La muerte del comandante Hugo Chávez Frías estaba al caer. Tras
descubrírsele, hace dos años, el cáncer de próstata que fue haciendo metástasis
hasta infectar sus pulmones e impedir su respiración, el peor desenlace llegó
ayer por la tarde. Quien escribe esta
columna se encuentra, como muchos, en el
medio de las horas más tristes que le ha tocado vivir desde que tiene uso de
razón política, desde que se dedica a estudiar y escribir sobre esta compleja
disciplina social. Duele como la partida de Néstor Kirchner, y hasta podemos
decir que más, porque su gobierno fue aún más radical de izquierda en sus
postulados que el del ex gobernador santacruceño. Empero, las comparaciones de
este estilo resultan tediosas, ambos quedarán grabados en el corazón y la
memoria popular para siempre: son los nuevos próceres del siglo XXI.
La llegada de Chávez al gobierno de la República de
Venezuela en 1999, no fue solamente el comienzo de la Revolución Bolivariana
sino también la recuperación de la Historia para los pueblos latinoamericanos,
esa que Francis Fukuyama, desde el Departamento de Estado de Norteamérica había
dado por muerta a comienzos de la década de 1990. El compañero Hugo no sólo
engrandeció a su país, en estos casi 14 años de mando, sino que también le
allanó a nuestro subcontinente el camino a de la autodeterminación (aun
inconclusa) poniendo todos sus esfuerzos en la unidad, a través de intercambios
económicos, sociales y culturales con los países de la región.
Fue Hugo quién más se comprometió
con el legado de Simón Bolívar, y decidió revertir la historia para no terminar
arando en el mar. Así, después de casi
dos siglos, fue el político que pudo retomar la gran empresa bolivariana de la
Patria Grande, logrando lo que no consiguieron los movimientos latinoamericanos
de liberación de la décadas de 1960 -70.
Hasta Chávez, nadie en América
Latina, por lo menos desde los gobiernos (obviamente con la excepción de Cuba),
se atrevió a enfrentar el paradigma neoconservador conocido como
neoliberalismo. Todos los mandatarios se rendían ante las “sagradas leyes” del
“dios” Mercado. No oponían resistencia alguna, entregando de esta forma sus
naciones a los servicios de las potencias capitalistas imperialistas.
El revolucionario bolivariano,
fiel seguidor del gran Simón y de su tocayo Rodríguez, y también de Francisco
de Miranda, dejó en manos de Nicolás Maduro la continuidad de este proceso transformador que está llevando
adelante Venezuela. El mismo pueblo venezolano no abandonó a su Jefe, sino que
lo acompañó con el 55% de los sufragios en la elección presidencial de octubre
pasado y en diciembre ratificó el rumbo (ya era conocida la gravedad de la
salud del presidente), haciendo que sus
candidatos a la gobernación se quedaran con 20 de los 23 estados que hay en el
país. Por lo cual, a pesar de la ausencia de Hugo, todo indica que la
revolución seguirá en marcha. La desaparición física de Chávez, como lo fue la
de Néstor Kirhner, genera muchísima tristeza pero también grandes movilizaciones
de la población que acompañan este modelo nacional, democrático y popular que
cala profundamente en el imaginario social de los venezolanos y también del
resto de Latinoamérica.
Se nos fue nuestro líder, el
padre de esta patria grande que todavía está en construcción y no se va frenar
a pesar de los augurios derrotistas de la derecha cipaya. Perdimos al Hombre,
quien con su revolución socialista versión SXXI transformó la realidad de todos
los latinoamericanos, y le dio entender a Europa y Estados Unidos que esta región
también existe y tiene un potencial que los equipara y hasta los puede superar.
Por ende, él fue el principal artífice de la unión latinoamericana que tanto
propugnaron nuestros próceres decimonónicos y los movimientos emancipadores del
siglo XX.
Hasta siempre le decimos al gran
orador, quien con sus discursos nos seducía, persuadía y conmovía, haciéndonos
llorar como ahora que ya no está.
Pequeña obra nos deja el
comandante caribeño: cambió la filosofía posmoderna del individualismo
consumista por la vuelta al sujeto colectivo hacedor de la Historia. Así, el
individuo cedió lugar al pueblo revolucionario.
Queda para cerrar esta nota
enviar un gigantesco abrazo al pueblo venezolano y marcar que el compañero Hugo
siempre vivirá en nuestro corazón. Fuimos héroes no por un día sino por casi una década y media, y seguimos.
Por Mauro Reynaldi
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