Oficializadas las listas de los partidos políticos (cada vez más partidos y con menos densidad política y más marketinera), el Gobierno Nacional y su oposición se juegan todas las cartas que tienen en la mesa, aunque cuesta aún saber quién tiene el ancho de espada y cómo lo va a usar. Para el kirchnerismo el próximo 28 de junio se decidirá entre dos modelos de país antagónicos. Por un lado, el proyecto nacional y popular que el oficialismo dice representar y por el otro, la tendencia a la vuelta del capitalismo salvaje, o sea, a la insatisfacción de las necesidades básicas de la mitad de la población (por lo menos).
La administración K, sin rodeos, pone toda su carne en el asador, haciendo hincapié en sus logros obtenidos desde el 2003 a la fecha, como eje de su discurso está la presencia del Estado en la sociedad civil, la recuperación de la intervención estatal para corregir las enormes desigualdades que viene generando el modelo económico, cultural, político y social que impuso por la fuerza la dictadura genocida en 1976 y se agudizó quince años después con el menemismo.
Por su parte la oposición, netamente anti K, sale al cruce con un discurso tergiversador que apela a un republicanismo esquizofrénico que viene a terminar con la corrupción, a sanear las instituciones democráticas (esas mismas que ellos debilitan con sus prácticas) y a refundar la moral cívica. Pisando fuerte, la derecha embiste con todo el arsenal mediático contra el Gobierno, no por ser éste efectivamente nacional y popular, sino por el simple hecho de apenas proponérselo, siendo que a la vez cumple con las demandas del orden financiero internacional. Los K con su retórica estatista, populista (la cual se florece en el jardín discursivo pero escasea en los hechos) irritan al conservadurismo que exige menos participación del Estado en la economía y más rienda suelta al sector privado. Voceros del establishment, los miembros de la oposición claman por dificultar la labor gubernamental del kirchnerismo, ponerle una y otra vez palos en las ruedas. El "clima destituyente" no es un invento o fantasía K, es la búsqueda casi explícita de gran parte de los sectores reaccionarios de la sociedad. Ese espíritu fascista (miedo burgués), nostálgico de los tiempos de cuarteles y sotanas que no tolera la participación de las mayorías, ve en todo ciudadano pobre (empobrecido por el mismo sistema de injusticia y miseria que la derecha defiende) un asesino serial. Ergo, hace de los males que aquejan al conjunto de la población, su bandera de batalla, siendo que ella, la derecha no es la solución de estos problemas sino su causante.
En los comicios de junio, más alla de su carácter legislativo, podremos comprobar cuánto hay de ese espirítu fascista, retrógrado, que descree del sistema democrático. Cuánto crecerá el negocio de la inseguridad y del caos que hay varios ciudadanos de "bien" le gusta fomentar. El kirchnerismo con su cúmulo de torpezas, propias de su miopía de claustro de alcoba, se juega la gobernabilidad. En tanto, la oposición irresponsable (como bien señala el candidato a diputado nacional por la provinicia de Buenos Aires, Martín Sabbatella) seguirá actuando el papel de "niña mimada" de las corporaciones mediáticas, brazos comunicacionales del Poder Económico.
El caos no es simplemente la derrota del oficialismo, es más bien la aceptación y legitimación del regreso al genocidio socieconómico que implica el orden neoliberal. O sea, volver a un país de unos muy pocos privilegiados, varios cómplices de esos privilegios y muchos, la mayoría, perjudicados. Entonces la respuesta a este llamado electoral no consiste en elegir entre el kirchnerismo y el caos, sino en profundizar ampliamente lo hecho por el Gobierno en pos del bienestar general. En definitiva, completar la obra inconclusa que está dejando el oficialismo.
Por Mauro Reynaldi
3 comentarios:
Lindo post-análisis. ¡Adelante cumpa!
Abrazo, Coco.
Lindo post-análisis. ¡Adelante cumpa!
Abrazo, Coco.
Gracias Santiago. Otro abrazo para vos.
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