Ser grasa

Este año que termina, mostró una vez más cómo las grandes corporaciones mediáticas hacen pasar su interés sectorial como si fuera el de toda la sociedad argentina. El grupo Clarín en versión papel, mediante sus portadas, no se cansa de querer hacer ver al gobierno nacional como si fuera la reencarnación del fascismo de los años 30 del siglo pasado, a su vez que es condescendiente con los desastres que comete día a día Mauricio Macri en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Sin embargo, esto no es lo que sorprende ni a lo que habría que dedicarle tantas líneas, tanta tinta, pero sí señalar que se ha convertido en plena pornografía lobbista. Algo que no había sucedido tan grotescamente hasta el famoso debate sobre la Resolución 125. Ya se sabe, Clarín creció como multimedio gracias a la dictadura de Jorge Rafael Videla primero, y después vía las facilidades que le proveyó la gestión presidencial de Carlos Menem.

Los medios siempre buscan imponer "su" realidad. Los grandes grupos económicos que manejan la prensa se han visto alterados por la aprobación, hace más de dos meses atrás, de la nueva ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Esto afecta la posibilidad que tenían estos emporios de concentrar la información y decidir sobre lo que debemos conocer los argentinos, el qué y el cómo. Actúan corporativamente, como fortalezas. Lo importante es el mensaje que emiten y sus formas. Para esto la televisión es su arma letal. Desde hace más de dos décadas se vienen repitiendo caras, figuras del espectáculo que desde un lugar "no político" se manifiestan como se les cantan las ganas de política, economía, cultura, seguridad, educación, etc. Son impunes porque el medio lo permite y habla de sentido común, como si eso fuera lo que piensan todos los ciudadanos de este país.

Lo que resulta burdo, aquello que emblematiza la decadencia neoliberal nuevamente se expresa televisivamente mediante los programas de Tinelli, de Rial, de Fantino, las apariciones hasta el hartazgo del millonario Fort, las declaraciones de Mirtha Legrand y Susana Giménez, podríamos seguir nombrando. Esto es lo que consideramos grasa. Esto es darle continuamente carne podrida a la población, no es mero entrentenimiento como nos lo quieren hacer creer. Es todo un aparato ideológico cuya misión es idiotizar a la ciudadanía. Banalizar y vaciar de contenido la política y la cultura nacional.

Esta grasada (aclaración: lo grasa tiene que ver con las porquerías que venden las clases dominates, los ricos) es inherente al propio modelo neoliberal de degradación económica y cultural. El problema está tanto en la estructura como en la superestructura. Los grasas son los personajes como Ricardo Fort que viven ostentando sus fortunas a la vez que se quejan por la inseguridad. Pero la inseguridad son ellos mismos. Representan la gran desigualdad social que existe en Argentina, la cual fue acrecentándose enormemente desde 1976 a 2003. Esto es injusticia y estos magnates son producto de ella. ¿Cómo se entiende que si estamos tan mal por la inseguridad, según los grandes medios de comunicación, Fort se pueda pasear de canal en canal mostrando sus costosas pertenencias?

Los grasas viven bien a costa de las miserias de la mayoría de la sociedad. Las producen. Son el encanto de los mass media.

Esperemos que la nueva ley de medios audiovisuales cambie esta lógica.

Por Mauro Reynaldi.