Volvió a escena el Señor de los Señores oligarcas. Habló Hugo Biolcati, presidente de la Sociedad Rural, que es una de las cuatro entidades que conforma la Mesa de Enlace (corporación de corporaciones donde sus representantes creen ser los dueños de la nación Argentina). Los ricachones chacareros recuperaron parte del protagonismo que tuvieron hace dos años atrás cuando voltearon la iniciativa del Gobierno de asignarle un monto móvil a los derechos de exportación de soja, trigo, maíz y girasol.
Los productores rurales, campeones en producir riquezas para sí mismos merced a las facilidades que les brinda el Estado argentino, nuevamente arremetieron contra el Gobierno. Esto no sorprende para nada, pero igual no deja de llamar la atención pues con los Kirchner el empresariado rural no se cansa de “levantarla en pala”, cada día obtienen más ganancias, ya que el modelo agroexportador sigue vigente, afianzándose, y el monocultivo de soja, que es su principal negocio, no cesa.
Biolcati cumplió el papel que mejor le queda, esto es, ponerse al frente como vocero de la oligarquía. Esto es normal, él representa a la clase terrateniente que usurpó el suelo argentino y se quedó con las riquezas que nos pertenece a todos los habitantes de este país. Lo que no deja de resultar raro es que cierto progresismo, en vez de contrarrestar el discurso oligárquico, hable de retenciones segmentadas, poniéndose del lado de la Federación Agraria, la cual dista abismalmente de aquella que llevó a cabo la rebelión campesina que se conoce como “El grito de Alcorta ” (1912). Quienes protagonizaron aquella movida eran verdaderamente pequeños y medianos productores rurales, no grandes capitalistas como lo son hoy, por más que se los nombre como pequeños o medianos. Es cierto que no tienen la misma magnitud que los propietarios de la SR, pero forman parte de su misma clase. No son los pobres campesinos sin tierra, las familias de agricultores desplazadas por la sojización.
Entonces, nos encontramos una vez más con que lo que está ausente en este debate por las retenciones, es la pregunta por la propiedad de la tierra. La cuestión agraria es compleja, la mayor parte de los laburantes está en negro, vive en situación de explotación permanente, y estos no son productores sino que viven de las limosnas que reciben de ellos. De aquí la importancia de un nuevo estatuto del peón, para que blanquee la actividad laboral.
Si queremos un campo próspero, al servicio del progreso de la nación, necesitamos una reforma agraria, la cual signifique un reparto más equitativo de las tierras para que éstas sean más productivas y beneficiosas para todos. Se trata de industrializar el campo para el bienestar del país, es decir, que esto se traduzca en más inclusión, más trabajo y mejor calidad de vida para las mayorías relegadas.
Sin embargo, lo más preocupante con respecto a esta problemática es que carecemos del sujeto político que lleve adelante esta transformación que implica la Reforma Agraria. Pedirle al kirchnerismo suena a chiste de programa de Tinelli. Pues, Néstor y Cristina también son terratenientes y resulta muy inverosímil que estén a favor de una justa redistribución de las tierras, esto sería que ellos mismos “se metan la mano en el bolsillo”.
Democratizar la sociedad también es democratizar la economía, es decir, acabar con las clases privilegiadas. No vemos que los Kirchner quieran ir en contra de sus propios intereses. Ellos se pelean verbalmente con las corporaciones campestres, pero éstas están día a día mejor, gozando extraordinarias ganancias gracias a los altos precios de los productos que exportan, los cuales son el resultado de la misma política económica que está implementando el Gobierno. Ergo, quedan así en evidencia las limitaciones del kirchnerismo. Un punto más o un punto menos en las retenciones no resuelve el gran problema de la concentración de la tierra en pocas manos. El sector agro-financiero sigue acumulando y especulando a costa de las necesidades básicas de los argentinos, y hasta que la Presidenta Cristina Fernández no elimine los derechos de exportación, no cesarán en su embestida desestabilizadora. Asimismo, el matrimonio Kirchner ha sido más bien consecuente con esta élite dominante, le ha dado más de lo que se imaginaba. Pero, paradójicamente también puso al descubierto los intereses espurios del sector. Biolcati y C&a están nerviosos pero no asustados. El día que existe acá una fuerza realmente progresista, revolucionaria, al estilo bolivariano, ahí sí estarán temblando y no habrá retórica que valga. Por ahora siguen disfrutando de sus exposiciones y careteando junto a la dirigencia política que prefiere bajarse los pantalones y ser su bufón en vez de hacer POLITICA.
Y para concluir esta nota, vale decir que gracias a la inquebrantable lucha de los organismos de Derechos Humanos y de gran parte de la población argentina, los militares ya no son más el brazo armado del Poder Económico. Esto viene al caso, ya que la Mesa de Enlace no cuenta con el apoyo castrense para sus pretensiones golpistas. Es un alivio para la democracia, pero no basta. Esta gran corporación es por esencia enemiga del pueblo, va siempre en dirección contraria a los intereses de la República.
