lunes, 10 de mayo de 2010

El camuflaje "institucionalista"

El politólogo Ernesto Laclau divide al sistema político contemporáneo de los países latinoamericanos en dos bloques/movimientos: uno es el institucionalista y otro el populista. Sería algo así como un centroderecha y un centroizquierda. El primero estaría compuesto por mujeres y hombres que dicen ser democráticos y republicanos, a diferencia del segundo, donde se encontrarían los populistas y personalistas. En Argentina está división se dio claramente a lo largo del siglo XX, en primer lugar con el yrigoyenismo y luego con el surgimiento del peronismo. También el alfonsinismo, a comienzos de la restauración democrática, tuvo rasgos característicos del populismo. Después vino Carlos Menem, quien desde su presidencia adoptó una estética populista, pero sus políticas fueron en la dirección contraria. Se trató de un gran maquillaje. Una farsa creída por muchos.
Hoy en día, este polo populista está representado por el kirchnerismo, y su contracara, el polo institucionalista, es la oposición (el grupo A en el Parlamento).
El populismo está tan mal visto hoy por el pensamiento académico e institucionalista, como lo estaba la democracia a principios del siglo XIX. En ese entonces se hablaba de liberalismo vs democracia. En la actualidad, paradójicamente, hablamos de democracia liberal. Pero resulta que hace doscientos años atrás esto era inconscebible, estos términos estaban escindidos, eran antagónicos. La democracia era el gobierno de la "turba", el que traería la anarquía, el desgobierno. En el 1800 argentino eran los caudillos federales quienes se manifestaban contra el orden elitista porteño. Eran el caos que acechaba a la nueva República.
En 1916, aparece nuevamente la democracia en sentido peyorativo, esta vez encarnada en la figura del presidente Hipólito Yrigoyén, quien gobernaba para la "chusma". Su oposición además de los conservadores estaba integrada por los radicales antipersonalistas.
Sin embargo, a partir de 1945, con la llegada de Juan Domingo Perón a la presidencia de la nación, la democracia pasa a ser "liberal". El peronismo, que amplía los derechos civiles y políticos de la ciudadanía en su conjunto, es considerado por las clases dominantes como una dictadura. Ahora serán los opositores quienes se harán llamar la Unión Democrática Argentina, y acabarán en 1955, mediante un golpe de Estado con el régimen "dictatorial". Así como los militares liberales terminaron con el mandato de Yrigoyén en 1930, ahora hacen lo mismo, pero de forma más violenta, derrrocando a Juan Domingo Perón. Otra vez los institucionalistas "salvan la patria" a través de la fuerza bruta, anulando así a un gobierno que había sido elegido legítimamente por la mayoría de la población. Ya sabemos lo que sucedió 21 años después con el "Proceso de Reorganización Nacional". Otra vez sopa.
En nombre del institucionalismo, de la defensa de la patria y el republicanismo, las elites dominantes (la oligarquía financiero-agroexportadora) no se cansaron de voltear gobiernos populares. En realidad, el poder económico en nuestro país y en la región, ha ido mutando en cuanto a formas, pero nunca en cuanto a contenido, a mantenido vigente su esencia. Puede ser monárquico, liberal, republicano, democrático, institucionalista, etc., da lo mismo el nombre que se ponga. Por lo general actúa de forma similar, es un camuflaje. Pero, siempre se mueve de manera autoritaria coercionando y coartando la participación popular y los derechos de todos los ciudadanos. En el transcurso de este bicentenario de la nación, siempre hubo una minoría que detentó el poder para privilegiar a unos pocos y sacrificar al resto de la población.
Hoy el polo neoliberal que se hace pasar como el defensor de las instituciones, es el mismo que bloquea la democracia que dice representar. Traba la nueva ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, entorpece las sesiones parlamentarias para que no se traten temas fundamentales que conciernen a todos los habitantes de este país. Pero por sobretodo, desobedece y se lleva por delante la Constitución. Directamente, no reconoce la división de poderes que caracteriza al gobierno republicano. La oposición "institucionalista" viola la institucionalidad democrática al creerse que la suma de sus partes en el Congreso y su alineamiento con el poder mediático es más que la autoridad de la Presidenta de la nación. De este modo, usurpa la voluntad popular y pone en riesgo el Estado de Derecho.
Empero, al interior de este bloque, donde existe una declarada vocación destituyente por parte de varios de sus miembros, las contradicciones y los egos de sus principales dirigentes obstaculizan la posibilidad de constituirse en una alternativa viable al kirchnerismo para el año que viene.
Si entre el macrismo, el cobismo, el duhaldismo, los socialistas y radicales coalicionistas, el reutemannismo y el pinismo no se ponen de acuerdo, no logran articular un gran frente. Entonces, querida Mirtha, seguiremos con el zurdaje. Seguirán rigiéndonos las prácticas populistas de la Asignación Universal por Hijo, la disminución del desempleo y de la pobreza, el desendeudamiento, la integración regional, la democratización de las comunicaciones, la no represión de la protesta social, el juzgamiento a los responsables intelectuales y materiales del proceso genocida de 1976 - 1983. ¡Que horror!

Por Mauro Reynaldi

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