CAPANDO ELEFANTES
Por Julio Fernández Baraibar
Muchos amigos me han manifestado, por escrito o verbalmente, -algunos llamando al programa A Boca de Jarro en radio Cooperativa, AM 740, de lunes a viernes entre las 10:30 y las 12:00 de la noche-, su opinión sobre la inoportunidad de abrir un debate con quienes, desde posiciones supuestamente de izquierda o nacionales, se unen a nuestros tradicionales enemigos en contra del gobierno de la presidenta Cristina.
Prevalece en estos amigos la admiración que sienten por el director de cine Pino Solanas y su lucha por una política energética nacional, o el respeto a la trayectoria de la profesora universitaria Alcira Argumedo, por encima de la necesaria evaluación de su funesto papel en la actual coyuntura política de nuestros país.
Lo curioso es que tanto Hugo Barcia como Norberto Galasso –que han polemizado públicamente con los antedichos- han partido de un expreso reconocimiento a esas trayectorias, cuya validez no está en discusión.
Este debate, sin embargo, es de una perentoria necesidad, porque justamente son las trayectorias de los recién nombrados el basamento moral de una política radicalmente errónea, en contra de los intereses que pretenden defender y que ignora algo que la mayoría del pueblo profundo percibe: la diferencia sustancial entre los gobiernos de Néstor Kirchner y de Cristina y todos los gobiernos que los precedieron desde 1976.
Acierta Norberto Galasso cuando recurre a Jauretche y a Scalabrini Ortiz para iluminar el desvarío de los seguidores de Solanas.
Porque también había en aquella época gente bien intencionada, buena, preocupada por los más necesitados, denunciadora permanente de los monopolios extranjeros, de la ingerencia de las embajadas norteamericana e inglesa, que consideraba que la política de Perón era menguada, producto de la improvisación y más demagógica que antiimperialista.
Muchos de ellos volvieron a la Unión Cívica Radical alvearizada porque Perón no nacionalizó la CADE –la compañía de electricidad- o sostenían que la nacionalización de los ferrocarriles era una medida que favorecía a los ingleses.
Y si los socialistas se opusieron a la sanción del aguinaldo con el argumento de que ellos habían sido quienes lo habían propuesto anteriormente en el parlamento, hay hoy un dirigente que impugna como oportunista la reglamentación de la ley de bosques por considerar que no se lo hizo cuando él lo propuso.
Y están los que –como Humberto Tumini y Jorge Ceballos-, de manera antiperonista clásica, se horrorizan por la presencia de dirigentes peronistas del conurbano bonaerense, a quienes descubren cuatro años después de haber estado conviviendo con ellos y cobrando del presupuesto de un gobierno al que esos dirigentes ayudaron a ganar las elecciones.
Hoy estos sectores confrontan abiertamente con el Gobierno.
Luchan contra él como si lo hicieran contra Menem y de la Rúa, sin tomar en cuenta que su lucha solamente favorece al bloque oligárquico que los recibe generosamente en sus radios, en sus diarios y en sus canales.
No son las críticas al Gobierno lo que estamos discutiendo.
La mayoría de los argentinos las tiene.
Lo que estamos discutiendo es la política de confrontación con el Gobierno, la incapacidad de separar lo estratégico de lo importante, la ceguera contumaz que no ve el formidable avance político y económico de las fuerzas nacionales y populares que estos cinco años han permitido, una de cuyas expresiones es esta misma polémica.
En 1973 muchos de nosotros sosteníamos la necesidad imperiosa de votar y apoyar a Perón, pero veíamos también con preocupación las fuerzas enemigas que se ocultaban en el gran movimiento.
De esa visión salió aquello de vote a Perón desde la izquierda que Jorge Abelardo Ramos y quienes militábamos en el FIP lanzamos a los comicios de aquel año.
Y que 900.000 votos manifestaron su coincidencia con el planteo.
Curiosamente, según nos hemos ido enterando a lo largo de los años transcurridos, entre ellos estaba una joven militante platense que hoy es presidenta de los argentinos, así como muchos amigos que hoy militan en Proyecto Sur.
Cada época trae su desafío.
Pero mantener unido el frente nacional y popular ha sido una constante a la que hoy tenemos que responder con inteligencia y patriotismo.
Del otro lado vienen capando elefantes y no preguntan quién es elefante y quién no lo es.
Buenos Aires, 16 de febrero de 2009
Por Julio Fernández Baraibar
Muchos amigos me han manifestado, por escrito o verbalmente, -algunos llamando al programa A Boca de Jarro en radio Cooperativa, AM 740, de lunes a viernes entre las 10:30 y las 12:00 de la noche-, su opinión sobre la inoportunidad de abrir un debate con quienes, desde posiciones supuestamente de izquierda o nacionales, se unen a nuestros tradicionales enemigos en contra del gobierno de la presidenta Cristina.
