A este periodista le toca escribir esta nota ante el dolor que le produce el asesinato de Mariano Ferreyra, integrante del Partido Obrero, otro militante social caído en el medio de una protesta sindical y van…Como lamentablemente se ha convertido en costumbre en nuestro país, siempre la “pagan” los laburantes, y más si son pobres y de izquierda. Como sabemos las manifestaciones de las patronales son buenas, cuentan con todo el rating televisivo. En cambio, los reclamos de los trabajadores, en la mayoría de los casos, son malos y por eso son atendidos mediante palos y balas de fuego. Así es el capitalismo, la democracia capitalista. La cual siempre socialista con los patrones, pero nunca con los obreros.
Hablar de patotas sindicales no es nada nuevo. Nos podríamos remontar al (des)gobierno de Isabelita, que fue la antesala de la última dictadura. Durante la era genocida de Videla, Massera, Camps, Astiz and company, gran parte de la dirigencia sindical fue cómplice de ese atroz proceso de Destrucción Nacional. Luego, con la vuelta de la democracia, Saúl Ubaldini y sus muchachotes le hicieron la vida imposible a Alfonsín, para finalmente asociarse al menemismo y promover las reformas laborales que acabaron con casi todas las conquistas de la clase trabajadora que caracterizaron al primer peronismo. No extraña que esta trama siga vigente en Argentina. Hace décadas que la CGT fue cooptada por los grupos empresariales de derecha, los cuales se encargaron impunemente de promulgar las políticas neoliberales de destrucción del Estado Nacional Benefactor.
La corporación sindical existe. Es un hecho. Son las patotas mafiosas al servicio de las clases empresariales dominantes. Su máxima expresión son los Barrionuevo, Cavalieri, Daer, Pedraza, Zanola, por citar algunos. Estos, no son trabajadores, son empleados bien pagos del establishment. Son quienes prohíben la democracia sindical mediante sus tropas que salen al encuentro de los verdaderos laburantes que reclaman su legítimo derecho al digno empleo, tal como lo vimos ayer.
No sabemos si Moyano tuvo algo que ver con este horroroso acontecimiento. Pero no podemos olvidar aquel enfrentamiento entre gremios que se produjo cuando trajeron los restos de Juan Domingo Perón a nuestro país. En ese momento las cámaras de Televisión mostraban a Emilio “Madonna” Quiroz, ex chofer del hijo del actual Secretario General de la CGT, a los tiros durante la revuelta entre las patotas, al estilo barras bravas.
El Poder Judicial, si tiene alguna razón de ser, debe investigar YA y resolver este crimen político, enjuiciando y castigando severamente a los autores materiales e intelectuales de tal homicidio. Acá hay que ver la connivencia entre la (maldita) Policía y los asesinos. Si bien, no se puede acusar directamente a los gobiernos nacional y de la provincia de Buenos Aires en este siniestro, si tienen responsabilidad en la seguridad y protección de la vida de todos los ciudadanos. El Estado, a través de sus instituciones, está para protegernos, no puede permitir que sucedan estas atrocidades.
El Gobierno, si se propone ser tan transformador, democrático y progresista, debe tomar todas las cartas en el asunto e intervenir los sindicatos para terminar con los grupos mafiosos, los cuales queda a las claras que actúan como Gestapos. Este es un tema estructural, hace a la esencia del movimiento obrero. Lo que está en juego aquí es la misma democracia. Si vamos a vivir en una democracia en serio o vamos a seguir tolerando que las corporaciones dominen nuestra vida cotidiana, perturbando la paz de todos los argentinos. Entonces, el Gobierno es responsable ya que debe hacerse cargo inmediatamente de desarticular estas mafias que controlan los gremios. Debe fomentar y garantizar la democracia sindical, y dejar de hacerle el juego por emisión u omisión a los “gordos” fascistas que usurparon los derechos de los trabajadores, quedándose con sus sindicatos. Estos “gordos” no son laburantes, son empresarios de la peor calaña. Están al servicio de la depredación humana que hace diariamente el capitalismo más salvaje.
