lunes, 11 de marzo de 2013

La Cámpora


Hoy se cumplen 40 años de la elección presidencial que ganó la dupla Héctor Cámpora- Vicente Solano Lima que integraba el Frente Justicialista de Liberación (FreJuLi). Fue el 11 de marzo de 1973 y significó la vuelta del peronismo al gobierno, después de 18 años de proscripción e inestabilidad política. Esta experiencia duró solo unos meses, ya que fue la antesala del regreso a la presidencia de Juan Domingo Perón junto a su esposa, ese mismo año. 
El del "Tío" fue un gobierno popular, que en ese breve período, intentó una democracia socialista que paulatinamente los mandatos del General y luego de su segunda, "Isabelita" fueron dejando atrás hasta ceder a las garras de las pátotas fascistas de José López Rega primero, y posteriormente, a la dictadura cívico-militar de las Fuerzas Armadas en conjunto con el establishment económico. 
La llamada primavera camporista fue un oasis democrático en el medio de la exacerbada violencia que se vivía en ese tiempo en nuestro país y Latinoamérica. Justo seis meses después se efectuaría el golpe de Estado en Chile. El sueño latinoamericano se convertiría, en el correr de esos años, en la peor pesadilla de la historia moderna. Sin embargo, estos procesos dejaron una profunda marca en las siguientes generaciones, dándole identidad y sentido a la militancia política contemporánea. Algo de esto estamos viendo en  los últimos días durante el funeral de Hugo Chávez. Hoy, los sectores populares continúan esta trama eligiendo en las urnas a sus representantes, sin apelar a las armas, esperanzados en políticos que se les parecen  o lo intentan. La violencia ha quedado exclusivamente en manos de la derecha, tal como sucediera el año pasado con el derrocamiento de Fernando Lugo en Paraguay, y en el 2009 de Manuel Zelaya en Honduras. A pesar de estas injusticias, los pueblos siguen apostando a la democracia, no han vuelto a caer en posturas foquistas. Esto pregonaba Cámpora: llevar adelante las transformaciones progresistas desde las instituciones republicanas, respetando con alta fidelidad el liderazgo de Perón. Así consiguió, quizá sin proponérselo, ser un símbolo para las nuevas juventudes, aquél gobernante que le dio riendas sueltas a las luchas populares.   

Por Mauro Reynaldi

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