni siquiera la simple. Por supuesto que hay escuelas y escuelas pero la caída de la calidad es notable.

Los otros días me invitaron a participar en un panel organizado por Amsafe Rosario para discutir el tema de la Ley de Educación Técnico Profesional. Éramos dos los oradores.

El otro panelista estaba totalmente en contra de dicha ley, argumentando que era la continuación de la Ley Federal. No me pregunten cómo podía afirmar con total suficiencia y desconocimiento tal barbaridad.

Era alguien venido de BsAs de una línea del sindicato, de esa “extrema” izquierda funcional al neoliberalismo que ya conocimos cuando estábamos impulsando la ley y que de tan anticapitalista que se decían, se negaban a luchar por nada concreto, ni por los talleres que se hacían desaparecer, ni por los títulos técnicos, ni contra la implementación, nada, o sea, su prédica era no ensuciarnos las manos con la realidad a la espera de una acumulación de fuerzas mágica, con la teoría de que cuanto peor estemos, mejor es, que de la noche a la mañana haga desaparecer la explotación. Y claro, exceptuando la reivindicación salarial, sólo se quedaban en lo contestatario y altisonante, y nosotros sin escuelas técnicas y el sindicato Ansafè o una parte importante de él ausente en esa lucha...

Bien, entre otras cosas el orador -no recuerdo el nombre, era del PO-, señalaba el desastre del sistema educativo y que dicho desastre era producto del kirchnerismo. Y le respondí que su posición me hacía acordar a la nota que había salido el año pasado en Clarín, escrita por Susana Decibe, la ministra de la Ley Federal, que muy suelta de cuerpo daba estadísticas de lo desastroso que era la educación kirchnerista en período 2006-2009 (luego de la nueva Ley Nacional).

Puedo entender que Clarín lo publique, pero no sé cómo se pueden tener cara para decir esas cosas, cuando todos los alumnos que se reciben en este período, y hoy mismo en Santa Fe, son fruto de la Ley Federal: hoy tenemos los plantes de estudio de la ley federal, los plantes de la EGB, del Polimodal, de los TTP, su vigencia es total, y va a llevar mucho salir de ello, pues destruir es fácil y rápido, en cambio rehacer las cosas llevará su tiempo. Y si los alumnos no salen peor y en algunos casos salen razonablemente bien, se debe a los esfuerzos de las escuelas, de los docentes, de los directivos, que muchas veces de manera semi oculta, defendieron y defienden contenidos y prácticas que han demostrado que son buenas, a pesar de los académicos de la Ley Federal.

Y en esta etapa, la distribución del conocimiento pasa por mejorar contenidos, aprendizajes, todo y un rol distinto del docente en la producción de información y conocimientos.

No me resulta llamativo que los plantes de estudio que vendrán en Santa Fe, en vez de hacerse desde abajo hacia arriba y de arriba a abajo simultánea y dialécticamente, como deberían hacerse, se realicen entre bambalinas y se bajen para que los aceptemos o los aceptemos.

Así, cualquier implementación, aún cuando el plan de estudios sea bueno, que lo dudo, es difícil y empieza y termina con mucha resistencia y pobres resultados.

Lo lamentable es que en todos estos años se hubiera podido hacer algo distinto, como cuando hicimos los borradores de la ley de ETP.

En aquella charla de ANSAFE, el colega cuestionaba la ley porque había sido “impuesta por la patronal capitalista”, cuando en realidad si hubo una ley en que las escuelas tuvieron mucho que ver, pidiéndola, participando de su elaboración, apoyándola, fue esa. Nosotros queríamos básicamente cuatro cosas de esa ley: que aparecieran las escuelas técnicas de nuevo, que tuviéramos de nuevo los títulos técnicos, que los planes de estudio fueran integrales y como mínimo de seis años, y que tuviéramos plata para las escuelas, (para equipamiento, etc). No vimos nunca a los capitalistas exigiéndola ni elaborándola. Claro, esa gente vive en las nubes y como no se tenían que contaminar con la realidad, la realidad pasó por al lado o por encima de ellos, como casi siempre.

