Con color primaveral

Esta vez sí los legisladores del centroizquierda votaron con el gobierno nacional. Propusieron cambios al proyecto de estatización del sistema previsional que envío el Ejecutivo al Congreso, y el oficialismo, sin caer en otro ostracismo, los aceptó y así, felizmente, llegaron a los dos tercios de escaños positivos en la Cámara Baja.
Esta realidad dista infinitamente del traspié que sufrió el kirchnerismo (y el Estado como organizador de la economía) con el rechazo de la resolución 125. Ahora retornó, al menos por unas horas, la afamada transversalidad que tanto eco tuviera durante el primer año del mandato de Néstor Kirchner. Muchos venimos pidiendo con énfasis, el diálogo entre el matrimonio K y los sectores políticos que representan al espacio de centroizquierda. Sin embargo, cuando llega el momento de armar las candidaturas electorales, cada uno elige seguir por su lado, las mezquindades individuales vencen sobre un posible proyecto de país con orientación nacional y popular. La consigna no debe ser conformar alianzas arribistas, que se disolverán al pronto tiempo de finalizado los comicios. Tampoco es congruente con la idea de mejorar el sistema político, que el kirchnerismo se quede anclado de por vida en el aparato del Partido Justicialista. La crisis de los partidos políticos aún permanece vigente. La ciudadanía sigue desconfiando de sus representantes, los cuales persisten en adoptar una postura solipsista ante los problemas fundamentales que perturban la convivencia democrática, como el caso del rompimiento de los lazos sociales. Desde hace décadas que la sociedad argentina está fragmentada, las políticas implementadas por los militares terroristas en los setenta, han dejado secuelas que nos impiden pensarnos como partes diferentes de un todo que es la nación. Hemos perdido el sentido de pertenencia a la comunidad. Y esto queda claramente comprobado durante los procesos electorales, la política ya no enamora, y cada vez le cuesta más seducir. Esto no es simplemente culpa de la dirigencia, también es responsabilidad de los dirigidos, quienes han optado por contemplar pasivamente cómo transcurren las cosas, teniendo la queja como única herramienta de expresión pública.
El primer capítulo de las AFJP en el Congreso fue una bocanada de aire fresco para calmar las altas temperaturas que provoca nuestro clima pre estival y agudiza la oposición fundamentalista, que siempre está a la derecha del espectro político. El resultado en Diputados tuvo la potencia de un mega ventilador que el gobierno de Cristina Fernández andaba necesitando para avanzar en la reivindicación del Estado como actor protagónico del film de la vida cotidiana argentina. El Senado le dará el cierre a esta trama, y entonces, el oficialismo tendrá más margen de maniobra para encarar el 2009 con mayor autodeterminación, aprovechando la suma de apoyos del campo popular, en pos de consolidar el resto del mandato.

Por Mauro Reynaldi