En su columna económica del diario Página 12 de la fecha, Alfredo Zaiat, describe claramente lo que viene ocurriendo en y por Estados Unidos de América, retrotrayéndose al derrumbe del muro más famoso de la historia contemporánea, el de Berlín, creado por el stalinismo y que escindiera a Alemania en dos: Occidental (capitalista) y Oriental (comunista).
Hoy por hoy (no sé por qué está de moda multiplicar la actualidad sin dar resultado, nadie responde cuánto es hoy por hoy) el capitalismo ha entrado en una nueva crisis, una de esas que empeora aún más la condición de los excluidos, pero también la de los semi- incluidos en el sistema. El Imperio (o Imperialismo) capitalista vuelve a jugar a ser autodestructivo, como lo fuera a comienzos y mediados del siglo pasado con las denominadas guerras mundiales y la Gran Depresión de 1929. La crisis financiera internacional derribó los cimientos de los postulados de los apóstoles del libre mercado, cuya libertad es la coerción de todos los países periféricos y de las zonas menos decorosas de las naciones “prósperas”.
Ahora carecemos de Pink Floyd- consumada la muerte del tecladista Richard Wright, ya no lo volveremos a ver en un escenario y aún menos en un estudio de grabación- para que nos cante la continuación de Otro ladrillo en el muro. Empero, está Bono que seguramente se solidarizará con la humilde y desprotegida banca norteamericana.
Mientras tanto, nos relajamos porque nuestro metapresidente George W. Bush, como una gran ola de tsunamis, está llevando calma a los mercados. Su socialismo al revés- como en la Argentina cuando el querido Domingo Felipe Cavallo, en tanto funcionario de la dictadura militar en 1982, socializó el pasivo del sector privado y de esa manera engrosó la gran deuda externa que todavía estamos pagamos los argentinos- se basa en la socialización de las pérdidas del ámbito financiero privatizado. Todos los norteamericanos directamente, y el resto de los mortales indirectamente, están rescatando a la banca estadounidense del abismo que produjo el mismo régimen de acumulación y concentración del capital.
En fin, nuevamente debemos agradecerles a los campeones de la democracia occidental el bien que le hacen a la humanidad generando siempre algún entretenimiento para que no nos olvidemos que son omniscientes.
Por Mauro Reynaldi
Hoy por hoy (no sé por qué está de moda multiplicar la actualidad sin dar resultado, nadie responde cuánto es hoy por hoy) el capitalismo ha entrado en una nueva crisis, una de esas que empeora aún más la condición de los excluidos, pero también la de los semi- incluidos en el sistema. El Imperio (o Imperialismo) capitalista vuelve a jugar a ser autodestructivo, como lo fuera a comienzos y mediados del siglo pasado con las denominadas guerras mundiales y la Gran Depresión de 1929. La crisis financiera internacional derribó los cimientos de los postulados de los apóstoles del libre mercado, cuya libertad es la coerción de todos los países periféricos y de las zonas menos decorosas de las naciones “prósperas”.
Ahora carecemos de Pink Floyd- consumada la muerte del tecladista Richard Wright, ya no lo volveremos a ver en un escenario y aún menos en un estudio de grabación- para que nos cante la continuación de Otro ladrillo en el muro. Empero, está Bono que seguramente se solidarizará con la humilde y desprotegida banca norteamericana.
Mientras tanto, nos relajamos porque nuestro metapresidente George W. Bush, como una gran ola de tsunamis, está llevando calma a los mercados. Su socialismo al revés- como en la Argentina cuando el querido Domingo Felipe Cavallo, en tanto funcionario de la dictadura militar en 1982, socializó el pasivo del sector privado y de esa manera engrosó la gran deuda externa que todavía estamos pagamos los argentinos- se basa en la socialización de las pérdidas del ámbito financiero privatizado. Todos los norteamericanos directamente, y el resto de los mortales indirectamente, están rescatando a la banca estadounidense del abismo que produjo el mismo régimen de acumulación y concentración del capital.
En fin, nuevamente debemos agradecerles a los campeones de la democracia occidental el bien que le hacen a la humanidad generando siempre algún entretenimiento para que no nos olvidemos que son omniscientes.
Por Mauro Reynaldi
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