sábado, 1 de noviembre de 2008

Incompletos

Siguiendo en la misma línea de la nota publicada ayer Apenas un cuarto de siglo, corresponde caracterizar a nuestra democracia como incompleta. Si bien somos partidarios de la idea que sostiene que el régimen democrático es un estado en constante movimiento, una forma de vida cívica y social que construimos diariamente entre todos, aún existen modalidades y prácticas autoritarias que expresan determinados grupos e instituciones de la sociedad, como por ejemplo: los mega multimedios de comunicación, la cúpula de la Iglesia Católica, sectores de las fuerzas militares y policiales, las prepotencias de dirigentes políticos y sindicales, y de empresarios del agro y de las urbes, etc. La mayoría de los trabajadores carecen de libertad y seguridad jurídica dentro de su ámbito laboral, sin mencionar la cantidad importante de desocupados que hay hoy en el país. Todo esto, producto de la “flexibilidad” laboral establecida en los años noventa que todavía sigue vigente, demasiado viva. También debemos recordarles a nuestros gobernantes los altos índices de pobreza e indigencia que azotan al país. Territorio que puede alimentar a más de 400 millones de seres humanos y cobijar, garantizándole un buen vivir, a los 40 millones que habitan en la actualidad. Conservamos la democracia, la posibilidad de elegir a nuestros representantes cada dos años, así como también mantenemos un orden de desigualdad social y cultural que extiende aún más la brecha entre ricos y pobres. ¿Hace falta decir que es menester, urge, la distribución equitativa del ingreso y las riquezas? ¿Para cuándo la reforma fiscal, que haga pagar más a quienes se han beneficiado con las políticas neoliberales a costa del empobrecimiento de las mayorías? ¡Cuantas materias pendientes tiene la democracia! De ahí su incompletud. Todos somos responsables de su salud y tenemos que hacernos cargo fortaleciéndola día a día. Aunque, hay algunos que deben ser enjuiciados y condenados por las heridas (varias de muerte) que le causaron. Necesitamos un sistema político que asegure la participación del conjunto de la sociedad, y un sistema económico basado en la equidad y la solidaridad, sin dejarse doblegar por los poderes fácticos. Si los partidos políticos son los caballos del mismo comisario (como sucede en Estados Unidos y quedará una vez más demostrado el próximo 4 de noviembre, fecha de la elección presidencial), entonces no hay mucho que esperar de nuestra dirigencia. En cambio, si se consolidan dos opciones distintas con proyectos bien definidos y capacidad de sumar las voluntades populares, podremos creer en una democracia más digna y extrovertida, saliendo de la minoría de edad.

Por Mauro Reynaldi

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