Por Mauro Reynaldi.
Los productores rurales, campeones en producir riquezas para sí mismos merced a las facilidades que les brinda el Estado argentino, nuevamente arremetieron contra el Gobierno. Esto no sorprende para nada, pero igual no deja de llamar la atención pues con los Kirchner el empresariado rural no se cansa de “levantarla en pala”, cada día obtienen más ganancias, ya que el modelo agroexportador sigue vigente, afianzándose, y el monocultivo de soja, que es su principal negocio, no cesa.
Biolcati cumplió el papel que mejor le queda, esto es, ponerse al frente como vocero de la oligarquía. Esto es normal, él representa a la clase terrateniente que usurpó el suelo argentino y se quedó con las riquezas que nos pertenece a todos los habitantes de este país. Lo que no deja de resultar raro es que cierto progresismo, en vez de contrarrestar el discurso oligárquico, hable de retenciones segmentadas, poniéndose del lado de la Federación Agraria, la cual dista abismalmente de aquella que llevó a cabo la rebelión campesina que se conoce como “El grito de Alcorta ” (1912). Quienes protagonizaron aquella movida eran verdaderamente pequeños y medianos productores rurales, no grandes capitalistas como lo son hoy, por más que se los nombre como pequeños o medianos. Es cierto que no tienen la misma magnitud que los propietarios de la SR, pero forman parte de su misma clase. No son los pobres campesinos sin tierra, las familias de agricultores desplazadas por la sojización.
Entonces, nos encontramos una vez más con que lo que está ausente en este debate por las retenciones, es la pregunta por la propiedad de la tierra. La cuestión agraria es compleja, la mayor parte de los laburantes está en negro, vive en situación de explotación permanente, y estos no son productores sino que viven de las limosnas que reciben de ellos. De aquí la importancia de un nuevo estatuto del peón, para que blanquee la actividad laboral.
Si queremos un campo próspero, al servicio del progreso de la nación, necesitamos una reforma agraria, la cual signifique un reparto más equitativo de las tierras para que éstas sean más productivas y beneficiosas para todos. Se trata de industrializar el campo para el bienestar del país, es decir, que esto se traduzca en más inclusión, más trabajo y mejor calidad de vida para las mayorías relegadas.
Sin embargo, lo más preocupante con respecto a esta problemática es que carecemos del sujeto político que lleve adelante esta transformación que implica la Reforma Agraria. Pedirle al kirchnerismo suena a chiste de programa de Tinelli. Pues, Néstor y Cristina también son terratenientes y resulta muy inverosímil que estén a favor de una justa redistribución de las tierras, esto sería que ellos mismos “se metan la mano en el bolsillo”.
Democratizar la sociedad también es democratizar la economía, es decir, acabar con las clases privilegiadas. No vemos que los Kirchner quieran ir en contra de sus propios intereses. Ellos se pelean verbalmente con las corporaciones campestres, pero éstas están día a día mejor, gozando extraordinarias ganancias gracias a los altos precios de los productos que exportan, los cuales son el resultado de la misma política económica que está implementando el Gobierno. Ergo, quedan así en evidencia las limitaciones del kirchnerismo. Un punto más o un punto menos en las retenciones no resuelve el gran problema de la concentración de la tierra en pocas manos. El sector agro-financiero sigue acumulando y especulando a costa de las necesidades básicas de los argentinos, y hasta que la Presidenta Cristina Fernández no elimine los derechos de exportación, no cesarán en su embestida desestabilizadora. Asimismo, el matrimonio Kirchner ha sido más bien consecuente con esta élite dominante, le ha dado más de lo que se imaginaba. Pero, paradójicamente también puso al descubierto los intereses espurios del sector. Biolcati y C&a están nerviosos pero no asustados. El día que existe acá una fuerza realmente progresista, revolucionaria, al estilo bolivariano, ahí sí estarán temblando y no habrá retórica que valga. Por ahora siguen disfrutando de sus exposiciones y careteando junto a la dirigencia política que prefiere bajarse los pantalones y ser su bufón en vez de hacer POLITICA.
Y para concluir esta nota, vale decir que gracias a la inquebrantable lucha de los organismos de Derechos Humanos y de gran parte de la población argentina, los militares ya no son más el brazo armado del Poder Económico. Esto viene al caso, ya que la Mesa de Enlace no cuenta con el apoyo castrense para sus pretensiones golpistas. Es un alivio para la democracia, pero no basta. Esta gran corporación es por esencia enemiga del pueblo, va siempre en dirección contraria a los intereses de la República.
Por Mauro Reynaldi.
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