Yo recuerdo que traía a Santa Fe los borradores que estábamos discutiendo en el INET, los mandaba a las escuelas, luego convocaba a directores de escuelas (de gestión pública) a encuentros para analizar qué hacer, para debatir las ideas que yo llevaba quincena a quincena al INET para discutir con las otras provincias lo que luego sería la ley. Y no es casualidad tampoco que siempre había colegas docentes del servicio de enseñanza privada participando como uno más, al margen que sus autoridades ministeriales y que alguno de sus supervisores no veían con buenos ojos la futura ley[2] y a los cambios que estaba promoviendo en la provincia. Pero los docentes concurrían igual aunque no era su esfera.[3]

Es una pena que el gobierno socialista opte por el autismo. Pero bueno, será una resistencia más a vencer para que nuestras escuelas florezcan.

Contribuir a distribuir la palabra

Y la tercer consigna, distribuir la palabra, es clave. Y no me refiero aquí al tema que subyace con la Ley de Medios, con la hegemonía que tienen ciertos grupos económicos y de poder con respecto a la información, a la construcción del discurso, incluso a cuestiones culturales. Incluyo ello en la consigna, pero me refiero a algo más simple, básico y fundante: distribuir la palabra, las palabras, que se apropien de un vocabulario rico y apropiado a una Argentina para todos, las palabras que usamos, cómo las usamos. Nuestro pensamiento depende de las palabras que tenemos, que manejamos, de nuestra capacidad de abstracción. Es muy rudimentario pensar con imágenes o con ocas palabras.

Hay una frase muy cierta que dice que una imagen vale mil palabras. Recuerdo al respecto que cuando era chico y con mis padres iba en el verano a visitar a mis abuelos en Córdoba -soy de Concordia- ellos compraban una revista, Life, y en ella vi una imagen terrible de un chiquito, negro, piel y huesos, desgarradora[4] que nunca logré borrar. Y claro, la imagen hablaba de Biafra, de Nigeria, de Africa, del racismo, de la esclavitud, del hambre, del apartheid, del Congo, de Sudáfrica, de la guerra, de golpe de estado, de la injusticia, de la explotación, de la miseria, del capitalismo, del colonialismo, del imperialismo, del militarismo, de la intolerancia, de bloqueo económico, de la hambruna, de enfermedades, de petróleo, de corporaciones, .... sí, realmente esa imagen valía mil palabras y aún más. Pero... para que esa imagen valga esas mil palabras primero de todo tenemos que tener adentro esas mil palabras, si no, es meramente una imagen que nos puede conmover o doler, pero es sólo una imagen.

Y nosotros tenemos que lograr que nuestros alumnos y alumnas tengan esas mil palabras adentro, que cada imagen pueda ser interpretada, analizada, ponderada, razonada, sentida. Es clave distribuir la palabra.

Un sociólogo inglés, Basil Berstein, que se murió hace unos años, hizo un estudio de los chicos pobres de los barrios bajos de Londres y concluyó que, hiciese lo que hiciera la escuela, no tendrían una buena formación educativa. ¿Y por qué?

Berstein ve, entre otras, tres condicionantes graves en esos chicos pobres. Uno el vocabulario, costumbres y cultura que traen lo que les hace muy difícil entrar en el “encuadre” que le propone la escuela. El otro tema es que no tienen libros para estudiar. Y por último, quien ha leído el libro de Virginia Wolf sobre la mujer, “El cuarto propio” lo puede entender fácil, el chico no tiene un cuarto propio para estudiar, para hacer los deberes, para concentrarse, pues en la misma habitación está el tío, la abuelita, los hermanitos más chicos o más grandes, todos hacinados. Y tal vez la única mesa ocupada cambiando pañales o lo que sea.

Ustedes saben que cuando vamos a la escuela sólo aprendemos una parte, la otra la aprendemos en nuestra casa. Sin el estudio luego de la clase en la escuela es pobre el resultado de lo que se aprende en la escuela.

Yo recuerdo que cuando iba a la escuela primaria, más allá de que a veces quería no ir para ir a pescar o jugar en el río o dormir un rato más, lo que más me costaba era caminar esas cuatro o cinco cuadras de mi casa a la escuela cargado con un portafolio lleno de libros. Pesaba un montón, un gran diccionario, varios libros, además de los cuadernos y lápices. Y luego en casa tenía que leer, estudiar, hacer los deberes, bajo la insistente y cargosa cantinela de mi mamá y el probable castigo de mi papá.

Lo que no me daba cuenta es que aquellos chicos que sus padres no les podían comprar sus libros, terminaban abandonando. Claro, no podían estudiar. Y peor aún en la secundaria.

