domingo, 30 de mayo de 2010

Lo que queda del glorioso 25


Por Jorge Giles

Las primeras consecuencias del histórico Bicentenario comenzaron a emerger.

Mientras los escribas de los monopolios mediáticos no se bajan de su odio reaccionario, la política acusó recibo del mandato popular.
El monopolio no está en condiciones de modificar conductas porque no tiene un pueblo que lo interpele.
El político sí lo tiene, piense como piense. Esa es la diferencia.
Que los diputados nacionales de todos los bloques hayan acordado realizar ayer el acto de homenaje a Mariano Moreno, en Plaza Congreso y luego una sesión especial por el Bicentenario patrio, quizá sea el primer fruto emblemático de la victoria del protagonismo popular sobre los monopolios mediáticos.
Si la política se libera definitivamente de esas cadenas que la aprisionaron durante décadas, otro país será posible construir más temprano que tarde.
Hay que disfrutar de este momento alzando la vista y mirando el horizonte para advertir que el futuro ya está entre nosotros.
Para tener una dimensión de la victoria popular, habrá que recordar los titulares conservadores de apenas una semana atrás y repasar sus augurios de “fracaso de los festejos patrios”.
Tienen la falla del pavo real: lucen bellas plumas, pero no saben volar.
Los diarios de la oposición, encabezados por Clarín, lanzaron cada ejemplar con el estruendo de un bombardeo aéreo sobre la ciudad. Los misiles eran el texto repetido hasta el hartazgo de la promocionada campaña de la “crispación”, “inseguridad”, “inflación”.
Querían causar un daño irreversible sobre la memoria y la conciencia colectiva, desalentando la convocatoria del gobierno nacional.
Dicen que ya tenían escritas las tapas catastróficas del día después.
Fracasaron estrepitosamente.
Seis millones de personas, felices y emocionadas, agitaron sus banderas argentinas y latinoamericanas durante cinco días, la misma cantidad que los goles que la Selección del Diego convirtió en su despedida antes del Mundial.
Un gol por cada día de la Revolución de Mayo.
Otra bella metáfora que construye la historia cuando se llena de pueblo.
La derecha y sus monopolios demostraron que sólo “brillan” cuando someten al pueblo, cuando lo arrinconan, lo despellejan, lo aíslan, lo desarticulan, lo vacían de contenido para convertirlo en “la gente” y así poder hablar en su nombre.
Se creyeron que serían eternamente “dos voces” interpretando “lo que dice la gente”.
Se terminó. Esa obscena impunidad, no va más en esta nueva Argentina.
ueron millones las voces que vibraron con una mirada justa de la historia. Y esas voces multitudinarias son las que pusieron las cosas en su lugar.
Los parcializados del otro lado del muro, están en todo su derecho a seguir allí, pero mostrando los documentos de identidad para saber qué y quiénes son y a quiénes representan.
La derecha se equivocó de cancha cuando aventuró el fracaso de los festejos.
No sólo porque apostó a la “crispación” y ganó la alegría, sino porque creyó que el punto de disputa eran los escenarios acotados de la dirigencia partidaria. Y se les escapó la tortuga escandalosamente, porque lo que se dirimió en verdad fue una mirada cultural sobre la patria que quieren construir los argentinos.
La masividad en los festejos fue tan contundente que terminó por arbitrar a favor de una interpretación de la historia, nada neutral.
Cuando se aplaudió entre lágrimas la representación de nuestro latinoamericanismo, de las Madres, del Peronismo, de los Héroes de la Vuelta de Obligado y de Malvinas, del monstruoso aparato neoliberal que se tragaba personas, de los movimientos sociales, se estaba laudando a favor de una Historia nacional y popular que rescata del olvido a los verdaderos héroes que construyeron esta nación. Empezando por los pueblos originarios.
Esas seis millones de personas no fueron a dirimir una lucha sectorial o partidaria, como pretendía la emboscada mediática.
Fueron a restaurar y reconstruir el tejido de una Patria que pertenece al pueblo por derecho propio.
Eso se llama batalla cultural. Y sólo la dan los pueblos.

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