lunes, 23 de noviembre de 2009

Modernizaciones

La constitución y consolidación del Estado moderno en la Argentina se efectuó tras el fin de la llamada "Campaña del Desierto" de 1879 que emprendió el General Julio Argentino Roca para "insertarnos en el mundo" como país agroexportador. Este Estado fue posible, gracias al aniquilamiento de gran parte de la población indígena que habitaba en esta región. Así, entramos a la modernidad capitalista. Fue "el poder de la razón capitalista frente a la barbarie nativa". El Estado- Nación se erigió como el símbolo de la nueva civilización. La sociedad argentina organizada según las bases del paradigma liberal. Este nuevo orden era necesario para unificar la nación que había vivido por más de medio siglo bajo las guerras civiles entre unitarios y federales.


Sin embargo, casi un siglo después, a partir de 1976, otra vez mediante un genocidio, la nación del Río de la Plata comienza otra etapa de modernización, pero en esta ocasión el objetivo es achicar ese Estado, poniéndolo al servicio del capitalismo financiero trasnacionalizado. Ya "conquistado el desierto", el Estado debe estar en función de los intereses de las grandes corporaciones pertenecientes al sector privado de la sociedad. O sea, el desierto se conquistó para luego ser privatizado. Este fue el gran proceso modernizador de la República Argentina. Esto quiere decir que, en menos de cien años, pasamos de un Estado que organizaba a la población según leyes y jurisdicciones para el desarrollo y crecimiento del país a través del sistema capitalista (donde se buscaba formar ciudadanos que respondieran a las necesidades del modelo oligárquico agroexportador), a un Estado que redujo sus funciones básicas para garantizar la rentabilidad y la acumulación desmesurada del capital trasnacional. De una economía nacional dependiente de las grandes potencias capitalistas (en el siglo XIX, primaba la relación asimétrica con Gran Bretaña) a una economía en su mayoría directamente extranjerizada. Empero, el mismo modelo: el agroexportador, donde la industria y la producción están puestas al servicio de las finanzas y el desarrollo rural primario. Un país que exporta materias primas por doquier, pero al mismo tiempo carece de ciencia y tecnología autóctonas. Una nación no ya entregada al crecimiento de un Estado particular, sino al conglomerado de las grandes empresas de las potencias imperialistas.

Una centuria después, la modernización capitalista trajo más dependencia y subordinación al orden impuesto por los países centrales del capitalismo. El neoliberalismo canceló aún más las posibilidades de soberanía y autodeterminación de nuestros pueblos.

Hoy asistimos a una nueva era, ya sin sangre derramada, donde las naciones latinoamericanas intentan salir, como pueden, del neoliberalismo. En algunos casos hablamos de una etapa post neoliberal. Sociedades que se están replanteando el rol del Estado y del Mercado y de la ciudadanía. Que buscan nuevos liderazgos, alejados de los partidos tradicionales que gobernaron a lo largo del siglo XX, como está sucediendo en Brasil, Ecuador, Paraguay y Venezuela; y nuevas formas de organización social, tal como ocurre en Bolivia.

Los pueblos, de a poco, están saliendo del letargo, a pesar de la contraofensiva de los factores de poder que siempre están del costado derecho de la sociedad.

Volviendo a Argentina, consta señalar que las etapas modernizadoras generalmente provinieron desde arriba hacia abajo. Aunque fue a mediados del siglo pasado con el peronismo, donde la modernización mediante la industrialización nos permitió salir del modelo de dependencia agroexportador. La justicia social acompañada de soberanía económica, producto del Estado Benefactor, fue la fórmula indicada para la inclusión de todos los sectores de la población y lo que posibilitó la movilidad social ascendente. Es decir, el progreso de los más humildes. Ya no ganaban únicamente los capitalistas y los terratenientes. Este modelo de desarrollo e inserción de las mayorías duró, con altibajos, hasta mediados de la década de 1970 donde primeros la junta militar represora y luego el menemismo en los años noventa, se encargaron de destrozar el Estado- nación que habían construido los mismos liberales liderados por Julio Roca, el hombre que figura en los billetes de $ 100 (pesos cien), el que posee más valor. Paradojas propias del sistema de dominación. Una vez más, las clases populares se quedaron con las manos vacías. La gota que iba a rebalsar el vaso, nunca llegó.

La verdadera modernización progresista, que tienda a engrandecer la nación, será aquella que sea realizada por el pueblo, hija de la Revolución de mayo de 1810 y de las luchas del movimiento obrero, primero anarco- socialista y luego peronista, siempre de Evita y la resistencia, nunca burocrático, impostor como el de Vandor, el que pactó con las dictaduras y el de los gordos menemistas. Una modernización que apueste al desarrollo y crecimiento de la industria nacional, al elevamiento de la calidad de vida de los trabajadores, al progreso de la ciencia y de la educación, que fomente las artes, y provea de salud y bienestar para todos los argentinos y quienes residen en estas tierras.

Por Mauro Reynaldi

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