sábado, 22 de agosto de 2009

Cromañón 2

Había una vez un movimiento artístico, que logró trascender las propias fronteras del arte para convertirse en masivo, popular. Se convirtió en un verdadero fenómeno sociocultural. Era el poder de la imaginación, materializado por la música que se sublevaba. Esto comenzó en la década de 1950 con llamativos personajes como Little Richard, Chuck Berry, Ray Charles y Elvis Presley, por citar sólo algunos "gigantes" de eso que se conocería como Rock and Roll. Por lo general se trataba de negros estadounidenses (gente de piel negra para ser políticamente correctos) provenientes del blues que al acelerar los ritmos de este género musical, inventaron precisamente el rock and roll.
Luego, en los sesenta, con el surgimiento de los Beatles y de los Rollings Stones, como máximos exponentes, el rock and roll se transformó en rock y abrió un abanico de gamas de estilos artísticos y musicales que se fueron combinando a lo largo del tiempo para hacer de esto un fenómeno a escala mundial, toda una revolución cultural generada por jóvenes inquietos, ambiciosos, dedicados casi sin proponérselos a cambiar el mundo. El rock significaba ruptura, romper con el orden establecido, con la moral burguesa, con las costumbres alienantes del sistema capitalista.

Era la juventud, el hombre nuevo, quien se levantaba contra la barbarie capitalista, contra los desmanes de las autoridades civiles, representantes que pretendían disciplinar, adormecer, las conciencias. El rock, nutriéndose de otras expresiones artísticas como la literatura, el cine, el teatro y la pintura, era la mejor forma de canalizar aquel ímpetu creativo y transformador de las nuevas generaciones.

Quizá el gran problema del rock fue haber sido una revolución sociocultural que no llegó a calar hondo en el sistema político y económico. Provocó importantes cambios simbólicos, pero no pudo alterar la estructura del régimen capitalista. Modificó parte de su superestructura, aunque su base quedó intacta. Pronto el rock pasaría a ser un componente más del orden cuestionado, asimilado y metamorfoseado como un objeto más de consumo, de compra- venta. De vanguardia a retaguardia. Pasó de ser un acontecimiento moderno a un pastiche posmoderno.

Estas lineas vertidas hasta aquí vienen a colación de la nota Cromañón, para entender que la tragedia del 30/12/2004 no es un hecho aislado, ajeno al devenir de este movimiento. Sino, el claro ejemplo de la degradación de esta movida cultural. El arte reemplazado por un gran negocio, es decir, convertido en un trabajo más para la satisfacción de los intereses del capital. Del artista revolucionario al laburante conformista y holgazán. El rock como un simple laburo, despojado de su sentido crítico- transgresor.

El colega Eduardo Fabregat describe notablemente esta deformación/ decadencia del rock en la Argentina en su columna de opinión del día de hoy en el matutino Página 12.

Para finalizar nuestra intervención sobre el caso Cromanón, nos interesa remontarnos a una época en la cual el rock aun brillaba, era esplendor y belleza. Elegancia y furia a la vez. Cuando éste todavía tenía mucho que decir. Los culpables de esta obra fueron Charly García, David Lebón, Pedro Aznar y Oscar Moro, quienes a finales de la década del setenta habían formado esa mega banda llamada Serú Girán. El tema en cuestión es la canción Yo no quiero volverme tan loco (cuyo primer título fue Pena en mi corazón) y su letra la reproducimos a continuación:

Yo No Quiero Volverme Tan Loco

Yo no quiero volverme tan loco
Yo no quiero vestirme de rojo
Yo no quiero morir en el mundo hoy.
Yo no quiero ya verte tan triste
Yo no quiero saber lo que hiciste
Yo no quiero esta pena en mi corazón.

Escucho un bit de un tambor entre la desolación
De una radio en una calle desierta
Están las puertas cerradas y las ventanas también
¿No será que nuestra gente está muerta?
Presiento el fin de un amor en la era del color
La televisión está en las vidrieras
Toda esa gente parada que tiene grasa en la piel
No se entera ni que el mundo da vueltas.

