Hace veinticinco años los argentinos, tan amantes de las urnas, volvimos a votar tras más de siete años y medio de ostracismo genocida. Había retornado la democracia a nuestro país. Sus verdaderos artífices fueron los organismos de Derechos Humanos, especialmente las Madres de Plaza de Mayo. La recuperación de la libertad se la debemos a ellas, estas mujeres que le pusieron el cuerpo y el alma a la barbarie asesina desatada por los terroristas embotados. Estas heroínas de la justicia y la verdad fueron quienes más hicieron, se sacrificaron, por la dignidad del pueblo y la nación. Los dos grandes partidos políticos, el Justicialista y la Unión Cívica Radical, que venían cumpliendo el rol de actores de reparto, pretendieron descaradamente (puesto que varios de sus dirigentes colaboraron con el proceso militar, transando o callando) quedarse con el mérito de la restauración democrática. Ahí lo tuvimos al deplorable Herminio Iglesias quemando un ataúd con la insignia de la UCR en un acto preelectoral que encabezaba el entonces candidato presidencial del PJ, Italo Luder, mano derecha de la Thatcher de cabotaje.
El 30 de octubre de 1983 fue el día en que la República Argentina retornó a la vida democrática, pero se trató de una democracia light, liberal, que no cuestionaba el orden socioeconómico acorde a los intereses del Imperio norteamericano. Fruto de esto, en los años noventa, el peronismo neoliberalizado se encargó de profundizar y agudizar el plan impuesto por Martínez de Hoz en 1976. Como bien describiera Rodolfo Walsh en su Carta Abierta a la Junta Militar de 1977: “En la política económica de ese gobierno (por el militar) debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada”. Dicha miseria continúa hasta estos días. Desde hace un cuarto de siglo podemos caminar libremente por las calles sin que nadie nos detenga por ser o parecer sospechosos de pensar, pero aún carecemos de justicia social e igualdad.
Muchos temas aún quedan pendientes, entre los más importantes: la distribución equitativa de las riquezas y una nueva ley de Radiodifusión en reemplazo de la que lleva la firma de los criminales Videla y C&a.
A esta democracia todavía le falta madurar, sacarse los pañales. Tiene que ser más popular y democrática, valga la redundancia. Por eso, en esta fecha debemos, como responsabilidad cívica y social, saludar y agradecerles a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo por su honrable lucha. Con ellas aún estamos en deuda y no podemos seguir pagando en cuotas.
Por Mauro Reynaldi
El 30 de octubre de 1983 fue el día en que la República Argentina retornó a la vida democrática, pero se trató de una democracia light, liberal, que no cuestionaba el orden socioeconómico acorde a los intereses del Imperio norteamericano. Fruto de esto, en los años noventa, el peronismo neoliberalizado se encargó de profundizar y agudizar el plan impuesto por Martínez de Hoz en 1976. Como bien describiera Rodolfo Walsh en su Carta Abierta a la Junta Militar de 1977: “En la política económica de ese gobierno (por el militar) debe buscarse no sólo la explicación de sus crímenes sino una atrocidad mayor que castiga a millones de seres humanos con la miseria planificada”. Dicha miseria continúa hasta estos días. Desde hace un cuarto de siglo podemos caminar libremente por las calles sin que nadie nos detenga por ser o parecer sospechosos de pensar, pero aún carecemos de justicia social e igualdad.
Muchos temas aún quedan pendientes, entre los más importantes: la distribución equitativa de las riquezas y una nueva ley de Radiodifusión en reemplazo de la que lleva la firma de los criminales Videla y C&a.
A esta democracia todavía le falta madurar, sacarse los pañales. Tiene que ser más popular y democrática, valga la redundancia. Por eso, en esta fecha debemos, como responsabilidad cívica y social, saludar y agradecerles a las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo por su honrable lucha. Con ellas aún estamos en deuda y no podemos seguir pagando en cuotas.
Por Mauro Reynaldi
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