Prevalece en estos amigos la admiración que sienten por el director de cine Pino Solanas y su lucha por una política energética nacional, o el respeto a la trayectoria de la profesora universitaria Alcira Argumedo, por encima de la necesaria evaluación de su funesto papel en la actual coyuntura política de nuestros país.
Lo curioso es que tanto Hugo Barcia como Norberto Galasso –que han polemizado públicamente con los antedichos- han partido de un expreso reconocimiento a esas trayectorias, cuya validez no está en discusión.
Este debate, sin embargo, es de una perentoria necesidad, porque justamente son las trayectorias de los recién nombrados el basamento moral de una política radicalmente errónea, en contra de los intereses que pretenden defender y que ignora algo que la mayoría del pueblo profundo percibe: la diferencia sustancial entre los gobiernos de Néstor Kirchner y de Cristina y todos los gobiernos que los precedieron desde 1976.
Acierta Norberto Galasso cuando recurre a Jauretche y a Scalabrini Ortiz para iluminar el desvarío de los seguidores de Solanas.
Porque también había en aquella época gente bien intencionada, buena, preocupada por los más necesitados, denunciadora permanente de los monopolios extranjeros, de la ingerencia de las embajadas norteamericana e inglesa, que consideraba que la política de Perón era menguada, producto de la improvisación y más demagógica que antiimperialista.
Muchos de ellos volvieron a la Unión Cívica Radical alvearizada porque Perón no nacionalizó la CADE –la compañía de electricidad- o sostenían que la nacionalización de los ferrocarriles era una medida que favorecía a los ingleses.
Y si los socialistas se opusieron a la sanción del aguinaldo con el argumento de que ellos habían sido quienes lo habían propuesto anteriormente en el parlamento, hay hoy un dirigente que impugna como oportunista la reglamentación de la ley de bosques por considerar que no se lo hizo cuando él lo propuso.
Y están los que –como Humberto Tumini y Jorge Ceballos-, de manera antiperonista clásica, se horrorizan por la presencia de dirigentes peronistas del conurbano bonaerense, a quienes descubren cuatro años después de haber estado conviviendo con ellos y cobrando del presupuesto de un gobierno al que esos dirigentes ayudaron a ganar las elecciones.
Hoy estos sectores confrontan abiertamente con el Gobierno.
Luchan contra él como si lo hicieran contra Menem y de la Rúa, sin tomar en cuenta que su lucha solamente favorece al bloque oligárquico que los recibe generosamente en sus radios, en sus diarios y en sus canales.
No son las críticas al Gobierno lo que estamos discutiendo.
La mayoría de los argentinos las tiene.
Lo que estamos discutiendo es la política de confrontación con el Gobierno, la incapacidad de separar lo estratégico de lo importante, la ceguera contumaz que no ve el formidable avance político y económico de las fuerzas nacionales y populares que estos cinco años han permitido, una de cuyas expresiones es esta misma polémica.
En 1973 muchos de nosotros sosteníamos la necesidad imperiosa de votar y apoyar a Perón, pero veíamos también con preocupación las fuerzas enemigas que se ocultaban en el gran movimiento.
De esa visión salió aquello de vote a Perón desde la izquierda que Jorge Abelardo Ramos y quienes militábamos en el FIP lanzamos a los comicios de aquel año.
Y que 900.000 votos manifestaron su coincidencia con el planteo.
Curiosamente, según nos hemos ido enterando a lo largo de los años transcurridos, entre ellos estaba una joven militante platense que hoy es presidenta de los argentinos, así como muchos amigos que hoy militan en Proyecto Sur.
Cada época trae su desafío.
Pero mantener unido el frente nacional y popular ha sido una constante a la que hoy tenemos que responder con inteligencia y patriotismo.
Del otro lado vienen capando elefantes y no preguntan quién es elefante y quién no lo es.
Buenos Aires, 16 de febrero de 2009
Agradecemos a Julio Fernández Baraibar por esta nota. Gentileza del Movimiento Universitario Martín Fierro.
3 comentarios:
Acabo de publicar algo en artepolítica al respecto.
Más allá de las críticas a este gobierno, me quedo con su esencia.
Pido permiso para poner el link:http://artepolitica.com/comunidad/elegia-del-votador-que-elegira/
Por desgracia, la izquierda argentina (no es posible hablar hoy de izquierda nacional como movimiento político organizado) es básicamente antiperonista. Pero además cae en el mismo error histórico de apoyarse en el gorilismo del bloque de clases dominantes para atacar al Proyecto Nacional, en la creencia de que una hipotética masa popular los verá como la etapa superadora del populismo peronista. Fue así desde 1945 en adelante y no ha cambiado. Sin llegar a comprender su eterna predisposición a dividirse por sí mismos, buscan una postura testimonial en la vereda de enfrente del gobierno popular, postura que es astutamente usada por la oligarquía para perpetuar sus intereses. Perón propuso un nombre exacto para ellos: idiotas útiles.
Gracias Cumpas!
AguanteJaureteche bienvenido tu link!
Abrazos.
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