Como cierre, desde este humilde espacio, este escriba piensa que es menester que se le otorgue la merecida personería jurídica a la CTA. No se puede seguir sosteniendo que la central más democrática de los trabajadores no tenga legalidad.
Por Mauro Reynaldi
Hablar de patotas sindicales no es nada nuevo. Nos podríamos remontar al (des)gobierno de Isabelita, que fue la antesala de la última dictadura. Durante la era genocida de Videla, Massera, Camps, Astiz and company, gran parte de la dirigencia sindical fue cómplice de ese atroz proceso de Destrucción Nacional. Luego, con la vuelta de la democracia, Saúl Ubaldini y sus muchachotes le hicieron la vida imposible a Alfonsín, para finalmente asociarse al menemismo y promover las reformas laborales que acabaron con casi todas las conquistas de la clase trabajadora que caracterizaron al primer peronismo. No extraña que esta trama siga vigente en Argentina. Hace décadas que la CGT fue cooptada por los grupos empresariales de derecha, los cuales se encargaron impunemente de promulgar las políticas neoliberales de destrucción del Estado Nacional Benefactor.
La corporación sindical existe. Es un hecho. Son las patotas mafiosas al servicio de las clases empresariales dominantes. Su máxima expresión son los Barrionuevo, Cavalieri, Daer, Pedraza, Zanola, por citar algunos. Estos, no son trabajadores, son empleados bien pagos del establishment. Son quienes prohíben la democracia sindical mediante sus tropas que salen al encuentro de los verdaderos laburantes que reclaman su legítimo derecho al digno empleo, tal como lo vimos ayer.
No sabemos si Moyano tuvo algo que ver con este horroroso acontecimiento. Pero no podemos olvidar aquel enfrentamiento entre gremios que se produjo cuando trajeron los restos de Juan Domingo Perón a nuestro país. En ese momento las cámaras de Televisión mostraban a Emilio “Madonna” Quiroz, ex chofer del hijo del actual Secretario General de la CGT, a los tiros durante la revuelta entre las patotas, al estilo barras bravas.
El Poder Judicial, si tiene alguna razón de ser, debe investigar YA y resolver este crimen político, enjuiciando y castigando severamente a los autores materiales e intelectuales de tal homicidio. Acá hay que ver la connivencia entre la (maldita) Policía y los asesinos. Si bien, no se puede acusar directamente a los gobiernos nacional y de la provincia de Buenos Aires en este siniestro, si tienen responsabilidad en la seguridad y protección de la vida de todos los ciudadanos. El Estado, a través de sus instituciones, está para protegernos, no puede permitir que sucedan estas atrocidades.
El Gobierno, si se propone ser tan transformador, democrático y progresista, debe tomar todas las cartas en el asunto e intervenir los sindicatos para terminar con los grupos mafiosos, los cuales queda a las claras que actúan como Gestapos. Este es un tema estructural, hace a la esencia del movimiento obrero. Lo que está en juego aquí es la misma democracia. Si vamos a vivir en una democracia en serio o vamos a seguir tolerando que las corporaciones dominen nuestra vida cotidiana, perturbando la paz de todos los argentinos. Entonces, el Gobierno es responsable ya que debe hacerse cargo inmediatamente de desarticular estas mafias que controlan los gremios. Debe fomentar y garantizar la democracia sindical, y dejar de hacerle el juego por emisión u omisión a los “gordos” fascistas que usurparon los derechos de los trabajadores, quedándose con sus sindicatos. Estos “gordos” no son laburantes, son empresarios de la peor calaña. Están al servicio de la depredación humana que hace diariamente el capitalismo más salvaje.
Como cierre, desde este humilde espacio, este escriba piensa que es menester que se le otorgue la merecida personería jurídica a la CTA. No se puede seguir sosteniendo que la central más democrática de los trabajadores no tenga legalidad.
Por Mauro Reynaldi
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