lunes, 23 de marzo de 2009

Ahora o tal vez nunca

Por Eduardo Aliverti

Las siguientes líneas versan sobre un tema que a la mayoría de esta sociedad le importa un pito. Aclarémoslo de entrada, porque de lo contrario habría quienes puedan pensar, con todo derecho, que el periodista perdió relación con la realidad. O por lo menos, con la realidad que le interesa a esa mayoría.

Los factores de ese desinterés son diferentes pero concurrentes. Más a muy pocos que a muchos puede ocurrírseles ubicar en un lugar privilegiado de sus inquietudes cotidianas el punto de quiénes manejan la radio y la televisión. Y si acaso es modificable. Es un tema al que pueden dedicarse quienes tienen resuelto con alguna comodidad las urgencias coyunturales. También es cierto que, para que la cuestión pudiese alcanzar algún nivel de atracción popular o clasemediera (sobre todo esto último), se necesitaría que los medios habilitasen su difusión y debate con el mismo encomio que le dedican a los profundos pensamientos de Susana Giménez, a la batalla de egos entre Riquelme y Maradona o a que sus periodistas circunspectos pongan cara de “qué nos pasa a los argentinos”, sólo por ejemplo. Y, sobre llovido mojado, hay una crisis internacional de la hostia, elecciones adelantadas, ruralistas otra vez de paro y en las rutas, rabinos que comparan a Kirchner con Nerón, curas que convocan a la pena de muerte y, en fin, un clima generalizado de expectativas desfavorables. Por tanto, el intento de someter a discusión pública el proyecto de nueva ley de comunicación audiovisual tiene tanto de loable como de destino dudoso, por fuera de algunos ámbitos muy específicos. Los multimedios, y alguno muy en particular, no quieren saber absolutamente nada de debate alguno porque, aun cuando saliesen airosos en los números parlamentarios, el sólo hecho de abrir un cotejo de ideas dejaría desnudos sus intereses corporativos. Algunos obrarán ninguneando y otros, como ya ocurrió esta semana, saldrán con los tapones de punta a decir que se trata de amordazar a la prensa y/o que, en todo caso, el momento de crispación que se vive no es lo más adecuado para discutir qué se hace con la radio y la televisión. Nadie saldrá a decirles que hace 25 años que “no es el momento”, y si sale lo ignorarán. La batalla, entonces, se dirimirá en el Congreso si es que la propuesta aterriza allí, con el enorme riesgo de que tanto legislador sensible a los generosos aportes críticos de los medios independientes termine tumbando la ley. Si en la reyerta por la 125 jugó la especulación de con qué cara volverían a sus ciudades y pueblos en caso de no acompañar al “campo”, imaginemos el frío que les correrá por la espalda de sólo pensar lo que les espera si votan en contra del interés de los emporios mediáticos. En síntesis, se sale con dos o tres goles abajo, desde el vestuario, por la enormidad de una correlación de fuerzas desfavorable, en la que se conjugan el poder de una prensa virtualmente monopólica con la flaquísima percepción social acerca de que los medios de masas son decisivos en la determinación de cómo se vive, de qué se consume, de cómo se piensa, de qué se actúa. Y todo esto, sin contar siquiera como hipotético que el oficialismo, más allá de que la propuesta está muy bien elaborada, no esté dispuesto a que la ley pueda ser usada como prenda de cambio para favores electorales.

Bajo semejante panorama hay dos probabilidades: taparse con la frazada de la cabeza a los pies porque no se advierten chances objetivas de continuar avanzando, o dar la pelea en la seguridad de que merece ser dada, porque los medios son una herramienta estratégica de cualquier construcción política que se precie de tal. El firmante no comparte que la única lucha que se pierde es la que se abandona. Se lucha y se pierde tranquilamente. Pero es irrebatible que nunca se gana si jamás se lucha, y ésta es una lid que se justifica. Sería espantoso que los kioscos narcisistas de la progresía política e intelectual le sacasen el cuerpo a que, tras un cuarto de siglo, pueda derrotarse a la ley que los milicos y sus amanuenses civiles (es al revés, en realidad) nos dejaron como rémora casi invicta, como no sea por modificaciones que encima sirvieron para profundizar sus negociados de comunicación concentrada. Sería lamentable que la izquierda no comprendiese como tácticamente imprescindible el consolidar un campo de acción mucho mejor que el actual, para desarrollar un crecimiento concreto a través del manejo mediático. Sería imperdonable seguir recluidos en divagues retóricos, a la espera de la revolución proletaria universal, en lugar de aprovechar para ocupar lugares. Sería todo eso porque ratificaría que la vocación de poder se acaba en proyectos personalistas, y en acaparamiento de tribus de centros de estudiantes de la facultad, y en dar conferencias. Sería todo eso porque avalaría que lo progre y lo rebelde no sabría qué hacer con medios de comunicación propios y afines, por falta de capacitación pero, antes, por ausencia de claridad conceptual.

