Declaración Fundacional
Cada época y cada generación son responsables
de sostener la memoria y de enfrentar, con inteligencia, imaginación y coraje,
los desafíos y las demandas de su propio tiempo histórico. Extraordinaria la
saga de los pueblos cuando se multiplica, como en la actualidad Argentina y
Sudamericana, su fuerza transformadora y cuando va dibujando la silueta de su
propia emancipación. Son, esos momentos, los de la invención constituyente, los
que vuelven a soñar sueños ya soñados por quienes los precedieron y lo hacen
bajo el mandato sagrado de volver a unir la libertad con la igualdad. Épocas
únicas y renovadoras en las que las multitudes populares recogen los hilos secretos
y perdurables que enlazan todas las luchas por la dignidad y las convierten en
antesala de una nueva fundación.
“Tenemos Patria” se dijo un 25 de mayo cuando
todavía permanecían los días calientes y tumultuosos del Bicentenario. Por las
convicciones de un hombre -capaz de caminar contra el viento huracanado de la
injusticia y la desigualdad- que traspasaron la puerta de la Casa Rosada. Por
el coraje de una mujer que recogió la antorcha y se animó a enfrentar a las
corporaciones y a su fuego destituyente. Por la fuerza de un pueblo que se puso
en marcha. Por el compromiso de los jóvenes que recuperan la política como
herramienta de transformación y vuelven a reconstruir los puentes con los
ideales emancipatorios que les precedieron.
Por eso nos preguntamos: ¿No ha llegado el
tiempo de una nueva constitución que conforme la arquitectura institucional del
siglo XXI? ¿No se vuelve imperioso plasmar todos esos sueños y esas
realizaciones en un nuevo acto constituyente que nos ponga a la altura de una
realidad renovadora de la vida nacional? ¿No resulta urgente dejar atrás, bajo
la forma de una nueva constitución, las brutales limitaciones que se nos
impusieron en tiempos de entrega e impunidad, de exclusión y derogación de
derechos? ¿No deberíamos estar a la altura de aquellos fundadores de la patria
y avanzar, como pueblo soberano, hacia esa nueva carta que recoja la potencia
de lo desarrollado desde aquel 25 de mayo de 2003?
Cada Constitución es reflejo de un proyecto de
país. La constitución vigente, hija del pacto de Olivos y de la hegemonía del
Consenso de Washington, fue pensada para el proyecto neoliberal de sumisión de
la Nación, de extranjerización de la economía, de saqueo de los recursos
naturales y de exclusión de millones de argentinos y argentinas, que se
quedaron sin pan y sin trabajo a pesar de la denodada resistencia de vastos
sectores del campo popular. Fue dictada cuando se proclamaba la muerte de las
ideologías y el fin del Estado Nación. Se la escribió contra el pueblo y contra
los intereses nacionales. Ese proyecto entró en su crisis profunda en diciembre
de 2001. Y fue Néstor Kirchner quien empezó a escribir su epitafio.
Una nueva constitución, la que nos reclama la
hora de un país y una sociedad atravesada por vientos de cambio y emancipación,
es expresión de un sueño, de un proyecto de patria compartida y solidaria.
Proyecto que deberá encontrarse con el texto que le corresponde, cuyo material
se guarda en la inagotable cantera de la memoria popular y le da forma a partir
de lo nuevo de una época pródiga en reparaciones y en construcciones capaces de
ir forjando la verdadera soberanía. Nueve años de práctica política, de una
práctica capaz de reponer una lengua saqueada por el neoliberalismo, habilitan
ese sueño, le dan recorrido, le dan viabilidad y lo vuelven urgente… Estamos
cambiando la Argentina, derrumbando los paradigmas que nos sometieron durante
décadas a los poderes corporativos de un
capitalismo especulativo-financiero, ampliando derechos, recuperando
instrumentos de decisión soberana en lo económico, lo político y lo cultural.
Venimos haciendo, sin prisa pero sin pausa, un país más igualitario. Lo
constituido desde el 2003, esos nuevos sujetos sociales capaces de
reencontrarse con lo mejor de su memoria, aspiran a transformarse, por mandato
histórico y por legitimidad democrática, en constituyentes.
Tenemos en la mochila el ejemplo de la
constitución social de 1949 de Perón y Evita, que recogió las peleas, los
reclamos y las aspiraciones de los descamisados, los trabajadores, que organizó
la experiencia más rica de nuestro Pueblo en el siglo XX de justicia social,
independencia económica y soberanía política. Guardamos, también, lo mejor de
los sueños libertarios de quienes forjaron la patria en las jornadas de la
independencia y de aquellos otros que buscaron diseñar los perfiles, no siempre
logrados, de un Estado de derecho. El pueblo, el soberano constituyente de este
tiempo, atesora lo mejor de cada generación que luchó por darle leyes justas a
cada etapa de nuestro itinerario nacional. Hoy, pues, es el momento de avanzar
hacia un nuevo Estado al servicio de los sectores populares.
Todos los que nos precedieron en la lucha son
nuestra memoria. Nosotros los llevaremos como bandera constituyente. Tenemos
30.000 estrellas para guiar nuestro camino mirando al cielo.
Es tiempo de una nueva Constitución que plasme
en el más alto rango legal la Patria que soñamos.
Lo necesitamos para seguir el camino de la
profundización.
Debemos construir esta nueva Constitución, no
desde pactos y cenáculos, sino desde la más amplia participación de las
mayorías. En la senda del constitucionalismo popular practicado en nuestra
América y en la confección de leyes participativas, donde no sólo se plasman
derechos sino que son parte del ejercicio del derecho democrático de decidir.
Desde la militancia, desde las mil flores que
se expresaron en el acto de Vélez del 27 de abril, unidos y organizados
asumimos el compromiso de impulsar el debate por una nueva constitución
emancipadora.
Convocamos a todos a ser parte de esta gesta,
que será insultada, vilipendiada y ensuciada por las corporaciones que están
dispuestas con uñas y dientes a defender sus privilegios. Cada proyecto
histórico tiene su derecho en la medida en que conjuga y conjura al pueblo de
la nación a organizar las reglas que lo rigen. Nuestro proyecto es nacional y
sudamericano, en razón de su mandato histórico y de los sueños emancipadores de
todos los que nos precedieron; es popular por su origen y por el sentido de su
fuerza; democrático por expresar la pluralidad y la diversidad en el interior
de nuestra sociedad y profundamente reparatorio por la decisión definitiva de
los argentinos y argentinas que pusimos a las dictaduras en el arcón de las
pesadillas y los malos recuerdos.
Como dice el himno en su letra completa: “Se
levanta a la faz de la tierra una nueva y gloriosa Nación”. Ese es nuestro
desafío, esa es la convocatoria que plasmamos en este acto fundacional del
Movimiento por una Nueva Constitución Emancipadora y un Nuevo Estado.-
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