sábado, 6 de diciembre de 2008

Tiempo para reflexionar

¡Que hermoso sería que la política fuera pura y transparente! Que no haya más conflictos y entonces, los buenos estén todos de un lado y los malos del otro. Estaríamos en el país de las maravillas, donde existirían centroizquierda y centroderecha bien definidos (el sueño de Torcuato Di Tella y de los progres a la escandinava que habitan en este territorio).Desafortunadamente para los "librepensantes" criollos, revestidos de extrema pulcritud, hay buenos y malos tanto de un lado como del otro. En las filas del Gobierno como en las de la oposición se encuentran dirigentes destacables como desechables. Por ejemplo, en el oficialismo se alistan nombres elogiables como Hebe de Bonafini, Estela de Carlotto, Daniel Filmus, Eduardo Jozami, Eduardo Luis Duhalde, entre otros, que conviven con golpistas como Aldo Rico, neoliberales como Daniel Scioli y Carlos Ruckauf, por citar algunos. ¿Nos gustan estos últimos? A mí, particularmente no, desearía que no estén, que formen parte del otro bando, el de la oposición, donde hallamos a gente entrañable como Pino Solanas y Alcira Argumedo, pero también nos topamos con impresentables de la talla de Carlos Menem, López Murphy, Elisa Carrió, Eduardo Alberto Duhalde, Mauricio Macri, Rubén Giustiniani, Luis Barrionuevo, ¡ay, cuantos son!
Por lo visto, el bien y el mal se aparean en vez de escindirse. Sin embargo, la misma definición sobre el bien y el mal es errónea. Dichos conceptos dependen del proyecto de nación, de la ideología política de cada conjunto político. Es un anhelo que Solanas y Argumedo se sumen al tren kirchnerista, siempre y cuando su dirección esté encaminada hacia un mandato popular, reparador de injusticias sociales, económicas y culturales. Por esto mismo, sería más digno que el matrimonio Kirchner dialogue con los distintos actores de la izquierda argentina, en vez de cerrar su staff con los residuos del duhaldismo y del conservadurismo que anida en las provincias que cuentan con menos marketing. Empero, sinceramente, ¿por qué gran parte de la izquierda está tan obsesionada en ver fracasar al gobierno que más sacrificios hizo para consolidar la vida democrática desde su recuperación hace veinticinco años?
Por otra parte, sabemos que Scioli y Ruckauf se llevarían mejor con Macri y el ex senador Duhalde. Tenderían todos juntos hacia un populismo de derecha y contarían con el respaldo incondicional de grandes grupos empresariales como Clarín, por dar uno que está tan de moda.
El problema principal no pasa porque el kirchnerismo se repliegue en el Partido Justicialista, y de ese modo abandone el transversalismo que suscita el Frente para la Victoria. Si del centroizquierda sólo hay mezquindad, riña por puestos dirigenciales, entonces la culpa por la ausencia de un fuerte y protagónico frente nacional y popular no es responsabilidad exclusiva de Cristina y Néstor Kirchner. Para quienes aún creemos en que la salida siempre es por izquierda, continuamos atentos a la relación entre el Gobierno y los referentes del campo popular. Esperamos que dejen las veleidades de lado, y se sienten a charlar para delinear un rumbo en común. Los Kirchner poseen la suficiente capacidad para llevar adelante el ejercicio del poder de acuerdo a los vientos de cambio sudamericanos.

Por Mauro Reynaldi

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