domingo, 2 de noviembre de 2008

Que entren antes de entrar

La inseguridad es el tema que se pone en escena cada vez que la actividad política no tiene el rating deseado por muchos medios. Aunque estamos hablando de mediciones que no van de la mano con la cantidad de televidentes o radioescuchas sino con la fuerza de impacto que le dan a cada medio de comunicación la capacidad de manejar la agenda de la opinión pública, es decir que le dan poder. Poder para definir padecimientos latentes que sufre nuestra sociedad, y que con los títulos y primeras planas logran posicionarse como los temas más urgentes a resolver; olvidando muchas veces las causas de los mismos y dejando pasar otras problemáticas que le son competentes para solucionarlos. Esta semana la inseguridad latente volvió a despertarse: robos, asesinatos y secuestros provocaron herir más la frágil imagen que tienen las fuerzas públicas relacionadas con el tema e incluso algunos representantes de las mismas se autoconvocaron para pedir (aunque parezca una paradoja) más seguridad.

El obstáculo que se presenta muchas veces ante determinados asuntos es si los intereses de los actuantes van de la mano con la intencionalidad a resolverlos. Desde negocios con delincuentes hasta la necesidad de electorado concentrado pasando por el desinterés de invertir en estructuras que darían sus réditos de aquí a varias décadas pueden ser las causas de este desencuentro que termina haciendo de la inseguridad una muletilla que sigue su curso y aparición, dejando de lado el origen principal de la misma: la marginalidad.

Desde las posturas "duras" de bajar la imputabilidad de menores hasta la estereotipación de vecinos de un barrio marginal hacen que cada vez estemos más lejos de resolver los problemas de inseguridad logrando sólo que se enfrente a la población y creando un escenario donde a los ya conocidos golpes de Estado y de mercado se le agregue otro: el golpe de inseguridad; en el cuál los enemigos ya no son los subversivos o el Estado bobo sino simplemente el otro, el marginal que no pudo entrar al sistema.
Los riesgos de entrar en ese pánico hicieron por ejemplo de Blumberg una opción aceptada moralmente por su padecimiento e inclusive posibilitaron que sus ideas (o las que le acercaron) lograran ser bendecidas por la opinión pública y los legisladores. Aunque sabemos que luego de un tiempo estamos en igual o peor posición ante el mismo fenómeno y las soluciones duras fueron tan eficaces como el desempeño electoral del dudoso ingeniero.

Antes de seguir propiciando hacer entrar a la cárcel al mayor número de personas posibles se tendría que hacer lo mismo pero para lograr hacer ingresar al sistema al conjunto de la sociedad. La diferencia de estas dos propuestas es que en una hay cada vez más otros y en la que proponemos somos cada vez más nosotros. La primera está marcada por el egoísmo que va desde los políticos que no quieren hacerse cargo de una política de Estado consecuente a lograr la igualdad de posibilidades actuando ante el desamparo de niños y adolescentes que sienten que la vida vale muy poco. Pero frente a este inminente futuro incierto de generaciones otra parte del egoísmo está signado de los que se siguen conformando con la mano dura y que el otro esté adentro para vivir tranquilos.
Sin dudas que la segunda propuesta es mucho más difícil de concretar ya que todos tenemos que ceder algo. Tanto el consenso político como la puesta en marcha de un plan para hacer frente a la marginalidad y garantizar una infancia con educación, vivienda y alimentación tendría que ser la causa común que defendamos; aunque se vean afectados intereses políticos o económicos.
Sería superador posibilitar que todos los compatriotas tengan la oportunidad de entrar en el sistema y decidir su destino en vez de encontrar la manera más rápida para condenarlos a la cárcel. Superarse es la tarea, conformarse es el problema.

Por Coco Alvarez

1 comentario:

Anónimo dijo...

!QUE ASI SEA !