¿Qué carajo puede cuestionársele, con honestidad ideológica, a que dos tercios del espectro de radio y televisión puedan quedar en manos del sector público, de organizaciones sociales, de universidades, de cooperativas, de sindicatos? ¿Cómo se hace para no estar en contra de que un único permisionario tenga en la misma zona de influencia el diario, la radio, el canal abierto, el canal de cable? ¿Cómo hacemos para oponernos a que haya la posibilidad de que el fútbol no sea un gueto pago manejado por una corporación de atorrantes? ¿Qué decimos? ¿Que no hay que hacerle el juego al kirchnerismo? ¿Y qué cazzo nos tiene que importar el kirchnerismo, que al fin y al cabo no es más que una circunstancia de la disputa interburguesa, si quedan favorecidas condiciones objetivas de ocupación de espacios? Pero más que eso, en lógica de carácter transitivo: ¿entonces le hacemos el juego a Clarín, para ejemplificarlo con alguna cabeza de turco emblemática? ¿Eso vamos a hacer? ¿Vamos a detenernos para siempre en que este mismo gobierno es el que le renovó la licencia televisiva a ese grupo, y el que visteó la fusión de sus empresas de cable, y el que se dio cuenta recién ahora –como la rata en su momento– de que sale muy caro lo barato de comprar medios y periodistas como concepto de política comunicacional? Vamos: se puede reparar en eso para no comer vidrio, pero no paralizarse en eso. Porque quedar paralítico ahí es ser funcional a los intereses del sistema.

Siempre Gramsci, después de todo. Con el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad. La inteligencia da, para volver al comienzo, que esto le importa más bien a nadie. Y la voluntad es la inteligencia de que hay que aprovechar. Aun si se pierde, será mejor que haberse dedicado a masturbaciones de sectas y proyectos individualistas.


Fuente: Diario Página/12

9 comentarios:

Ester Lina dijo...

Nos merecemos un debate acerca de la nueva Ley de medios. Ayer Mona Moncalvillo decía en la radio ¿Por qué no ahora? Siempre la cantinela de la oposición es que no es el momento adecuado... pero... si no es hoy ¿cuándo?
Como siempre, muy bueno este blog!!!
Saludos

Al centro y adentro dijo...

Como siempre ¡muchas gracias Mona! El cambio de la ley de medios audivisuales que se instaló en la última dictadura militar puede llegar a ser uno de los hechos más trascendentales de la historia contempóranea de nuestro país. Atacar la concentración (oligopolización) de la comunicación es dar en las entrañas del Poder ecónomico. Si este Gobierno lo hace, por fin le cabrá el mote de reformista, por ahora el kirchnerismo se la paso de discurso en discurso, prometiendo más que haciendo.
Saludos.
Mauro

LeoAbsurdo dijo...

Corta la bocha: Es hoy o no será en muchas, muchas décadas.

Anónimo dijo...

Mauro:
Estamos perdiendo la idea de lo que significa el campo popular?
Si la derecha resiste cada intento del gobierno y putea y nosotros relativizamos cada intento del gobierno; quién capitaliza la falta de apoyo al gobierno?
Por favor...
Tenemos que repasar las conquistas logradas. Gustavo

Partes de Guerra dijo...

Los monopolios le tienen terror a que el tema se habla y que la mayoría de la sociedad que no conoce como es la situación tome conciencia. Por eso, más que nunca, hay que militar este proyecto de Ley y si se pueden agregar cosas o corregirlas hay que hacerlo. Pero hay que hablar del tema, eso ya les causa crispación, para usar una palabra que pusieron de moda los productores del lenguaje hegemómico para referirse al kirchnerismo.

Salu, Mauro.

Al centro y adentro dijo...

Gustavo, yo creo que la única salida es por izquierda, siempre lo sostuve, y no tengo miedo a que me tilden de lo que quieran, por eso le pido profundidad al Gobierno, nosotros no podemos salir a defenderlo en todo. En seis años todavía no armó un frente renovador que tanto prometió sigue atado a los tipos que saquearon las provincias. Al Gobierno le falta diálogo con la población, tiene que fomentar la participación política, no quedarse con los muertos vivos feudales. O sea, promover la formación de dirigentes. Nosotros no nos cansamos de revalorar los logros K, pero no podemos tomar todo lo que hacen pasivamente. Hay batallas que el kirchnerismo no las está dando. Esperemos que prospere la nueva ley de medios. Por está razón estmaos completamente de acuerdo con lo que sostiene el cumpa Brian, hay que militarla a esta causa.

Saludos muchachos.

Mauro

Anónimo dijo...

Mauro: No sé realmente si la falta de renovación de cuadros se debe a la propia sociedad o al gobierno.
La transversalidad no alcanzó a menguar el poder de la CGT y los barones del PJ.
Por lo tanto hoy x hoy Scioli y Moyano me sirven más que De gennaro o el PS.
Y la cosa no espera, si nos dormimos, de vuelta para atrás. Gustavo

Unknown dijo...

Aliverti vive? Es el mismo que trabajaba hace mucho tiempo en Mitre? o es otro? el otro Aliverti no vive en el paraíso cubano o en la URSS? Qué alegría verlo pensé que había desaparecido!

Unknown dijo...

Acá también opina Mona: sobre otra MOna, la moncalvillo no la mona gimenez, la moncalvillo la que con eld edo dice este si este no, pero ojo siempre en democracia....