Entre el dicho y el hecho

Durante años estuvimos escuchando sobre las ventajas y privilegios de pertenecer al primer mundo. Estar integrados, danzando el baile de la civilización modernizante que nos ofrecía el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, ambos organismos dependientes de la filosofía del libre comercio que arrojaba el gobierno de los Estados Unidos junto a sus socios de los países poderosos de la Europa Central. Por haber hecho caso omiso a los dictámenes (a las órdenes) de las naciones dominantes, tuvimos la fenomenal crisis del 2001 con corralito bancario y cese del crédito internacional. Más de la mitad de la población se había quedado en las calles, sin rumbo ni horizonte que invocar. La inseguridad socioeconómica se adueñó de gran parte de los argentinos. El no saber si la gente iba a poder llegar a fin de mes con su trabajo. La flexibilización laboral hizo estragos y los grandes empresarios se encargaron rigurosamente de asegurarse que sean muy pocos los trabajadores que mantuvieran su empleo. Se achicó el Estado pero también los puestos de trabajo en el sector privado eran escasos. A comienzos de la década de 1990, el neoliberalismo conducido por el partido justicialista menemizado logró lo que se creía imposible, esto es: que el peronismo como hecho maldito del país burgués se convirtiera en su antagónico, el hecho maldito del país trabajador. El Estado se ausentó, se desentendió de sus responsabilidades civiles dejándole la iniciativa al Mercado. De esta manera, se acabó con todas las conquistas laborales y derechos sociales de los asalariados. El partido de Juan Domingo Perón, no los gorilas, termino de destruir (proceso que habían iniciado los milicos procesistas) en los años noventa el conocido Estado de bienestar. La doctrina neoliberal contó con el respaldo del PJ, que a través de los votos de la ciudadanía pudo efectuar las reformas estructurales que solicitaban los ladrones de guantes blancos. Y así, hasta nuestras almas fueron privatizadas, perdimos nuestra dignidad. Fuimos menos de lo que éramos en la época colonial. Nada nos pertenecía, todos los recursos naturales y los servicios públicos quedaron en manos privadas, las cuales hicieron de un derecho cívico su más grande negocio.
Hoy el mismo PJ, pero ahora kirchnerizado con la Presidenta de la Nación Cristina Fernández dirigiendo, está intentado revertir el ciclo neoliberal con algunas políticas activas que tienden a darle más participación al Estado en los asuntos públicos, desplazando al sector privado que enajenó nuestro patrimonio. No sabemos si esto es por convicción ideológica de los Kirchner o si es por mero pragmatismo. Los vientos vienen cambiando en la región y hay que adaptarse a nuevas formas de administración económica para no volver a sufrir efectos demoledores como los padecidos ante la mencionada crisis de principios del milenio. Lamentablemente, a la izquierda del kirchnerismo está sólo el abismo, no hay ninguna fuerza que pueda construir algo sólido apelando a lo popular. Algunos referentes de dicho campo eligieron votar no positivamente junto al patriarcado de la Sociedad Rural y al institucionalista Julio Cleto Cobos. Igualmente, estos dirigentes que alguna vez se encolumnaron en el Frente Nacional Contra la Pobreza (FRENAPO), apenas pueden aspirar a obtener bancas en el Congreso, imposible verlos gobernar siquiera una comuna. Son expresiones mínimas dentro del arco político.
La oposición es totalmente de derecha. Aunque está tan fragmentada que le va a costar demasiado tejer alianzas para salir favorecida en las próximas elecciones. Está cumpliendo un rol testimonial y, en realidad, existe más por la necesidad de los dueños de los mass media por poner voces que ataquen al Ejecutivo nacional, que por méritos propios. La verdadera oposición al movimiento que conduce el ex presidente Néstor Kirchner, la están encabezando los propietarios de los grandes medios concentrados de comunicación masiva junto a sus locutores que suelen venderse al primer postor. Son los Multimedios los que guían la agenda pública de la gente, si no, no hubiésemos tenido que tragarnos por tanto tiempo la valija de Antonini Wilson, por dar un mísero ejemplo.
Así las cosas, todavía se dice mucho y, simultáneamente, se hace poco. Ojala el Gobierno fuera más populista y se apropiara de la mega renta que tienen los empresarios que vienen agrandando sus alcancías de forma ininterrumpida desde la última dictadura militar a la fecha. Empero, por el momento contentémonos con que busque terminar con el sistema jubilatorio privado de las AFJP, emblema nefasto de las políticas de los años noventa.

Por Mauro Reynaldi.