Cuando la colega que me precedió habló del proceso de masificación del nivel medio en los 80, el mismo fue acompañado por no exigir más libros[5], que primero fueron reemplazados por fotocopias y luego ni por estas, por dictados. Y no necesito decir qué resultados da en la calidad de los aprendizajes, por más esfuerzo que haga el docente.

Cuando la Presidenta impulsa el plan de conectar igualdad y el uso de las netbook, si se hacen las cosas bien, ello puede contrarrestar en parte algunos de esos aspectos. A través de las netbook se puede crear un ambiente virtual a través de campus virtuales, que le permitan evadirse un poco la realidad para configurar ese cuarto propio, puede hacerse una extensión virtual del aula, y pueden tener en ellas una completa biblioteca con libros y revistas de todo tipo para leer.

Sabemos que las causas más frecuentes del fracaso en la universidad tienen que ver con la resolución de problemas y la interpretación de textos. Y ello está directamente vinculado a la distribución de la palabra y la distribución del conocimiento.

Porque hay algo que tiene la escuela técnica que se ha considerado peligroso. La escuela técnica fomenta una actitud de producción, de creación. Una buena formación hace tener placer por las herramientas, sentirse cómodos con los materiales, no achicarse ante los problemas. Y fíjense que le ley Federal incluso elimina en la primaria Actividades Prácticas y Manualidades, donde hacíamos telares, cajitas, encuadernábamos libros y demás. Nada es casual.

Es limitado pensar la educación técnica y nuestro rol docente si no asumimos esas tres consignas, ayudar a una mejor distribución del ingreso, a una mejor distribución del conocimiento y una mejor distribución de la palabra.

Es limitado nuestro papel docente si no nos ponemos a pensar cómo contribuimos a ello, más allá de los contenidos específicos que tenemos que enseñar en nuestra material, aunque sea con granitos de arena.

La señal es elocuente, me pasé de tiempo.

Si por casi dos décadas nuestra lucha era por existir, en esta etapa nueva nuestra razón de ser es demostrar para qué queríamos existir, darle sentido a nuestra existencia como escuela técnica. Y dentro de ello, el gran desafío como docentes es cómo contribuimos a una mejor distribución del ingreso, del conocimiento y de la palabra

Mis deseos de éxito a todos ustedes y no crean que lo que discutan en estos dos días es algo que compete sólo a docentes de escuelas de gestión privada.

Sus aportes serán muy bueno para todas nuestras escuelas y todos los docentes, y en particular para nuestros alumnos.

Gracias por la paciencia de escuchar

Fernando J. Pisani

fjpisani@gmail.com

www.intercol.org.ar/fjpisani

Rosario - Argentina


[1] Lic. María Rosa Almandoz. Directora Ejecutiva del Instituto Nacional de Educación Tecnológica (INET)

[2] Como uno que estuvo en el público. Me alegra que estuviera, espero que lo haga porque reconoce su error y no porque puede ser su obligación estar allí. A la escuela técnica hay que amarla, independientemente del puesto que se esté. Sin ese cariño jamás se la entenderá y menos defenderá

[3] Lamentablemente en Santa Fe está muy dividida las esferas de los docentes según su gestión, lo que está bien para cosas propias, pero no lo es para cosas que implican a todos, como era en este caso la necesidad de recuperar la educación técnica.

[4] Nota: En el momento de transcribir esta ponencia se me ocurrió buscar esa imagen por internet y en el google puse buscar imágenes y dos palabras: hambre Biafra

Aparecieron muchas imágenes. No aguanté verlas en detalle. No las pondré aquí. Duelen e indignan. Y lo peor es que eso no es historia, es la realidad actual de millones de personas que mueren de hambre por año en el mundo. Una sola es ya inconcebible, existiendo tantas riquezas y capacidad productiva.. Pero quien no conoce de qué imágenes de Biafra estoy hablando, que las busque, es aleccionador ver, incluso una madre torso desnudo, imposibilitada de amamantar a su niño. Madre y niño es terrible verlo

[5] La escuela secundaria nace elitista, y obviamente si se le exigía lo mismo que antes a los nuevos alumnos que ingresaban masivamente, sin que existiera una política que atendiera a esa masificación, quedaría el tendal, por lo que espontáneamente se empezó a exigir menos, entre otras, el tener los libros sí o sí.

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