Yo no quiero meterme en problemas
Yo no quiero asuntos que queman
Yo tan sólo les digo que es un bajón.
Yo no quiero sembrar la anarquía
Yo no quiero vivir como digan
Tengo algo que darte en mi corazón.

Escucho un tango y un rock
Y presiento que soy yo
Y quisiera ver al mundo de fiesta.
Veo tantas chicas castradas y tantos tontos que al fin
Yo no sé si vivir tanto les cuesta.
Yo quiero ver muchos más delirantes por ahí
Bailando en una calle cualquiera
En buenos aires se ve
Que ya no hay tiempo de más
La alegría no es sólo brasilera.

Yo no quiero vivir paranoico
Yo no quiero ver chicos con odio
Yo no quiero sentir esta depresión
Voy buscando el placer de estar vivo
No me importa si soy un bandido
Voy pateando basura en el callejón.

Yo no quiero volverme tan loco
Yo no quiero vestirme de rojo
Yo no quiero morir en el mundo hoy.
Yo no quiero ya verte tan triste
Yo no quiero saber lo que hiciste
Yo no quiero esta pena en mi corazón.
Yo no quiero sentir esta pena en mi corazón.
Por Mauro Reynaldi

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Con todo respeto, pero noto un tanto de nostalgia por algo que nunca fue. El rock puede haber cambiado pero lo que principalmente cambia son las sociedades. El rock hoy en día es una música de masas, y no tiene que ver solo con que a veces sea un gran negocio. A vos te gustaba esa sensaciónde un movimiento de eunos pocos transgresores, cuando el rock se masificó ya esa sensación un poco desapareció, pero discrepo totalmente en tu visión del rock nacional actual. Es rock que en la mayoría de los casos sale de abajo ( y no ya de pequeños burgueses talentosos y transgresores), y no con el objetivo de la plata como decís vos. Miles de bandas y bandas en cada barrio haciendo música y contando sus historias, y generando su resistencia a su manera. Algunas crecerán en base a los apoyos del boca en boca, y terminarán siendo un negocio, otras no. El negocio en si no es parte del surgimiento de las bandas, como vos parecierás leer del rock actual.
Creo que hablás sin concoer realmente la historia de las bandas de rock actuales, y tampoco sabés interpretar sus letras y resistencia.

Al centro y adentro dijo...

Anónimo. Me parece que el que no sabe de lo que habla sos vos. No creo que de los barrios de por sí estén saliendo cosas buenas. No por ser under es bueno, disiento totalmente. Ese concepto es re cuadrado, bandas que salen de los barrios y son buenas. Me parece que el lugar de dónde salen no tiene nada que ver. Spinetta no salió de un barrio marginal como tampoco los Virus, por dar unos ejemplos.

Eso que venden generalmente como under no es la renovación en el rock. Sí para mí lo son bandas como Azafata, Victoria Mil, Los Látigos, por decir algunas. Donde encuentro ideas, en los otros casos me parecen cosas muy trilladas, que dicen más de lo mismo.

Anónimo dijo...

En ningún momento dije que eran buenos, mejores o peores que otras cosas. A lo que me refería es que esas bandas representan algo, es una expresión con la que mucha gente se siente identificada y muchas veces poco tiene que ver con el negocio (como vos hcés hincapié). Hay una identidad y una movida que a vos no te gusta, pero que existe y es representativa de mucha gente, donde todos ellos encuentran lo que otros ámbitos no da y no habla.

Al centro y adentro dijo...

El trágico episodio Cromañón me remite a la infinidad de veces de haber ido a recitales donde "idiotas útiles" cantaban: "Luca no se murió, Luca no se murió, que se muera Cerati, la .... madre que ........". Ese mismo tipo de público cabeza era el que asistía y asiste a ver Ca$hejeros. Gente que terminó bebiendo su propio veneno.

Mauro

Anónimo dijo...

Si, seguro. Estos cabezas....
Se te toca un poquito y te sale el progre iluminado de salón. Al final son todos iguales, jaja, igual a los que vos a veces crititcas por acá.