Algunos lo han dado en llamar "el último moderno". Fue y será a mi entender, simplemente, el mejor cantante de rock que salió de estas pampas. Federico Moura fue, entre otras cosas, el creador, frontman e imagen de Virus desde 1981 a 1988. Hace 20 años dejaba este mundo tras habernos regalado seis discos de estudio (Wadu Wadu; Recrudece; Agujero Interior, Relax, Locura y Superficies de placer) y uno doble en vivo (Vivo 1 y 2) . Federico y Virus fueron modernos, vanguardistas (sus canciones tienen más de dos décadas y media y suenan como si huebiesen sido compuestas hoy en día), transgresores (rompieron con el machismo vernáculo, con el hediondo olor testicular que caracterizaba al rock de comienzos de los '80 y aún perdura con el rock chabón). Virus es un laberinto donde se encuentran combinados: Rock and roll, glam, pop, bizarrismo (tenían buen sentido del humor, algo que carecen muchos rockeros en la actualidad), excentricismo y locura creativa displicente.
Por el ingenio de los hermanos Moura, Federico, Julio y Marcelo (otra que los hermanos Marx) desfilaron estupendos artistas de la última mitad del siglo veinte: David Bowie, Queen, Roxy Music, T- Rex, Velvet Underground, Psychedelic Furs, The Cure, Andy Warholl, The Smiths, Bauhaus, entre otros.
Federico fue un adelantado a su época, cantaba sobre el amor descartable mucho tiempo antes de que el filósofo polaco Zygmunt Bauman publicara el libro Amor líquido (2005). Su música es producto de la liberación de la imaginación y la búsqueda intensiva del amor en tiempos de cólera. Ser moderno, romántico (de romanticismo) en los principios de la posmodernidad. Todo un desafío a las posibilidades del arte y su historia, cuando los grandes relatos son exterminados.
Amor, Rock y Revolución, la trilogía que marca la obra de Virus, por más que la última palabra, inteligentemente, no fuera utilizada por la banda de La Plata .
El gran Federico fue el artífice de los mejores momentos del rock en castellano que se compusó en nuestro país. Lo vamos a seguir extrañando y continuaremos creyendo, como pensaba él, que el destino es circular, no lineal.
Por Mauro Reynaldi
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