martes, 31 de marzo de 2009

Triste final


En el día de la fecha falleció quien fuera el primer presidente de la nación, Raúl Ricardo Alfonsín, tras el reestablecimiento de la democracia a fines del año 1983. Asomaba en aquellos tiempos como un gran estadista que impulsaba el juicio a la Junta Militar genocida, y que acorde a su época buscaba la paz social y la recomposición de las reglas que hacen a la vida democrática. Aquella democracia estaba en pañales, por ello, por más que en sus formas parecía vivirse un aire renovador, de participación ciudadana, en su interior todo seguía oscuro, tenebroso. Tras idas y vueltas, los militares conseguieron su objetivo de impunidad. Las leyes de obediencia debida y punto final terminaron con la primavera alfonsinista. De allí en adelante, el viejo caudillo radical fue trastabillando una y otra vez (también fue desestabilizado por el poder económico que defienden los chacareros lockoutistas) hasta pactar con Menem en Olivos la reforma constitucional neoliberal de 1994, y echar por la borda sus progresistas iniciativas de la primera mitad de la década de 1980. Su obra ha quedado inconclusa. Tuvo el valor y el coraje para enfrentar a los asesinos imperialistas. Empero por falta de desición o de poder político, acabó cediendo a los criminales. Su partido le dio la espalda, y la sociedad, en su conjunto, careció de voluntad transformadora. Excepto los organismos de Derechos Humanos, que nunca claudicaron en la lucha por verdad y justicia, el resto de la población optó por el silencio.

Recordamos a Raúl Alfonsín por su militancia a favor de la democracia, por su valentía en los ochenta. Lo que vino posteriormente no fue lo mejor de su curriculum político, aunque no desentonó, siguió el ritmo de la decadente dirigencia criolla que compró las consignas del neoliberalismo.


Por Mauro Reynaldi

1 comentario:

guille dijo...

Ponemos la bandera a media asta ,despues la seguimos.